sábado, 8 de enero de 2022

DE CÓMO SE HIZO , O NUNCA SE TERMINÓ DE HACER, EL PAÍS QUE AMAMOS, de Rafael Barret

Comparto este formidable texto escrito por el narrador, ensayista y periodista Rafael Barret, en julio de 1910.

Barret, nació un 7 de enero de 1876 en Torrelavega, España, pero desarrolló gran parte de su carrera en Paraguay.
Murió, víctima de tuberculosis, el 17 de diciembre de 1910 en Arcachón, Francia.

A más de un siglo, su absoluta vigencia impacta y debiera convocarnos a reflexionar mucho más profundamente sobre la historia, el rol de "los bandos", "las supuestas grietas", y las distracciones colectivas que nos proveyeron para nutrirnos de impotencia y falsa épica.
"El futuro llegó hace rato", dijo alguien, pero "nunca me oíste a tiempo", refutó otro.


San Bernardino (Paraguay), julio de 1910

EL TERROR ARGENTINO: LA TIERRA. LOS SALARIOS

El inmenso territorio argentino está casi despoblado aún.
Como hay en él una paz suficiente, y una libertad por lo menos escrita, la población rural se densificaría con rapidez si entre los inmigrantes y la tierra no se interpusiese un grupo de poseedores. 
Ninguna ley facilita el amplio acceso del proletariado a la propiedad inmueble.

En la Argentina no se conoce el tipo del pionero.
Los privilegios de la colonización han mantenido, bajo una forma distinta, el viejo monopolio de las mercedes reales.
Hay todavía latifundios a las puertas de la capital.

La industria ganadera, combinada con la agricultura extensiva, constituye el sistema económico de los estadios primitivos, ineptos a la gestación de una democracia segura.
Los hombres, desalojados por las vacas y las ovejas, y paralizados por el aislamiento, no consiguen organizar y poner de pie su derecho a la vida.
Era inevitable el desarrollo de una aristocracia de terratenientes, de corredores y de políticos, concentrada en Buenos Aires, núcleo luminoso del cometa cuyo cuerpo sin masa flota entre los Andes y el Atlántico.

Se ha dicho que Rusia es un país de mendigos y de príncipes.
Sería tosca exageración afirmar algo semejante de la República Argentina, pero comparad la marcha del salario con la de la renta.

La Independencia Nacional brilló desde 1810 para los ricos, mas no para los pobres, sometidos por la ley de conchabos, vigente hasta fines de la centuria, a una servidumbre peor que la del coloniaje, en tanto que enormes feudos eran distribuidos entre los favoritos del poder.

Los salarios han sido frecuentemente escamoteados a mansalva, mediante las emisiones de papel moneda, especulación de una minoría.
Hoy, gracias a las gabelas y a las tarifas proteccionistas, los artículos de consumo se han encarecido al punto de hacer problemática la suma de los salarios reales.
Apenas si ha comenzado a descender el nivel medio del dolor...

Los dos tercios de las explotaciones agrícolas están en arriendo, por lo general sin contrato que asegure a los "arrendatarios" el goce de las mejoras que producen y la tranquilidad de un hogar estable. 

Expuestos a ser inopinadamente despedidos, no se arriesgan a salir de lo provisorio.
No habitan; acampan.
Se guarecen en chozas de techo de zinc y piso de fango.

¿Cómo se alojarán los simples asalariados del labradío?
Son una horda que vivaquea sobre la Argentina.
Empujados por lo precario de su situación, más devastan los campos que los fecundan.
De aquí el rápido empobrecimiento de las tierras.
Raro es el peón fijo que obtiene 40 pesos al mes.
Durante una corta temporada los que cosechan el trigo logran 4 ó 5 pesos al día.
Bregan de sol a sol, salvo la media hora que emplean en deglutir una bazofia repulsiva y cara.
Sitio hay en que ni del agua disfrutan, por ser salobre.
Se les ha visto volverse a pie a Buenos Aires.

En Australia un esquilador de ovejas duerme en su cama.
En la Argentina gana la mitad y duerme en el suelo.
Si el 40 % de los inmigrantes, concluidas las labores de la recolección, emprenden de nuevo su costoso viaje hacia la miseria que en Europa les aguarda, es porque en la Argentina no hay para ellos ocupación ni refugios posibles.
Son rechazados por una sociedad donde caben y se reclaman brazos sueltos, pero no familias; que alquila el plasma humano, pero no lo adquiere, lo fija ni se lo incorpora.

Y no insistiré en los abusos de ciertos ingenios y de los obrajes y yerbales próximos a las fronteras.
Allí se estafa al trabajador, de acuerdo con las autoridades; se le tortura y se le caza a tiros cuando intenta huir.

En Buenos Aires el salario normal oscila de 1.50 a 3 pesos. Cincuenta mil obreras se resignan, en su mayoría, a salarios de hambre.
Las costureras de blanco, las chalequeras, pantaloneras y afines trabajan 14 y 16 horas diarias para no perecer.
Hay aprendizas que se sostienen con cincuenta centavos.
El kilo de pan cuesta 0.30, la papa, 0.15, los porotos, 0.25, un repollo, 0.10.
La fruta es inaccesible.

Los precios de la carne y de la leche se han elevado tanto, que hace poco la Dirección de la Asistencia Pública aconsejaba instalar puestos para venta de carne de caballo, de mula y de burro.

¿Y qué decir de los alojamientos?
Los conventillos de Buenos Aires son ya célebres en los anales de la patología social.
Tribus enteras se amontonan en pocilgas que rentan 25 y 30 pesos al mes y donde la mortalidad llega al 19 por mil.

Escuchad ahora.
Mientras el salario alcanzaba penosamente las cifras que habéis leído, ¿qué sucedía con el valor de la propiedad..?

En veinte años los latifundios se han valorizado cincuenta veces.
Al sur de la provincia de San Luis, por ejemplo, la hectárea valía 0.50 hacia 1895.
En 1905, se han vendido más de 24 mil hectáreas a 19.40.

Respecto a los inmuebles urbanos, he aquí, entre cien, un diagrama que tomo del doctor Justo, sobre la valorización de la esquina de las calles Balcarce y Chile.
La horizontal indica los años, y la vertical el precio del metro cuadrado en pesos oro.

Este violento contraste entre la prosperidad del hombre que posee y la del que trabaja en la Argentina, tuvo que abrir entre ellos un abismo de incomprensión y de odio.



(Gracias por este texto a Néstor Alejandro Tenaglia y Bernardo Campos)

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