yo entiendo de esas cosas.
Hablas a cada rato
de gente ya olvidada,
de calles lejanísimas,
de huelgas de tranvías.
Cantas horriblemente,
no dejas de beber,
y al poco estás peleando
por cualquier tontería.
Yo que tú ya arrancaba
a que me viera un médico,
pues si no un día de éstos,
en un lugar absurdo,
o entre las frías sábanas
de una cama que odias,
te pondrás a pensar.
Porque sin darte cuenta
te irás sintiendo solo,
igual que un perro viejo,
sin dueño y sin collar.
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