Dijo Glenn Close al recoger el Globo de Oro, que estaba pensando en su madre, que toda la vida dependió de su padre.
Y que a los ochenta años le dijo que pensaba que no había logrado nada.
Nada.
Después de criar a cinco hijos.
Después de ceder un trozo inmenso de su existencia.
Después de cuidar a los demás.
Nada.
Damos por sentadas a nuestras madres.
Les exigimos y esperamos todo de ellas porque sí.
Y con nuestro nacimiento les arrancamos para siempre su condición de mujeres más allá de la maternidad.
Las ridiculizamos al imaginarlas como cuerpos que desean y quieren ser deseados.
Nos avergonzamos si las vemos dudar, si descubrimos sus incoherencias, si se salen de lo establecido de lo que ha de ser una buena madre.
Nos enfadamos si observamos que se quieren salir del redil de madre porque nos da miedo porque eso podría hacer que las perdiéramos.
Somos auténticos tiranos y tiranas.
Que no agradecemos ni reconocemos nada.
Como si fuera lo que le tocaba y ya está.
¿Y la mujer que hay dentro de nuestras madres?
Las madres necesitan espacio y tiempo.
Para conocerse más allá de sus hijos e hijas.
Más allá de sus parejas.
Las madres necesitan realizarse lejos de la familia también.
Para abrazar sus sombras.
Y para eso necesitan que sus parejas estén implicadas al 50% en la educación, crianza y trabajos del hogar porque es su responsabilidad.
Pero también hijos e hijas que no se inmiscuyan en sus decisiones libres.
Que no las traten como niñas o como idiotas.
Que las respeten.
Que las animen a construir lugares fuera del hogar.
Que las vean más allá de lo que representan.
Para que así no lleguen al final de sus vidas sintiendo que no hay ningún logro en ellas.
Cuando lo han dado absolutamente todo.
A cambio de nada.
Las montañas se abren para que entren la ruta y el río juntos al pueblo, uno de los más lindos de la Argentina, al pie de esa piedra impresionante que es el Fitz Roy. Ese pueblo es EL CHALTÉN, en la patagónica Santa Cruz. Esta página permite mirar el lugar en que subo algunas cosas de mi archivo personal. La mayor parte pertenece a otras gentes; las menos, son propias. Algunas están muy arraigadas en mi vida, con mis afectos. A una parte de ellas algunos talentosos le han puesto música. (rt)
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