En la posibilidad de manejarse en ella, por la humanidad que de ella emerge.
En construir una identidad capaz de advertir una comunidad de destino, en la que se pueda fracasar y volver a empezar sin que el valor y la dignidad se vean afectados.
En no ser un trepador social, en no pasar sobre el cuerpo de los otros para llegar primero.
Ante este mundo de ganadores vulgares y deshonestos, de hacedores falsos y oportunistas, de gente hipócrita que ocupa el poder, que escamotea el presente, ni qué decir del futuro, de todos los neuróticos del éxito, del figurar, del llegar a ser.
Ante esta antropología del ganador, de lejos prefiero al que pierde.
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