Esto es un
ensayo.
Es un libro sobre el
peronismo. No es
la desgrabación de un curso. Ni estará escrito como si el autor le hablara al
lector y hasta dialogara con él.
Esa experiencia ya fue
ensayada con el proyecto anterior encarado desde este diario, los días domingo,
cuando la gente quiere “cosas livianas” para leer después del asado, o al borde
de la piscina (pileta) o antes o después de jugarse un partido de fútbol o uno
de tenis o jugar al truco o a la escoba de quince o a cualquier otra cosa.
Esto es un
libro con pretensiones desmedidas: historiar e interpretar al
peronismo.
No podemos seguir sin hacerlo.
El peronismo
sigue y hay que seguirlo de cerca. O retroceder y tomarle distancia. Tratarlo
con frialdad. Como a un objeto de estudio, arisco y feroz. Lleno de sonido y de
furia.
Diferente, esquivo, no único,
pero sin duda específico.
Priva en él más la diferencia
que el paralelismo con otros partidos de otros países.
No es el varguismo. Todavía no
es el PRI.
No
es –aunque tanto se empeñan en que lo sea– el fascismo.
Ni menos aún esa pestilencia
alemana que entre alientos nietzscheanos, invocaciones a la “bestia rubia” y a
las “aves de rapiña”, a la pureza de la raza, a la biología de los héroes, o a
la respuesta creativa del Dasein comunitario a la técnica como caída (en
Heidegger) se llamó nacionalsocialismo.
Hay grandeza y
profundas miserias en el peronismo.
Hay demasiados
muertos.
Hay un plus de historicidad.
Hay una historia desbocada.
Hay líderes (sobre todo uno),
hay mártires (sobre todo una), hay obsecuentes, alcahuetes, hay resistentes
sindicales, escritores combativos, está Walsh, Ortega Peña, está Marechal, están
Urondo y Gelman, están asesinos como Osinde y Brito Lima, fierreros sin retorno
como el Pepe Firmenich, doble agente, traidor, jefe lejano del
riesgo, del lugar de la batalla, jefe que manda a los suyos a la muerte y él se
queda afuera entre uniformes patéticos y rangos militares copiados de los
milicos del genocidio con los que por fin se identificó, hay pibes llenos de
ideales, hay más de cien desaparecidos en el Nacional de Buenos Aires, está
Haroldo Conti, muerto, Héctor Germán Oesterheld, muerto, Roberto Carri, muerto,
y hasta Aramburu, muerto, está la opacidad de una historia de opacidades, de
odios, venganzas, horrores, está la OAS, Henry Kissinger, el comisario Villar,
formado en la Escuela de las Américas, cana puesto y avalado por Perón, el gran
indescifrable, el Padre Eterno, el ajedrecista genial, el que volvería en el
avión negro y volvió viejo y volvió malo, y le dio manija a
López Rega, de cuya paranoia asesina no podía decirse inocente, porque
nadie desconoce lo que tiene tan cerca, y si a eso que tan cerca tiene
le da espacio y le deja las armas, y encima se muere y sabe que se muere y lo
deja fuerte, consolidado, porque de cabo lo ascendió, en acto macabro y
doloroso, a comisario general de la policía, y si a la mediocre y manipulable y
matarife
del cabarute la deja de vice, sabiendo, como sabía, que ella no era
ella, que Daniel, el Brujo umbandista, la dominaba, le susurraba los discursos porque
era él el que los había escrito, porque era él el que habría de ponerle las
listas, el que habría de decirle hay que matar a éste, Chabela, y a éste y a
todos los infiltrados marxistas de la juventud y a los combatientes de la
guerrilla, hay que dar palo porque el quebracho
es duro, y si esto, al Viejo general, le deteriora el prestigio, le erosiona el
recuerdo, la memoria de los mejores años, de los años felices, del 53% por
ciento del Producto Bruto Interno para los pobres, de las nacionalizaciones, del
artículo 40, del
Pulqui, del Estado generoso, del Bienestar estatal, del keynesianismo
desbordante, de los sindicatos, de los abogados de los sindicatos, del Estatuto del
Peón, de las vacaciones pagas, de la entrega de Evita hasta el aliento postrero,
mala suerte, general, usted se lo buscó, vino y no tenía
salud para venir, al ajedrez se juega de afuera, en política al menos, el Mago
para ser Mago de la Historia, para ser Mito y Esperanza
tiene que estar lejos, manejar los hilos desde la distancia, desde arriba,
manejar las contradicciones sin ser una de ellas, pero si el
Mito regresa el Mito se historiza, ya no maneja las contradicciones, él, ahora,
es una más y tiene que tomar partido, y la historia se lo come, mito que regresa
pierde porque ya no puede ser mito, el avión negro regresó y llegó entre el
estruendo de las balas y los gritos de los muertos y los torturados y aterrizó
en Morón, lejos del pueblo, en medio de los asesinos, de los
franceses de la OAS, de Osinde, de Favio: el que nada vio, el que nada supo
aunque estaba arriba, bien arriba en ese palco colmado de hienas y de buitres y
vampiros, de los pretorianos que afilaban sus cuchillos para una de las noches
más negras de la Argentina, que si no fue la más negra se debió a la que vino
después, a la de los militares de la Seguridad Nacional, que encontraron el
terreno fértil, las víctimas fáciles, los perejiles abandonados y sofocados por
el miedo, y se dieron todos los gustos, pusieron a los Martínez de Hoz, a los
Walter Klein, a los Juan Alemann, a los que exigieron a
fondo la limpieza para aplicar el plan que tenían, el de las privatizaciones, el
del Imperio, el de la Escuela de Chicago, el de Milton Friedman y el del
ingeniero Alsogaray y ni por asomo el de Keynes, y el país fue una timba y se
llenó de argentinos del deme dos, y la ESMA fue un infierno que nadie, ni en su
peor pesadilla, pudo prever, y ahí torturaron, empalaron, violaron mujeres,
torturaron niños frente a sus padres, quemaron vivos a pobres pibes que sólo habían alfabetizado
en una villa miseria o que en un pizarrón indefenso enseñaron el vocabulario a
niños ignorantes que siguieron así, ignorantes, porque sus púberes maestros se
fueron de la noche a la mañana, se fueron para no volver jamás, y esos vuelos y
esos sacerdotes que bendecían a los asesinos, y les decían hijo mío cumples con
la Patria, Dios te absolverá porque tu tarea es purificadora, el Evangelio está
contigo porque está con quienes hacen justicia aunque, a veces, la justicia, que
es ciega, se parezca al horror porque tiene que ser impiadosa para el triunfo
del bien, para el triunfo del Señor que te mira, te juzga y te perdona por medio
de mi palabra, que es la Suya, sigue con esta tarea porque es la de la Patria y
la del Dios cristiano, y la mayoría de los que morían eran peronistas jóvenes,
inocentes todos, porque cualquiera que muera así, como un perro, es inocente, porque nadie, hombre
o mujer, miliciano o perejil de superficie o sacerdote del Tercer Mundo o
sindicalista o simple vecino del barrio al que se lo chuparon porque estaba en
una libreta de direcciones o porque sí nomás y para meter miedo, merece morir de
ese modo, como un perro, y ni siquiera un perro lo merece.
¡Qué centuriones tan
despiadados se escondían en los pliegues de la Patria!
Quién lo hubiera dicho. Aquí,
en la Atenas del Plata, encontrarlo a Trujillo multiplicado hasta el
espanto.
¿Dónde quedó la Patria de los
cincuenta?
La
que conquistó el corazón amargo de Discépolo. La que le dio alegría. La que le
hizo olvidar la tristeza y los barrios pobres de los tangos y elegir los
umbrales, porque en ellos estaban los novios, el portland porque por ahí
caminaban felices los postergados de siempre, la abundancia, la comida y el
chamamé de la buena digestión, la patria de los cincuenta quedó lejos, el
peronismo se alejó del peronismo, y lo mató a Troxler a quien ni los centuriones
de los basurales de José León Suárez supieron hacerlo, y lo mató a Atilio López
con más de ochenta balazos, y a Silvio Frondizi y al Padre Mujica y a Rodolfo
Ortega Peña, en una noche cruel, en una emboscada sórdida, tan sórdida e
inesperada que Rodolfo, al caer moribundo, alcanzó a decirle a su compañera la
frase del asombro, de la incredulidad, del final:
“¿Qué pasa,
flaca?”
Eso, qué
pasa..?
Qué
pasó..?
Qué
pasará..?
Porque esta historia
sigue.
Y contarla es aceptar el
desafío de lo cósmico. Lo inabarcable. Lo infinitamente contradictorio.
Una totalidad que no deja de destotalizarse y retotalizarse.
De ganar un sentido y perderlo
y engendrar –de pronto, entre alucinaciones– diez, quince, treinta sentidos.
No
digo que el peronismo sea incomprensible. Sólo digo que comprenderlo
“en totalidad” es una tarea gigantesca, desaforada.
Hacia ella vamos..!
Las montañas se abren para que entren la ruta y el río juntos al pueblo, uno de los más lindos de la Argentina, al pie de esa piedra impresionante que es el Fitz Roy. Ese pueblo es EL CHALTÉN, en la patagónica Santa Cruz. Esta página permite mirar el lugar en que subo algunas cosas de mi archivo personal. La mayor parte pertenece a otras gentes; las menos, son propias. Algunas están muy arraigadas en mi vida, con mis afectos. A una parte de ellas algunos talentosos le han puesto música. (rt)
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
FORMULARIO DE CONTACTO
BUSCAR EN ESTE BLOG
SEGUIDORES
CARPE DIEM, de Walt Witman
No dejes que termine sin haber crecido un poco, sin haber sido feliz, sin haber alimentado tus sueños. No te dejes vencer por el desaliento....
-
Del atentado y el escandaloso encubrimiento al presente argentino El lunes 18 de julio de 1994 a las 9.53 de la mañana estalló una bomba en ...
-
Yo no canto por cantar ni por tener buena voz. Canto porque la guitarra tiene sentido y razón. Tiene corazón de tierra y alas de palomita, E...
-
A mi mamá le gustaba mucho el trago . No puedo decir que tomaba una barbaridad, pero, a veces, cuando a la noche se acercaba a darme un beso...
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.