miércoles, 1 de agosto de 2012

A HOMERO, de Cátulo Castillo y Aníbal Troilo

Fueron años de cercos y glicinas,
de la vida en orsay, del tiempo loco.
Tu frente triste de pensar la vida
tiraba madrugadas por los ojos...
Y estaba el terraplén con todo el cielo,
la esquina del zanjón, la casa azul.
Todo se fue trepando su misterio
por los repechos de tu barrio sur.

Vamos, vení de nuevo a las doce...
Vamos que está esperando Barquina.
Vamos, ¿no ves que Pepe esta noche,
no ves que el viejo esta noche
no va a faltar a la cita?
Vamos, total, al fin, nada es cierto,
y estás, hermano, despierto juntito a Discepolín...

Ya punteaba la muerte su milonga,
tu voz calló el adiós que nos dolía;
de tanto andar sobrándole a las cosas,
prendido en un final, falló la vida.
Yo sé que no vendrás pero, aunque cursi,
te esperará lo mismo el paredón.
Y el tres y dos de la parada inútil,
y el resto fraternal de nuestro amor...

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