domingo, 30 de abril de 2023

DEL OTRO LADO DE LA PUERTA VAIVÉN, de María Moreno

Miserere quería decir «ten compasión».
Y en aquel barrio, el Once de los años cincuenta, el nombre de la plaza parecía irradiar una fe de bautismo.

La consigna de Florencio Sánchez - presentar como drama la fractura de clases a través de M’hijo el dotor - transgredió los límites del género para hacer que mi madre se recibiera de doctora en Química, dividiendo en dos un conventillo de la calle San Luis: en la parte de adelante - el living comedor -, los muebles de patas puntiagudas, la araña de caireles y la biblioteca con las obras de Pearl S. Buck y del doctor Van de Velde certificaban los emblemas de la clase media; en la parte de atrás, mi abuela conservaba la ropa de luto y el turbante en la cabeza con que remedaba sin saberlo a la Cándida de Niní Marshall.
Allí resistía el conventillo oscuro con sus despojos mobiliarios y las convivencias espurias: la gallina alcancía de yeso, la reproducción eléctrica del Sagrado Corazón y su ramo de olivos seco, las cortinas de macramé y la puerta clausurada de la letrina.

Mi madre había saltado de clase social sin mudarse, sustituyendo por un departamento completo - la planta baja - el único cuarto que la familia ocupaba cuando el aporte económico era exclusivo de su padre taxista.
Lectora de las obras del doctor Ramos Mejía, asociaba el pueblo al pecado, la infección y la barbarie.

Yo estaba entre dos fuegos: el de las pitucas de enfrente que me llamaban insidiosamente «La Paloma» en alusión al sainete y el de los atorrantes de la pelota de trapo, embravecidos por el hecho de que una chica, a la que se le prohibía dirigirles la palabra, tuviera tal surtido de revistas mexicanas e, impedida de participar en las murgas de carnaval, una colección de instrumentos réplica lograda de los de la orquesta de Xavier Cugat.

La calle San Luis, una frontera difusa entre el Once y el Abasto - la ambición le dictaba a mi madre explicarla como perteneciente al Barrio Norte -, se extendía en negocios improvisados en un zaguán, edificios de departamentos donde la novedad del incinerador ofrecía una modernidad accesible en cómodas cuotas y casonas con garaje que no acostumbraban abrir sus persianas a ese tránsito de carros cargados de verduras, botellas vacías y artículos de mimbre; de reparadores de paraguas y de afiladores de cuchillos, amén de los clásicos cuenteniques a los que se burlaba repitiéndoles el antiguo pregón de «beines, beinetas, jabones, jabonetas».

Flanqueada por dos grandes conventillos ocupados por la comunidad turca - sobre Larrea vivían los Talamán, hoy prósperos toalleros y manteleros; sobre Paso, los Dayan, dueños de varias casas puestas en alquiler que nunca quedaban más allá del bar León -, San Luis retenía las primeras décadas del siglo XX.
Un balcón de bajos, adornado con hierros retorcidos, fue mi primer mangrullo de curiosa.
Curiosa a la que todo fascinaba, aun cuando no supiera leer y escribir, y sin otra tarea que la de tomar lista a las presencias repetidas y abocadas a tareas sin mayores variaciones: la puta que enseñaba el catecismo a domicilio, el niño que dormía en un cajón, la enana que llevaba una canasta sobre la cabeza, tenían una coloratura tan natural que no hacían falta palabras para narrar.

Por otra parte, mi edad no daba para atesorar recuerdos populistas.
Mi abuela era la portera de ese edificio de departamentos en ruinas al que ahora no se llamaba conventillo por el hecho de que mi madre viviera allí y hubiera puesto en la puerta una placa donde promocionaba su laboratorio de análisis clínicos.

Yo ayudaba a mi abuela bajando la manija del automático en el tablero de las luces a la hora en que los escasos inquilinos calaveras salían para dirigirse al centro.
Mi curiosidad se satisfacía en el interior, puesto que no se me permitía bajar a la calle y sólo podía moverme del balcón para adentro.
La ocasión era la entrega de la correspondencia, que exigía la subida metódica de dos pisos por escalera.

En el departamento dos, los Unger, los Seiden y los Fleicher; en el tres, los Wundailer, las Dimant y los Rodríguez; en el cuatro, el sargento Vera y el señor Zubarán, otros Rodríguez y las Pomeranz.
Sólo la señora Mandelbaum vivía sola en un cuarto del segundo piso que antaño había sido la portería.

Recuerdo las variadas caligrafías de los sobres, la Z barroca de la hermana del señor Zubarán cuya letra ocupaba todo el sobre, los trazos torpes que rezaban un «Rodríguez» con S y, en contraste, la complicada grafía de los apellidos judíos, como recuerdo la profusión de las cartas, su frecuencia, el enigma de los remitentes que iban de Goya a Lodz, la mayoría imposibles de leer en voz alta a la altura del primer grado superior.

Los Seiden, los Fleicher y la señora Mandelbaum llevaban tatuados en los brazos números de varias cifras, algo a lo que en mi casa se aludía en voz baja y cuyo sentido ignoré durante mucho tiempo.
De la señora Ruth Seiden se decía que había estudiado pedagogía con Jean Piaget, que la pena de haber viajado desde tan lejos, de verse obligada a vivir con dos niños en un cuarto y hacer ella sola las tareas domésticas, la había desanimado de buscar la reválida de sus estudios.

Una vez me hizo un test de inteligencia a través del vidrio roto de su departamento que daba sobre el patio del nuestro.
Me mostró un zapatito minúsculo. Yo pregunté: «¿Y el otro?», asociación que fue aplaudida.
En una ocasión, llegué al departamento dos con una carta.
La señora Seiden estaba lavando ropa en la pileta.
Miré entonces, como hipnotizada, el brazo numerado que desaparecía en la espuma y luego reaparecía indemne, al ritmo de la tabla de lavar.

- ¿Le dolió el tatuaje señora Ruth..? -, se me ocurrió preguntar.

- No es un tatuaje, chirusita. Es mi número de teléfono. Tengo tan mala memoria -, dijo la señora Seiden, sin mirarme.

Cuando mi madre se enteró de este diálogo primero gritó, luego se rió y por último llamó llorando por teléfono al departamento dos.
Perdón, perdón, repetía entre lágrimas. Su llanto me hizo llorar a mí.
A través del teléfono podía casi palparse la discreción de la señora Seiden, sus palabras de consuelo y sobre todo su preocupación por mí.

Al cortar, ya más tranquila, mi madre me dio una limitada versión sobre la existencia de los campos de exterminio, explicó los tatuajes pero no las cámaras de gas, el hambre pero no la muerte.

Xenia Goldrosen, del quiosco de cigarrillos de la esquina de San Luis y Larrea, que salía a tomarse una copita en la vereda a la hora de la siesta, luego de colocar el cartelito de «Cerrado», hablaba sin que le preguntaran.

- Treblinka. Padres marieron. Hijos marieron. Marido marió. Primos, abuelos marieron. ¿Qué dijo Xenia..? ¡Mierda..!: ¡Vivir..!

Su pronunciación asociaba la muerte al casamiento. 
«Se marier» escuchaba yo, que recibía clases particulares de francés.
Y Xenia estaba mariée en segundas nupcias con el señor José Neura, al que le faltaban las dos piernas y al que ella subía y bajaba por las escaleras de su casa, luego de lanzar un grito de karateka.

Un mundo caliente de interrogantes me mostraba seres extraños que, por desgracia, casi siempre permanecían inaccesibles.
El parque Retiro, en el que moraba la terrible Flor Azteca - una cabeza parlante simulada por un juego de espejos -, los concursos de disfraz de La Enramada (mi niñera santiagueña había ganado uno como Reina de la Noche, con un vestido hecho con un trozo de organza negro y cubierto de estrellitas de papel de cigarrillo que yo había recogido en las plazas), la circulación de diferentes en un tiempo de encierros imperfectos o de solidaridades caseras, amén de la prosa de Emily Brontë traducida al radioteatro en la voz de Pedro López Lagar, me ofrecieron una constelación que jamás asocié con la tristeza, la discriminación y el genocidio, sino con la imaginación, la variedad y la mascarada.

Mi preferida era la niña gárgola del Jardín Botánico.
Diminuta, con rostro de tortuga y una piel traslúcida que transparentaba las venas, parecía mirarme sin verme.
Sentada en un banco, junto a su nurse, tomaba sol girando de vez en cuando la cabeza en dirección a un transeúnte, al movimiento de las ramas de los árboles, a un sonido demasiado agudo.
Era un Buda genético cuya vida, le habían pronosticado, sería muy corta.

La señora Mandelbaum, del segundo piso, escondía el brazo tatuado con mangas largas y a veces gemía de noche.
Como en su cuarto sólo había lugar para un calentador, a veces mi abuela me pedía que le llevara alguna comida preparada al horno.
Un día la señora Mandelbaum me recibió con un paquete envuelto en un papel de celofán que parecía usado.
Estaba sujeto con un simple cordel pero tenía un moño de cinta brillante.
Lo abrí a escondidas, calculando una posible prohibición, y no me equivocaba.
Era un barco realizado muy esquemáticamente.
Podía decirse que estaba hecho con cuatro líneas.

Mi abuela me dijo que era un barco de sal.
Lo chupé y tuve que darle la razón pero la sal no se desprendía y, por la apariencia, blanca y llena de cristalitos, era sal gruesa.
Mi madre me lo escondió en algún lugar donde no pude encontrarlo, con el pretexto de que no era un juguete sino un adorno.
Escuché murmuraciones aunque no recuerdo ningún testimonio directo.
Se decía que el barco venía de Auschwitz.

Entonces ya me parecía natural que hubiera gente con teléfonos anotados en los brazos, que los descamisados aludidos por los discursos de Perón y Evita fueran una multitud literalmente en cueros, que los forros usados y tirados en la plaza Francia, como me había contado mi madre, fueran protectores para los dedos que usaban los basureros para no lastimarse con las botellas rotas que dejaban los borrachos.
Mi idea de pueblo excluía la lucha política: era en cambio una lucha de lenguas, de puestas en escenas, de vestuarios.
Y si el positivismo de mi madre solía desalentar esos contactos populares con un algodón embebido en alcohol y la prohibición de, atravesando las rejas del balcón, ganar la calle, el Complejo de Edipo no me llevó tanto al padre como a esa feria de ingeniosos.

En cada cuarto había una patria, una etnia, una lengua.
Y en cada cuarto también la presencia consoladora del alcohol: vasos vacíos y sin lavar con su resto endurecido de vino suelto que provenía de una damajuana escondida en el ropero, copitas diminutas para el licor de huevo o comunes para el amargo envasados en botellas solitarias que se ponían a la vista de las escasas visitas sobre el hule de la mesa plegable apoyada en la pared, junto al aparato de radio y el despertador.
El delirium tremens alcanzaba de vez en cuando a algún inquilino y sus gritos se soportaban por piedad a su mujer o porque sus monas eran largas y silenciosas cuando conseguía mantener su dosis con la changa ocasional y el fiado. 

Definitivamente me gustaba «lo otro».
Sólo en dos ocasiones advertí la dimensión política.
En una, mientras yo iba de paseo con mi madre, la vecina enana que vendía pan a domicilio interrumpió mi mirada inquisidora con una fuerte patada en la rodilla. Debe haber sido mi primer encuentro con un miembro de minorías.

En otra, cuando dibujé una imagen de Eva Perón en mi cuaderno de clase (la nariz era un palito, los ojos un par de puntos, los cabellos trenzados, una batahola de garabatos), una maestra «partidaria» la sustituyó por una fotografía.
Jamás la censura me encontró tan altiva.
«A la señora le hubiera gustado», me quejé.

Cuando leí El fiord de Osvaldo Lamborghini, en la frase final («Salimos en manifestación») creí leer: «Salimos en exposición».

La palabra pueblo siempre mantuvo para mí ese fondo mítico de performance, de almacén de ramos generales del sujeto.
Y el pueblo bebía.
Desde fines del siglo pasado, el alcohol se convirtió en signo de la degeneración obrera, fractura de la familia, y fuente de enfermedad y miseria.
La imagen del dandy con la galera ladeada paseando con una copa en la mano, o la de los honestos curas de aldea que se prenden al badajo de la campana con la nariz roja y los vasos reventados bajo la piel, fue reemplazada por la de una turba grisácea que, entre la fábrica y la vivienda económica, intentaba degradarse sin las alturas poéticas de un Poe o un Baudelaire.
La alentadora metáfora «sangre de Cristo» y el hecho de que nuestro Señor iniciara su vida pública en las bodas de Caná precisamente reponiendo el vino que faltaba, parecía materia de una sociología atea y apocalíptica.

Sin embargo, cuando se cerraba una taberna, el motivo no era el embotamiento de los sentidos que amenazaba la productividad de las fábricas, sino la posibilidad de que, en ese espacio, los obreros complotaran al intercambiar información, ideando estrategias de lucha, o - mediante un cierto equilibrio en su borrachera - soltaran la lengua sin utilidad alguna para sus patrones, a fin de liberar sentimientos y sueños. 
A veces fingían la intención de beber para no despertar sospechas y expresaban en voz alta la intención de boire un litre.

En la fábrica, en el uso de la fuerza y en el movimiento de los músculos, la conciencia percibe sin cesar el gasto y, paulatinamente, la merma de las funciones. En el hogar todo evoca - alimento, sueño - la reparación para el día siguiente; la presencia de los hijos indica la cadena viviente de la que, a la larga, uno saldrá expulsado.
En el bar, en cambio, es posible el olvido de la finitud.
Y es un placer cuando el alcohol, al deslizarse por los distintos órganos de la ingestión, limpia y calienta - como si se tratara de un nuevo nacimiento - el interior del cuerpo y, al mismo tiempo, anestesia los efectos del trabajo diario.
Al beber se escapa a la red de lo útil dando un sentido jodedor al hecho de alimentar la fuerza de trabajo.

En cuanto al cliché de que en el bar están sólo los revolucionarios de café: la jabonería de Vieytes era un encubrimiento para los patriotas de la Revolución de Mayo, los socialdemócratas lo planearon todo en el Café Central de Viena, los socialistas ingleses de Sheffield en el altillo del Café Wentworth, y ¿qué hacían Lenin y Trotsky sentados en las terracitas de La Rotonde de París mientras veían emborracharse a Modigliani..?
No hay revolucionarios de café ni revolucionarios sin café, ni café que no sea metáfora del alcohol.
Y yo nunca bebí sin profundizar sobre esta teoría ni sentir que estaba obligada a hacer la revolución.

La plaza Once no sólo era el lugar de los mítines, también era el del tránsito de los habitantes de las afueras, que emergían o desaparecían en la entrada de la estación de tren con la fuerza suficiente como para hacer ilusorio el cartelito de «Prohibido pisar el césped».
De hecho, esas pisadas, que para mi madre tenían resonancias de malón, habían dejado una informe superficie terrosa en la que el verde sólo asomaba en matojos semiaplastados y la única flor sobreviviente era la del diente de león.

A pesar de ser la plaza de nuestro barrio, la Once no formaba parte del itinerario que mi madre organizaba para hacer de mí alguien saludable, y del que el aire puro, junto con la vacunación obligatoria y la prevención de las enfermedades infecciosas, era uno de los pilares.
Toda la plaza representaba para ella un foco, si no de bacterias, de las fuerzas sociales que el peronismo había alentado bajo la forma de vistosa propaganda de la felicidad.

Alex Bar, situado enfrente de la plaza, solía estar abierto, como quien dice, toda la vida.
Cerrado por una refacción ocasional o el faltazo del dueño, nos dejaba a nosotros, sus habituales clientes, a la deriva por la estación de tren donde los quioscos nos daban una impresión de horario restringido, poniéndonos nerviosos y atentos a nuestro precario equilibrio sobre los taburetes; mientras que en el Alex el tiempo sin fin iba de la primera copa a la del estribo, de la que éramos vagamente conscientes antes de la suave pero firme expulsión si comenzábamos a dormitar con la cabeza apoyada en los azulejos y repantigados en sus sillas tonet a las que solían faltarles uno o dos palitos.
La opacidad de los azulejos de Alex Bar no inhibía a mi amiga C de retirar con la mano la capa espesa de grasa hasta despejar un óvalo en donde mirarse para corregir su peinado y limpiarse el rimmel corrido - las dos solíamos narrar y llorar -.

Felpeando el aire con su trapo rejilla, Emilio regulaba la coreografía de los sucesivos clientes.
Se quitaba de encima al borracho pendenciero, defendía a la alcohólica asediada e interponía un diplomático «Usted perdone, pero está en reparaciones» a los mendigos que pedían usar el baño para darse una ducha y cambiarse de ropa.
El techo metálico y los anuncios de las puertas de vidrio eran tan tristes que, desde adentro, parecía que estaba garuando.
- Ahora nos pintó la Coca - Cola -, solía decir Emilio con desprecio.

Manolete, el barman de la calle Rodríguez Peña, había sido mozo en Queen Bess y sabía imponer algunos de los modales del servicio.
Decía que el humorista Wimpi era un caballero porque jamás gritaba «¡Mozo..!» sino que esperaba a que su mirada se cruzara con la de él para hacer un ligero movimiento con la cabeza, un cliché atribuido a la gente bien de imponer su dominio prescindiendo de la orden verbal y a su partenaire, un inferior entrenado en conocer los deseos del amo mejor que el amo mismo.
Y en cumplirlos.

Reminiscencias del mito sobre el soldado a quien el general San Martín ordenó impedir la entrada al depósito de pólvora y no eximió de cumplirla a quien le dio la orden.
Ese no era el estilo del Alex Bar.
A Emilio se le gritaba «¡Mamy..!».
Como si oyera llover, él permanecía sentado junto al estaño dando la espalda a la turba y sólo se desplazaba ante la módica interpelación de «¡Emilio..!».

No en vano el mozo de ley es la madre subrogada de los borrachos, los solitarios, los perseguidos.
Suele usar diminutivos alentadores, «cafecito», «flancito», «vinito», como para engañar a un niño anoréxico, atosigar, como si cada cliente fuera un hijo pródigo y venido de la guerra, con las porciones de pasta servidas en montículo y el tuco desbordado o en equilibrio precario, agacharse para susurrar el mal estado de un plato o su resultado fallido, de espaldas al patrón seguramente al tanto de la traición. 

«¡Ala! ¡Ala!», decía Emilio, como quien azuza a un caballo, al viudo reciente que bebía su medio litro de vino de la casa con un nudo en el estómago, y luego le aconsejaba «no pensar», prender la televisión aunque fuera sin sonido y aumentar la dosis de ese tinto hasta la hora de los remedios y la vuelta a la cama de dos plazas con el hueco de la finada en el colchón.

La coreografía maternal de Emilio tenía cuatro figuras, sólo la última de relativa distancia y punición.
Se inclinaba levemente para levantar el pedido, más como un pájaro hembra sobre el alboroto del nido que como un servidor; a la tercera copa servida hacía una mueca de muda reconvención, de un dolor contenido pero discreto de madre digna; una pelea de borrachos le hacía pasar el trapo con frenesí por toda la mesa como si quisiera borrar de dos o tres lampazos los límites de un ring o de un circo romano; que yo tuviera un ojo negro o que mi compañero me levantara la voz, provocaba el inmediato retiro del saludo, un servicio apurado y ruidoso - Emilio era mi mayor defensor de mí misma -.

En La Perla Española de Belgrano y Rioja están las madres subrogadas de la mañana: las que despabilan de la noche pasada o alimentan la fuerza de trabajo con café y medialunas, gratis para los sin techo y seguramente única comida del día.
Allí, todavía estamos de duelo por Jarrita y El 48, nodrizas de la resaca.

A Jarrita lo llamaban Jarrita porque, al pertenecer a la vieja guardia de mozos, nunca se olvidaba, si servía un café, de llenar el vaso con agua.
Recuerdo haber esperado con él bajo el toldo del puesto de diarios, durante un día de tormenta, a que abrieran el bar cuyo dueño se había retrasado.
Los dos sentíamos un orgullo parecido: él por ser el primero en llegar al trabajo, yo por ser la primera en iniciar el ritual del café y del diario.
Después siempre hablábamos del tiempo pero con una complicidad especial como si hubiéramos compartido una larga experiencia heroica.

Jarrita tenía esas pisadas cortas de buzo propia de los veteranos de su oficio.
Era un profesional sordo a las cachadas de los parroquianos y había convertido su ir y venir, la entrega de los pedidos y su sonrisa fija, en una tumba sobre su vida privada, coquetería que hacía suponer que la tenía, toda una aventura cotidiana en el Conurbano, tal vez como cabeza de familia irascible, un déspota sentado a la mesa bramando por un plato que se retrasa, el pan duro o el alboroto de los hijos; o un manolarga para el sopapo o la paliza con cinto, contracara del que se arrastraba entre las mesas de La Perla Española de siete a dieciséis, agradeciendo las propinas con una reverencia leve.

Cuando le llegó la jubilación, los hijos lo internaron en un geriátrico.
Lo imagino dando vueltas, las manos en los bolsillos, huérfanas de la bandeja, inquieto por estar sentado a la mesa ante el plato exiguo servido por otro, ya definitivamente desplazado de su lugar de nómade entre veinte metros cuadrados de baldosas, bajo el póster del escudo de armas de la provincia de Asturias sobre la esquina de Deán Funes y Belgrano.

Allí se concentra la Balvanera animada en torno al hospital: duelos con apetito, esperas junto al porrón nunca del todo helado - los cortes de luz interrumpen la cadena del frío -, de vez en cuando la irrupción de una silla de ruedas, de una cabeza rapada o de una sonda nasogástrica que hacen desviar la vista hacia la cuchara en donde se enrollan los fideos con tuco o hacia el mensaje en el celular o, al contrario, se reciben con una mirada de impostada solidaridad que por lo general es mera indiscreción.
La Perla Española cobija una rutina en donde se apuesta a que el enfermo a cuidar viva hasta el próximo menú del día.

El 48 se parecía a un pirincho sólo que retinto.
Las arrugas de la cara le formaban una serie de caminos de piel correosa, como de tierra cuarteada; todo su cuerpo tenía forma de signo de interrogación.
Su estilo era la caminata de largo aliento entre las mesas, las rodillas dobladas; seguramente el pie plano y los callos plantares, una consecuencia.
Era el servidor sacrificial, humillado desde el vamos y cuyo sometimiento le había procurado una suerte de anestesia moral combinada con el principio de inercia. 
Era un iniciado del vía crucis gastronómico con un millaje incontable en el traslado de milanesas a caballo, pingüinos de tinto de la casa, flanes con crema y dulce de leche, y resultaba asombroso que, con ese cuerpo peso pluma, la mano no le temblase nunca.

Un día, a raíz de uno de los habituales cortes de luz en la zona, dijo que vivía en una pensión y que ahí estaban viendo tele, lo había averiguado por el teléfono público del mostrador.
Otro, una vieja prostituta que tomaba su té con tostadas a media tarde, seguramente antes de ocupar su esquina, lo llamó con cierta familiaridad; él le cortó el rostro.
Los parroquianos intercambiamos sonrisas, habíamos sido testigos de la existencia de lo que juzgamos uno de sus escasos vínculos personales.
Cuando lo despidieron, El 48, todos los sábados, después de que cerraba el bar, venía a sentarse en un mojón de piedra, en la puerta de la estación de servicio de al lado.
Fumaba y miraba pasar la gente.
Un día no vino más (estas historias que parecen robadas de Larvas, el libro de Elías Castelnuovo, son tan verdaderas que adornarlas me parecería un sacrilegio).

lunes, 24 de abril de 2023

ME TENÉIS ACORRALADO, de Arturo Pérez Reverte - 27/10/2022

Me resisto cuanto puedo, pero no hay manera.
Con mi viejo Nokia en el bolsillo, que sólo sirve para hablar por teléfono y no tiene internet, ni aplicaciones, ni siquiera whatsapp - te mando un wasap, dicen, y se molestan porque no tengo -, vivo feliz y no necesito llevar otra cosa encima.
Poseo ordenador, como todos, y con eso tengo la vida resuelta, o creía tenerla. Porque resulta que no.
Desde hace tiempo, el mundo se confabula para complicármela.
Para obligarme a utilizar un maldito smartphone, o como se llame eso.
Para reventarme la puta vida.

Vamos a ver, pandilla de cabrones.
Entiendo que hay quien por su trabajo, o por gusto, necesita o desea dar con los deditos en un móvil.
Lo comprendo y apruebo, pues cada cual plantea su vida como quiere o puede. Pero dejadnos un margen de libertad a los otros, maldita sea.
Dejadnos vivir.

Y dejad, también, de dar pretextos a bancos, líneas aéreas y demás corporaciones y negocios sin escrúpulos que, con el pretexto de que facilitan tu vida, se la facilitan y abaratan ellos mientras la hacen imposible a quienes no queremos que nos la facilite nadie.

Lo que a mí me hace fácil la vida es recibir por correo, en papel de toda la vida para poder archivarlo, los recibos de la luz, el agua, los impuestos, las multas, las comunicaciones oficiales.
No tengo por qué pasar una hora descifrando si consume más el lavaplatos que la tele. Ni convertir una operación bancaria, un pago de tasas municipales o lo que sea, en complicada operación llena de claves, firmas electrónicas, confirmaciones de identidad.
Eso, en el caso improbable de que todo funcione a la primera y no haya percances cibernéticos que te manden al carajo.

Pero es que la última faena, hijos de la grandísima, es que cada vez menos cosas se pueden imprimir.
La tarjeta de embarque, la entrada de cine, la del museo, hay que llevarlas ahora en el teléfono, con su código QR.
Cada vez menos sistemas permiten pasarlo a papel.
Me ocurrió en el cine, el otro día. Y con billetes de una compañía aérea. Y con la reserva de un hotel.

El teléfono de última generación se ha convertido en herramienta imprescindible, incluso para quienes no quieren o saben utilizarla.
Si deseas viajar, gestionar algo, moverte por la vida, debes abrirte paso en una maraña de aplicaciones, viviendo en un mundo virtual de mensajes, claves y dependencias.
Es cierto que los chicos jóvenes - a los que hemos educado en la suicida negación del desastre - parece que nazcan ya adiestrados.
Mejor para ellos; pero ¿qué pasa con la gente mayor..?
¿Qué hay de quienes no pueden o no les apetece adaptarse a esa forma de vida..?
Las soluciones que oyes ponen los pelos de punta.
Cursos para la tercera edad, proponenPara que los viejales nos adaptemos al asunto.
Para que un abuelo de 80 tacos que no tiene sobrinos, hijos o nietos sepa bajar aplicaciones y se pase lo que le quede de vida pegado al móvil.
En fin, oigan. O sea. Háganme el favor de irse a pastar.

Sé que todo eso es irreversible, claro. No hay otra que tragárselo.
Pero al menos tengo esta página para desahogarme.
Para ciscarme en los muertos más frescos de quienes me empujan al callejón sin salida, obligándome a vivir de manera insegura y humillante; y también en los muertos de quienes, borregos sumisos, se declaran felices con el sistema y son cómplices por activa o pasiva.

Ésos que se resignan o complacen jugándose el subir o no subir a un avión a que les funcione el aparatito.
Los que sostienen que hacer que su vida pase única y exclusivamente a través de ese chisme facilita encender la calefacción, tratar con el banco desde casa, poner o quitar alarmas, gestionar viajes o echar gasolina al depósito.

Los que aceptan la dependencia absoluta del móvil pero luego se declaran desesperados cuando lo pierden, se lo roban o se les escachifolla, pues pierden las fotos de familia, las aplicaciones para moverse por el mundo, su vida entera, sin dejar atrás ningún papel, ninguna constancia, nada concreto y físico a lo que recurrir para seguir tirando.
A quienes - me han hackeado el móvil, exclaman estupefactos, como si fuera imposible - los estafan o les vacían cuentas bancarias desde Singapur o la Patagonia.
A todos esos estólidos pringados.

Será porque estoy mayor y amortizado, pero juro por el cetro de Ottokar que a veces sueño con el moderno iceberg del Titanic: una tormenta solar perfecta, el gran apagón que mande todos los móviles y todas sus aplicaciones a hacer puñetas y deje a la humanidad mirándose unos a otros sin saber qué hacer ni cómo hacerlo.
Dirán ustedes que si eso ocurre, también yo me iría al diablo.
Y sí, en efecto.
Me iría, o me iré con todos. Faltaría más.

Pero podrán reconocerme entre quienes suelten carcajadas.
Aquí murió Sansón, dirá esa risa, con todos los filisteos.

IL CAPO SI È ARRABBIATO, de Horacio Verbitzky - 16/4/2023


Ilustración, Azul Blaseotto. Animación, Silvia Canosa


Después de veinte años de trabajar juntos, con una frecuentación cotidiana, Maurizio Macrì descubrió que no conoce a Horacio Rodríguez Larreta.

Ambos integraron la fórmula para el gobierno de la Capital Federal, que en 2003 fue derrotada por Aníbal Ibarra y Jorge Telerman y compartieron un proyecto de poder, con sede original en la Ciudad Autónoma y proyección al resto del país.
Altri tempi.
Hoy Ibarra integra la defensa del senador Oscar Parrilli en uno de los juicios con que es hostigado el kirchnerismo y Telerman es funcionario de Rodríguez Larreta en el área cultural, que es aquello que mejor juega y que más le gusta.

Macrì volvió a intentarlo con éxito en 2007, acompañado por María Vidal, y, en 2011, con Gabriela Michetti como vice, fórmula que repetiría luego en la presidencia, ya bajo la influencia de Rodríguez Larreta, quien durante esos ocho años fue su jefe de gabinete y en 2015 lo sucedió.
Su último mandado posible concluye este año.

Trabajo en equipo

Cuando Macrì habla de trabajo en equipo, está lisonjeando a Rodríguez Larreta, un licenciado en economía que desde muy joven se dedicó a construir la apuesta que hoy se apresta a realizar, por medio del Grupo Sophia, donde jóvenes profesionales se dedicaron a realizar estudios y formular planes para cuando llegara el día.
Entre otros, María Vidal.

Antes de encontrarse con él, en febrero de 2002, Macrì presentó su primera plataforma política.
Lo hizo ante el Jefe de Estado Mayor de la Armada, almirante Joaquín Stella, durante un almuerzo en la fragata Sarmiento anclada en puerto, a la que llegó en compañía del ideólogo de la ultraderecha prodictatorial, Vicente Massot, un habitué de la ESMA cuando era el mayor campo de concentración de la Capital.

El documento titulado “Visión 2010” fue elaborado en forma conjunta por la Fundación Creer y Crecer (que dirigía el empresario Francisco de Narváez y en la que trabajaba Vidal) y por la consultora estadounidense Booz, Allen & Hamilton. Del equipo participaba también Gustavo Ferrari, gerente de las empresas de Francisco De Narváez y nexo con el Opus Dei y la embajada de Estados Unidos.

El apuro de Macrì fue tan grande, que ni siquiera supervisaron la traducción del documento al castellano.
Por eso, hablaba de “clusters” de empresas (por racimos) y “Reino de la ley” (transcripción macarrónica del Rule of Law con que los anglosajones denominan al estado de derecho).

En 2003, Macrì aún lucía su bigote mercuryal y Rodríguez Larreta conservaba algunos pelos que estorbaban el brillo de su calva.
Su marca electoral se llamó Compromiso por el Cambio.


Pro Argentina era sólo el nombre de la filial rioplatense de las actividades y negocios de la Logia Propaganda 2, instalada aquí por Maurizio Gelli, hijo del fundador, según narró en su libro El Pibe Gabriela Cerruti, cuando ejercía una profesión digna.

Ahora se dedica a zaherir a ex colegas en sus conferencias de prensa semanales, donde emula al Presidente Alberto Fernández en la presentación de un metaverso que dibuja con tintes atractivos una deprimente realidad.

El jueves 13 rechazó reclamos de mano dura y dijo que la seguridad depende de la igualdad, concepto inobjetable en boca de cualquiera que no forme parte de un gobierno en el cual la distribución regresiva del ingreso se ha acentuado y ya ni basta un empleo formal registrado para levantar la boca y la nariz por encima de la línea de la pobreza.

No parece registrar el paso de los años y de las situaciones personales, en las que ya no es una comentarista sino una de las cuatro integrantes de la mesa ratona presidencial.

Al comentar el espeluznante índice de inflación del 7,7% mensual, dijo que se detecta una "tendencia a la baja" (sic).
Fernández ha adelgazado varios kilos y sonríe con más asiduidad que de costumbre, lo cual es difícil de entender.

Tanto como la sorpresa del Calabrés ante la decisión del jefe de gobierno porteño de aplicar la ley electoral que manda elegir los candidatos locales con el sistema de boleta única.
Está por verse si su reacción exasperada es sólo un desahogo de quien se sintió burlado por quien consideraba como una pieza propia en el tablero de las grandes decisiones, o si preanuncia actitudes rupturistas, que por ahora todos niegan.

Espiado en su intimidad por los servicios de inteligencia que manejaba Macrì, forzado a blanquear una circunstancia personal que acabó con su matrimonio, habría debido tener sangre de pato para fingir que todo seguía bien.

Las decisiones fuertes de un moderado

HRL se presenta como un moderado, en busca de acuerdos y consensos, pero esto no lo inhibe de tomar decisiones fuertes.
Así ocurrió con la situación de su ministro de Seguridad, Marcelo D'Alessandro, una vez que se difundieron los pormenores de su viaje de esparcimiento a la propiedad de Joe Lewis en el Lago Escondido, por invitación del Grupo Clarín y en compañía de jueces federales, prenseros y agentes de inteligencia.
Desde el primer momento su decisión fue separarlo del gobierno, pero lo hizo en cámara lenta.
Primero le otorgó una licencia, que D'Alessandro no pidió, durante la cual el jefe de gabinete Felipe Miguel quedó a cargo del Ministerio, pero cuando el tema había salido de la atención pública, antes de que venciera el plazo, le aceptó la renuncia que el Tano no había presentado.

Por supuesto, cada vez con zalamerías por la eficiencia de su gestión, y aborrecimiento por la vulneración de su intimidad en forma ilegal.

Su planteo sobre la constitución de una mayoría del 70%, sin la cual no serían posibles las reformas que cree necesarias, se autolimita cuando excluye al kirchnerismo, tal vez por convicción o acaso por temor a ser desbordado por derecha.

Las respuestas a su decisión del ex Presidente y sus partidarios, apelaron a valores y principios.
Con la intrepidez que sólo da la ignorancia, la renunciante presidenta del PRO, Patricia Bullrich, dijo que la cuestión era muy simple.

Su alejamiento de la presidencia del PRO es una medida prudente, luego de la documentada denuncia de la Inspección General de Justicia sobre la Fundación que utilizaba como pantalla para recaudar fondos y financiar gastos de campaña, cosa prohibida por la ley.

Con comprensible confianza en los jueces, en lugar de responder a los cargos, presentó una denuncia penal contra el Inspector General, Ricardo Nissen, por "perseguir a la principal figura opositora".

También dijo que Nissen fue abogado de CFK, lo cual no es cierto.
Sus recetas económicas no son menos simplistas.
En uno de sus encuentros con empresarios dijo muy suelta de cuerpo que su eventual gobierno reduciría por igual todos los gastos del Estado en un 20% y de ese modo podría eliminar las retenciones a las exportaciones agropecuarias.
Los eventuales beneficiarios de la monumental transferencia de ingresos que esto provocaría la aplaudieron a rabiar.


Del mismo modo que Horacio Rodríguez Larreta desilusionó a Macrì, María Vidal sorprendió a quien hasta poco antes había sido su jefe político. 
"Somos el cambio o no somos nada", escribió.
Macrì adhirió, como si no hubiera sido de su inspiración.

Pero cuando gobernó Buenos Aires, Vidal se pronunció en favor de la boleta única electrónica.

La relación entre ambos se agrietó en 2021, a raíz de la investigación publicada aquí sobre el piso en la Recoleta que Vidal compró con fondos de origen desconocido. 
"No sé cómo lo financió, hay que ver su declaración jurada", se desmarcó el jefe de gobierno.

La Justicia no ha sido ágil en investigarlo, pero la imagen prístina del Hada Buena se esfumó para siempre, por más que volviera a ser orgullosamente porteña, luego de varios años de orgullo bonaerense.

La ex Vicepresidenta Gabriela Michetti recordó que, en 2015, cuando ella disputó la candidatura a jefa de gobierno, Rodríguez Larreta dijo que no había tiempo para implementar ese sistema y cuestionó el cambio de las reglas en año electoral. Entonces Macrì apoyó a Rodríguez Larreta y luego le dio a ella el caramelo de la vicepresidencia.
Michetti tuvo el cuidado de aclarar que es partidaria de la boleta única, pero no de su oportunidad.
También Macrì se enreda con su propio historial, porque desde la presidencia defendió exactamente lo contrario, con tanta convicción como ahora.

Macrì y Bullrich se jactan de aquello que Rodríguez Larreta disimula.
Pero el jefe de gobierno admitió que antes de viajar a Europa por dos días para ver a una de sus hijas, dejó grabados cuatro videos con las distintas alternativas, un método a prueba de filtraciones.

¿Más Jorge que Macrì..?

Este método soft no es menos efectivo que el enfoque duro de Macrì y Bullrich.
En diciembre de 2021, Rodríguez Larreta designó como ministro de su gabinete al intendente de Vicente López, Más Jorge que Macrì, según su publicidad electoral de aquel año.

En ese momento nadie vio un problema de principios en su cambio de distrito, que también practicó Diego Santilli, en sentido inverso.
Este desembarco del primo inteligente de Macrì fue una concesión al ex Presidente, quien ya entonces imaginó que el mismo apellido encabezara la boleta electoral de JxC en la ciudad.

Antes de anunciar que no sería candidato en las próximas elecciones, Macrì le reclamó a Rodríguez Larreta que apoyara al hijo de su tío Tonino, el filántropo y melómano de la familia.

El alcalde dijo en público que sería ideal que el PRO tuviera un solo candidato en la primaria porteña.
Pero hasta ahora no ha hecho nada para promover el desistimiento de sus competidores, los ministros Soledad Acuña y Bernaldo de Quirós, y el desdoblamiento electoral equilibra el desnivel que hubiera implicado una boleta única en la que Más Jorge que Macrì fuera el único pegado al candidato presidencial de su coalición.

Para Macrì esto implica regalarle la Capital al precandidato radical, el ex ministro kirchnerista Martín Lousteau, otro de los que en 2015 cuestionaron el sistema que ahora los beneficia.
Mal no le viene a Lousteau, pero el efecto principal es desproteger a los libertarios, ya que ninguno de sus precandidatos porteños tiene el nivel de conocimiento y de adhesiones de su estandarte nacional, el economista que quisiera ser rock star Javier Milei, quien construye su campaña en base a exabruptos, como los de su ladera Victoria Villarruel y también Ramiro Marra sobre el cierre de la agencia de noticias Telam.
En 2015, Ernesto Sanz entregó la UCR atada de pies y manos a Macrì, hasta ahora no se sabe a cambio de qué.
Habrá que estar atentos a una nueva aparición suya, en auxilio del ex Presidente.

En el libro de entrevistas Y ahora ¿qué?, Alejandro Bercovich le preguntó a Axel Kicillof cuánto de lo que hizo Macrì en su gobierno fue planeado y cuánto fue un error.
La notable respuesta es que hay tres hipótesis: “Una es que son malos, otra es que son tontos o incapaces y la tercera es que son ladrones o que priorizan sólo sus intereses.
La duda es entonces si está predominando el negocio, y el negocio arruina el plan económico; si está predominando la torpeza o la ineptitud, y eso es lo que lo arruina, o si se trata de un plan económico que arroja necesariamente esos resultados y viene acelerado o ralentizado por alguno de los otros factores.
Lo que me parece a mí es que los tres componentes están presentes”.

Concluye que es un mal plan, mal aplicado y con predominio de los negocios “del grupo que gobierna, pero en particular del entorno más cercano a Macrì y de los negocios del propio Macrì”.

Eso explicaría el desmesurado interés de Macrì por imponer a su primo.

Esta mutación de posturas respecto del sistema electoral también se manifiesta en el FdT.
Fue CFK, luego de la derrota bonaerense en las elecciones de medio término de 2009, quien propició las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias.
Esto es difícil de compatibilizar con el planteo formulado a fines de 2022 para que este año no se realizaran.
Es ostensible que, en todos los casos, no hay en juego ni cuestiones de principios ni razones económicas, sólo de oportunidad y conveniencia, algo legítimo pero difícil de digerir para una sociedad erizada por múltiples razones, comenzando por la concentración del ingreso en las grandes compañías que han tenido ganancias extraordinarias, mientras un porcentaje creciente de la población no alcanza a cubrir sus necesidades básicas.

El espejismo de la macro

Cristina fue la primera en advertir que eso tendría inevitables consecuencias electorales, pero chocó con la negación del Presidente, quien ha rehusado en forma sistemática cualquier corrección del rumbo, confiado en los buenos números de la macroeconomía.
El 7,7% de crecimiento del Indice de Precios al Consumidor en marzo (que en el caso de alimentos y bebidas llegó al 9,3%) supera el alarmante nivel al que lo dejó el ex ministro Mr. MaGoo y defrauda todas las expectativas de Massa por reducirlo. Faltan un par de puntos para que duplique la marca anual que dejó Macrì.

Aun así, el último informe del Centro de Economía Política (CEPA) señaló que en enero de este año volvió a crecer el empleo registrado privado, con 17.431 nuevos puestos de trabajo, un incremento del 0,3%.



Durante la crisis del Gobierno de Cambiemos (abril de 2018 / diciembre de 2019) se destruyeron 275.000 puestos de trabajo registrados privados.
A esta caída se suman los puestos perdidos a causa de la crisis sanitaria por la pandemia (-195 mil) y unos 15.000 entre enero y febrero de 2020. Desde el piso de la pandemia, en julio de 2020, se han generado 501.000 puestos de trabajo, más del 100% del total perdido desde esa fecha.

Los datos de la Encuesta de Indicadores Laborales (EIL), a su vez, anticipan datos positivos para febrero, y el empleo registrado privado sostiene el sendero de crecimiento aún en meses donde se evidencia una desaceleración de la actividad económica.
Se sigue reduciendo la heterogeneidad sectorial, sin dejar de mantenerse como fenómeno específico luego del impacto de la pandemia:
  • 10 sectores dinámicos ya se encuentran por arriba de los niveles pre Covid-19, entre los que sobresalen Industria y Construcción.
  • 2 sectores se encuentran aún en recuperación, Transporte y Servicios Comunitarios, Sociales y Personales. En estos sectores se crean puestos de trabajo desde julio 2020 en adelante, pero no llegan a los niveles de febrero del 2020.
  • Otros 2 sectores permanecen en crisis computando menos trabajadores y trabajadoras respecto al piso de la pandemia, estos son: Finanzas y Agricultura. 95% de las provincias ya registran más empleo privado que en febrero de 2020, y ya no se observa una heterogeneidad regional como en meses anteriores. Todas las provincias se ubican en niveles cercanos a los registrados en pre-pandemia, excepto Tucumán.
No obstante, en enero la evolución de la mediana y media salarial quedaron sensiblemente por debajo de la inflación (6,0%): la mediana se retrajo casi 1 punto porcentual y la media incrementó su valor en 3,5%.
La mediana es el tope del salario que perciben la mitad de los trabajadores.
Es decir que esa mitad está recibiendo incrementos de menor cuantía que el promedio.



Desde que asumió el Presidente Fernández hasta el verano de 2021, ambas líneas fueron paralelas cercanas, pero desde entonces el clivaje entre ambas ha crecido. Al mismo tiempo, comienza a naturalizarse la afirmación de Macrì de que es posible un balotaje entre los cambiemitas y el Rejuntado Milei.
Un estudio reciente muestra que los posibles votos para el tío de peluca no solo provienen de JxC sino también del FdT.
Una investigación de Hugo Alconada Mon mostró el reclutamiento de Milei dentro de lo que llama la casta, con Martín Menem y Ricardo Bussi como figuras más conocidas.
Pero también atrajo a dirigentes del PRO, de la UCR e incluso algún ex kirchnerista.


De ahí la insistencia del kirchnerismo y de una porción significativa del sindicalismo en un aumento de suma fija para las remuneraciones inferiores, que está provocando menor resistencia en la conducción de la CGT. El tema fue mencionado por el secretario general de la CTA y diputado nacional kirchnerista Hugo Yasky, durante la movilización del jueves frente a la Corte Suprema de Justicia, con la consigna Democracia o Mafia y por Máximo Kirchner en el encuentro justicialista de la 6a sección electoral.


Yasky frente a Tribunales.
Foto, Luis Angeletti.

Durante la semana Yasky, junto con el bancario Sergio Palazzo, el metalúrgico Abel Furlán, los docentes Roberto Baradel y Sonia Alesso y el mecánico de automotores Mario Manrique, entre otros, habían visitado a Cristina en el Senado. Esa iniciativa fue impulsada por Palazzo durante el plenario de febrero en la sede del PJ, pero hasta ahora no había podido concretarse.
El objetivo era pedirle que aceptara ser candidata.
Cristina no se pronunció, pero les dejó una frase alentadora: no piensa dedicarse al cuidado de los nietos.

Habrá un nuevo plenario este mes y una marcha federal y concentración en la Avenida 9 de Julio el 25 de mayo, cuando se cumplan 20 años de la asunción de Néstor Kirchner y 50 de la de Héctor J. Cámpora.
De todos modos, el estudio de alternativas está a la orden del día.
La principal: que si Alberto quiere competir, deberá buscarse un candidato a la gobernación bonaerense, porque Kicillof no le compartirá la boleta.
Esta es la hora de las propuestas extravagantes:
  • En la Casa Rosada piensan en la candidatura a gobernadora de la Chica Plástica del Ministerio de Desarrollo Social, muy conocida en su casa a la hora de comer;
  • La experiencia de 2017, cuando con Florencio Randazzo como insignia, Alberto obtuvo el 5,2% en la provincia de Buenos Aires, es una marca fácil de superar.
  • El Frente Renovador no descarta que Massa pueda ser candidato en la provincia de Buenos Aires.
  • Una versión lanzó que Macrì podría reemplazar a su primo como candidato en la Capital.
  • Luis D'Elía sugirió que Fernández acompañe como candidato a Vicepresidente al embajador en Brasil. Pero si algo le falta a Daniel Scioli es un pelo de tonto. Si va a una interna, no será como representante de Alberto, y de ahí su contacto con Cristina y la Cámpora.
Mañana, a las 10, el Encuentro Patriótico y el Bloque Social por el Trabajo partirá desde Avenida de Mayo y 9 de Julio, primero hacia el Ministerio de Desarrollo Social y luego al de Defensa para repudiar la nueva visita de la jefa del Comando Sur, generala Laura Richardson, "quien ha desnudado en múltiples discursos la estrategia neocolonialista de Estados Unidos para apropiarse de los bienes comunes de nuestra Patria Grande, para ponerlos al servicio de sus cadenas de suministro y frenar el derrumbe de su prepotencia imperial. La reciente visita de Alberto Fernández ante Biden, los recurrentes gestos de obediencia de funcionarios locales de toda índole y jerarquía con funcionarios y los representantes de la embajada yanqui, la subordinación al programa económico del FMI, el favorecimiento de la apropiación de bienes comunes a grandes multinacionales, son la elocuencia de una política que tiene como destino la administración de una colonia".

El viernes, el armador político del radicalismo porteño, Emiliano Yacobitti, fue el anfitrión de la viceministra de Relaciones Exteriores de Estados Unidos, Wendy Sherman, quien pronunció un extenso discurso.
Dijo que su país quería competir en igualdad de condiciones con China (lo cual es una contradicción en los términos, a la luz de las precisiones de Richardson: China invirtió en la región más de 70.000 millones de dólares, mientras el Comando Sur sólo dispone de 250 millones).

Como todos los funcionarios de su país que hablan de la Argentina, mencionó alimentos, energía y litio y sentenció que los argentinos deben prepararse para sufrir en el corto plazo si quieren salir adelante.
Curioso discurso para una funcionaria política, en año electoral.

También opinó que "la democracia no se puede sostener simplemente porque se realizan marchas, o porque se eligen nuevos líderes o porque se realizan elecciones".
A su juicio, la calidad de la democracia se mide por el dolor que esté dispuesta a infligir a su pueblo.

Los viajes del Presidente y del Ministro de Economía Sergio Tomás Massa a Estados Unidos y Europa procuran un relajamiento de las condiciones del Acuerdo de Facilidades Extendidas con el Fondo Monetario Internacional y el aporte de fondos frescos.
Ambos se congratulan por el buen resultado de esas gestiones, ya sea ante el Presidente estadounidense Joe Biden, las autoridades del FMI o fondos soberanos como el de Arabia Saudita.
Lula dijo desde China que el Fondo no debía asfixiar a la Argentina, y Alberto lo celebró aquí.
Pero no abunda la reflexión sobre el sentido del acuerdo con el organismo, cuya principal meta no es cobrar las deudas, sino refinanciarlas a cambio de concesiones siempre crecientes sobre la política económica, cada día menos independiente.
La opacidad informativa impide conocer qué es lo que se está tramando.

Los principales líderes de la oposición rindieron examen ante la Sociedad Rural y el Consejo Interamericano del Comercio y la Producción (CICYP).
Allí, Macrì reiteró su aprecio por Milei pero hizo una salvedad: él no es partidario de dinamitar todo, sino casi todo.

Habrá que aprender a rezar.

APOTEGMAS PERONISTAS, de Horacio Verbitzky - 23/4/2023


Diseño, Alejandro Ros, Animación, Silvia Canosa

Esta semana, reaparece la modesta sección "Yo te lo dije".
El 5 de marzo, en la nota titulada "Adiós", el Cohete destacó que el Presidente Alberto Fernández "no imagina la posibilidad de un segundo mandato ".
Ante la Asamblea Legislativa dijo que "puedo hablar con ustedes francamente de la pobreza, de la inflación, de la inseguridad y de los bajos ingresos”.
La nota preguntaba: "Si puede hablar de ellos, ¿por qué no lo hizo..?
Luego de definirlos como factores estructurales pasó a otro tema, sin una explicación acerca de sus causas ni, mucho menos, una hoja de ruta para superarlos.
La ausencia de cualquier propuesta al respecto sugiere que el horizonte que contempla no va más allá del 10 de diciembre".
Así era hace ya un mes y medio.

Y el jueves 20, durante una entrevista en el noticiero central de la Televisión Pública, agregué que la única duda era cuando anunciaría una decisión ya tomada, e irreversible.

Lo hizo menos de 12 horas después, en un video al estilo de Gabriela Cerruti, con el apotegma peronista: "Primero la Patria, después el Movimiento y después los Hombres".
Las mujeres, bien gracias.
Insumió casi ocho minutos para destacar los logros de su gobierno, esta vez sin el yoísmo habitual, y admitió que “no logramos todo lo que nos propusimos", por lo que "tengo que concentrar mi esfuerzo, mi compromiso y mi corazón en resolver los problemas de los argentinos y las argentinas".

Además se ofreció como garante de la organización de las PASO, para que 
puedan participar quienes lo deseen.
Su idea de entregarle la lapicera a cada militante sugiere una concepción anarquista de escasa viabilidad.
Además, como dijo Máximo Kirchner en el plenario de Ferro, hay una justicia que no permite que la militancia escriba con esa lapicera el nombre que prefiere.


Altas y altísimas fuentes

Que Alberto vaya a tener más tiempo para ocuparse de los problemas económicos no es algo que calme los nervios, sobre todo a la luz de los episodios de la última semana, a partir de su almuerzo con el jefe de asesores Antonio Aracre.
La mayor tranquilidad proviene de la pérdida del vínculo entre sus palabras y los hechos.
La intriga política corrió a través de filtraciones atribuidas a altas o altísimas fuentes.

Cerruti desmintió que el Presidente hubiera pensado en Aracre para reemplazar en el ministerio de Economía a Sergio Tomás Massa. De ese modo, instaló una versión que nadie conocía.
Se había publicado en un blog de escasa circulación, que se la endilgó a las "altísimas fuentes".
Cerruti replicó que "en la Casa Rosada ni filtramos ni desmentimos inventos periodísticos", es decir lo contrario de lo que estaba haciendo.
José Ignacio López, volvé, te perdonamos.

La información sobre Aracre fue difundida por un periodista, Leandro Renou, que maneja parte de la información política en varios medios del empresario Víctor Santa María, al mismo tiempo presidente del Congreso porteño del Partido Justicialista, un especialista en esconder la mano mientras observa el impacto de la piedra.
Renou lo hizo en un blog de circulación restringida.
Santa María, que durante los años del macrismo prohibió notas o fotos de Cristina y Máximo en sus medios, ahora plantea que es la única candidata admisible.

"Que se rompa pero que no se doble", escribió en su despedida el suicida Leandro Alem.
Santa María lo entendió al revés.


Cálculo de probabilidades

Lo que nadie niega es que, durante un almuerzo a solas, el lunes 17, Aracre le propuso a Fernández una devaluación del 60% y otro tipo de medidas que antes había comunicado a dirigentes empresariales.
El Presidente dijo que lo consultaría con Massa.
Otra de esas filtraciones presidenciales que no existen narró la recriminación posterior al jefe de asesores, una vez que Massa amenazó con su renuncia.

- Alberto, te juro que yo no tengo nada que ver, no sé de dónde salió. Es una operación de otro lado.

- No hay forma de que no hayas sido vos, Tony. En el almuerzo éramos dos.

Si eran dos, las probabilidades se distribuyen en partes iguales.
El ataque a los tobillos del propio ministro es un clásico, desde el esmerilado al que Carlos Menem sometió a Domingo Cavallo, hasta las insidias de Fernando De la Rúa contra Rodolfo Terragno y las del propio Alberto Fernández dirigidas a Juan Manzur.
En cualquier caso, es difícil creer que Aracre haya filtrado su plan sin conocimiento de Alberto, quien lo despidió como a un "querido amigo".

Desde que se resignó a que no podrá postular a la reelección, Fernández se entretuvo demorando el anuncio, para desesperación de quienes le reclamaban un imprescindible ordenamiento del FdT, y raspando a quienes imagina como posibles candidatos.
Massa en primer lugar.
Como retribución de gentilezas, desde Economía sugieren que fue el gobierno de Estados Unidos el que condicionó el apoyo solicitado al paso al costado del Presidente. 
"Enorme generosidad", fue la interpretación de los colaboradores del renunciante.
Cerruti llegó a decir que podía ganar la elección cuando desistió.


La chispa que encendió la pradera


Aracre y Guzmán. Dos que no quieren a Massa.

La versión sobre Aracre fue la chispa que encendió una pradera reseca, por decirlo con una metáfora pertinente al momento que se vive.
Los exportadores de soja retuvieron el grano pese a la vigencia de un dólar especial, a la espera de aún mejores condiciones.
Y los mercados financieros respondieron con un incremento del 10% de las cotizaciones paralelas en dos días.

Es insólito que un gerente de una multinacional del agronegocio haya sido jefe de asesores de un gobierno que se reclama peronista y que un personaje tan insignificante haya armado tamaño embrollo.
Al de estos días hay que sumar su anuncio antes de asumir sobre una reforma laboral, que puso a la CGT en pie de guerra y su contacto frecuente con el ex ministro Mr. MaGoo.

Hace dos semanas dijimos en El Cohete que un Presidente derrotado en las elecciones internas del partido que preside no sería un pato rengo, que es el temor que Alberto invocó para dilatar la decisión, sino un lechón al horno con una manzana en la boca y sobre lecho de escarola, según la receta del lamentado cocinero Cala, que se nos fue pero aún nos guía.

Descartada esa fantasía, Alberto insiste en conducir el proceso electoral para la selección de las candidaturas.
Y se ilusiona con ser representado en esa contienda por un candidato antikirchnerista.
En el video de renuncia menciona varias veces al ex Presidente del que fue jefe de gabinete, identificándose con él, pero nada dice de Cristina.
Y también su protegida, Victoria Tolosa Paz, convoca a Néstor Kirchner como escudo contra su viuda y su hijo.

La ilusión de que la contadora Tolosa pueda competir con el gobernador bonaerense Axel Kicillof es otra medida del extravío con el que el Presidente consume sus últimos meses en el gobierno.
Derrotada por La Cámpora en La Plata, Madame Albistur piensa en grande. Demasiado grande.
En cambio, Máximo Kirchner llamó a elaborar un programa que exprese los intereses populares, para que no se repita la decepción actual, e instó a militar con alegría.

Desde Economía, además de los diálogos presidenciales con Aracre señalaron a la Sociedad de Bolsa Max Capital, que envió a sus clientes en el exterior un mail en inglés anunciando como un hecho sabido que mañana el peso se devaluaría el 50%.

La empresa se disculpó con Massa por carta por lo que llamó la difusión irresponsable de un rumor sin fundamentos, lo que tal vez la salve de la denuncia penal, pero no del sumario de la Comisión Nacional del Valores.

Quien firma la disculpa es el socio director Juan Rodríguez Braun, un ejecutivo de finanzas con antecedentes en el banco de los Hermanos Lazard.
El hermano mayor de Juan es Alberto Rodríguez Braun, un montonero arrepentido que se radicó en España, donde asumió las posiciones liberales extremas de Pilar Rahola.
También comparte el Consejo Académico de la Fundación Libertad y Progreso, que preside Alberto Benegas Lynch (h) y que integran, entre otros prohombres del liberalismo neo, Ricardo López Murphy, Emilio Cárdenas, Alejandro Fargosi, Héctor Mairal, Marcos Aguinis, Jorge Vanidossi y el ex secretario de hacienda del dictador Leopoldo Galtieri, Manuel Solanet,
Entre sus financistas están la Red Atlas, la Fundación Friedrich Naumann, el CATO Institute, The Heritage Foundation y el Instituto Acton.


Los hermanos Juan y Carlos Rodríguez Braun.
Por derecha o presunta izquierda, contra el país.


La única verdad es la realidad

El peronismo tiene un apotegma para cada circunstancia, y a este caso corresponde el que su fundador y Rogelio Frigerio le tomaron en préstamo a Aristóteles en 1971: "La única verdad es la realidad".
Es decir que el ordenamiento del proceso electoral sólo puede realizarlo CFK, en alianza con Sergio Massa y con un alto número de gobernadores e intendentes que entienden que ese es el único camino viable para resistir la ofensiva de cambiemitas y libertarios, que avanzan con sus cartuchos de dinamita en mano, contra los derechos de género, laborales y previsionales, la educación y la salud pública, tal como se vanagloriaron en el hotel más suntuoso de la Argentina.


Ilustración, Azul Blaseotto.

Cristina anunció en diciembre que no sería candidata a ningún cargo electivo este año. Lo hizo dos veces, con rabia el día en que se leyó la sentencia del tribunal que sin ninguna prueba la condenó a seis años de prisión e inhabilitación perpetua para ocupar cargos públicos, y con calma y buenos argumentos políticos dos semanas después en el plenario de Avellaneda.
Nada hace pensar que pueda retractarse, pero a lo que no renunció es a la conducción política del sector que requiere del Estado para subsistir.
La idea de una interna que enfrente a un candidato de Alberto con otro de Cristina, es otra quimera.
No hay nadie con la voluntad suicida de repetir la experiencia de 2017, cuando CFK perdió por un par de puntos la elección senatorial con Esteban Bullrich, pero ratificó que nadie en el peronismo podía hacerle sombra.
Precisamente, un Sarmiento contemporáneo podría escribir "¡Sombra terrible de Randazzo, voy a evocarte!"

El Movimiento Eguita aprendió la lección, y a pesar de los centenares de miles de millones que Alberto le permitió manejar, anunció que militaría por la reelección de Kicillof en la provincia de Buenos Aires, pero no por la del Presidente.
Es el problema con los oportunistas: cuando más se los necesita, se evaporan para corporizarse en el bando opuesto.

Hasta el gobierno de Córdoba, que es la provincia donde el kirchnerismo tiene menos incidencia, debe recurrir ahora a Cristina.
Luego del anuncio de que la psicóloga camporista Gabriela Estévez, aliada con el intendente de Embalse, Federico Alessandri, de la línea interna del ex senador Carlos Caserio, presentarían lista propia en las elecciones provinciales, el candidato del gobernador Juan Schiaretti a sucederlo, el intendente de la capital Martín Llaryora, pidió una reunión urgente.
Cristina recibió en el Senado a Estévez y Alessandri y esto desató el pánico en el gobierno provincial.

"Estamos varios puntos por debajo de Luis Juez y Rodrigo de Loredo", arguyó Llaryora.
Le respondieron que le harían el contacto con quien puede tomar alguna decisión. Ni siquiera allí, donde Macrì en 2015 se impuso con el 70% de los votos, el peornismo provincial puede sostener el ninguneo al kirchnerismo que está en su ADN.

Ni hablar en la provincia de Buenos Aires. El Presidente imaginó que Daniel Scioli pudiera ser su gladiador contra el kirchnerismo.
(Para bajarle el precio lo rebautizaron "cristicamporismo", porque verdaderos kirchneristas serían Alberto, el empresario gastronómico Fernando Navarro y la Chica Plástica.)
Pero el encuentro del ex gobernador con la intendenta de Quilmes, Mayra Mendoza, lo llamó a la realidad.
No es una fórmula electoral, pero ayuda a pensar salidas posibles para el intríngulis.


Scioli-Mayra. No es una fórmula, pero ayuda a pensar.

En este caso, el principal inconveniente es la tirria que no se ha disipado entre Scioli y la familia Massa - Galmarini.
"Con vos todo mal, pedazo de forro" no califica como apotegma peronista pero permanece en el catálogo de las actualizaciones doctrinarias.
En cualquier caso, es difícil imaginar candidaturas sin el visto bueno de la Vicepresidenta, quien no está pensando en pronunciarse por alguna en particular.

El patético acto del viernes donde se juntaron para advertir que ganarían, tres históricos perdedores: Santiago Cafiero, de San Isidro; la Chica Plástica, de La Plata, y Aníbal Fernández, de Quilmes.
Si esto es todo lo que tiene Alberto, se comprende su desistimiento, aunque sigue en las brumas por qué envía a buenos compañeros a correr la suerte que él evitó. Las agresiones del Ministro de Seguridad a La Cámpora, muestran una penosa regresión, próxima al maccartismo duhaldista.

Scioli tiene una ventaja sobre el resto y es que su campaña ya está hecha: basta con difundir los puntos principales del debate en 2015 sobre Macrì, donde el candidato del FdT anunció todo lo que haría el hombre de negocios turbios con el Estado si llegaba al gobierno.
Fue un fiel vaticinador de lo que se escondía tras un discurso mentiroso.
Hoy es peor, porque se jactan de lo que antes ocultaban.

Espejismos

Otro espejismo instalado desde los grandes medios comerciales es que el kirchnerismo da por perdida la elección presidencial y piensa en atrincherarse en la provincia de Buenos Aires, donde la candidatura de Kicillof aventaja a todas las demás.
Nadie menos convencida de esa posibilidad que Cristina, quien por el contrario, cree que se gana o se pierde en ambas contiendas.

La estadística sirve para complementar los análisis basados en sondeos preelectorales.
En las cuatro décadas de elecciones los resultados nacionales coincidieron seis veces con los bonaerenses:
  • Raúl Alfonsín y Alejandro Armendáriz en 1983;
  • Carlos Menem y Eduardo Duhalde, en 1995;
  • CFK y Daniel Scioli, en 2007 y 2011;
  • Maurizio Macrì y María Vidal, en 2015, y
  • Alberto Fernández y Axel Kicillof, en 2019.
La única excepción se produjo en 1999, donde Fernando De la Rúa obtuvo la presidencia, pero Carlos Rückauf, se alzó con la gobernación bonaerense.

Los sucesivos oficialismos no tuvieron la misma suerte en las elecciones intermedias o cuando la presidencia y la gobernación se disputaron en fechas diferentes.
Estos datos históricos también precaven contra la tentación de correr a Kicillof de la disputa bonaerense a la presidencial, porque nadie retiene tantos votos a Cristina como él.

Pero sería desvestir a un santo para vestir a otro: no hay un solo aspirante provincial con perspectivas de defender la gobernación en mejores condiciones que él.
Kicillof fue el vocero de la brevísima reunión del Consejo Nacional del PJ, que difirió hasta el Congreso Nacional del 16 de mayo, la definición de cómo serán las PASO y las elecciones generales.
Del mismo modo, el plenario de la militancia que se realizó ayer en Ferro postergó las definiciones sobre Cristina hasta el 27 de abril, cuando la Vicepresidenta encabezará un acto en el Teatro Argentino de La Plata, sede histórica de sus lanzamientos.

Entre China y Estados Unidos

Durante el último viaje a Estados Unidos, tanto Alberto como Massa solicitaron el apoyo del gobierno de Joe Biden en las negociaciones con el FMI y, más aún, el suministro de fondos frescos.
Es decir, más endeudamiento, que es lo que el Presidente dijo que no haría cuando ganó las PASO de 2019.

Por su parte, Estados Unidos pretende que se paralicen los acuerdos con China, cosa que no es fácil para la Argentina porque tienen una significación económica superlativa.
El embajador argentino en Beijing, Sabino Vaca Narvaja, recrimina al ministro de Relaciones Exteriores, Santiago Cafiero, por dilatar la concreción de los pasos pendientes en la negociación con China, lo que a su vez posterga el viaje de Massa al Asia.

En ese contexto llegó por segunda vez al país la jefa del Comando Sur de las Fuerzas Armadas de Estados Unidos, generala Laura Richardson.
Clarín atribuyó a altas fuentes del gobierno estadounidense que la generala había rechazado una solicitud de entrevista de la Vicepresidenta CFK.

El año pasado, cuando Richardson se reunió con Cristina en el Senado, Clarín sostuvo que el encuentro había sido pedido por la Vicepresidenta.
Entonces, y ahora, la embajada lo desmintió.

Clarín lo consignó a su manera.
Dijo que Cristina "intentó desmentir el ofrecimiento de la reunión y acusó al medio de 'mentir'".
No fue ella, sino la oficina de prensa de la embajada, que no intentó desmentir sino que desmintió, dos pequeños detalles que al diario de la vallada sede de la calle Tacuarí, que rechaza la conciliación obligatoria por el despido de medio centenar de trabajadores, no le parecen significativos.

Fuera del metaverso, Richardson sólo mantuvo tres encuentros:
  • Con el jefe de Estado Mayor Conjunto de las Fuerzas Armadas, Martín Paleo.
  • Con el ministro de Defensa, Jorge Taiana, y
  • Un asado en el quincho de la Dirección de Remonta del Ejército, con los jefes de las tres Fuerzas Armadas, al que también asistió el secretario de Asuntos Internacionales del Ministerio, Francisco Cafiero.
Taiana siempre estuvo al control de la situación.
Paleo y Cafiero le informaron en detalle de sus respectivos encuentros.

El ministro estaba en una buena semana.
Luego de un mes había conseguido concertar los detalles con la gobernación de Santa Fe, el municipio de Rosario y el Ministerio de Seguridad, para concretar la improvisada promesa presidencial de que los zapadores militares abrirían calles y tenderían caños de agua en el Tío Rolo, uno de los barrios que claman por ayuda ante la deserción del Estado en un territorio en disputa sangrienta entre diversas banditas de menudeo de sustancias narcóticas de venta prohibida por las autoridades sanitarias.

También acordó con la intendenta de Moreno, Mariel Fernández, el uso dual de la base Moreno que solían usar los aviones Mirage, hoy inexistentes.
El macrismo se la dio en concesión a la transportista privada Vía Bariloche. Pegado a la base hay un Parque Industrial y se prevé erigir un centro logístico para aviación de carga, con la pista reparada por el municipio.
Nadie del gobierno le advirtió a Taiana sobre compromisos asumidos con Estados Unidos que pudieran ponerse sobre la mesa con Richardson.
De hecho, fue una visita rutinaria, en tono cordial, no vino a dar lecciones sino a escuchar.

Ella tenía la sensación de que algo había hecho mal, probablemente sus declaraciones en el Atlantic Council, en enero.
Según la grabación difundida por la revista centroamericana de periodismo de investigación Expediente Público, Richardson dijo allí que China y Rusia eran actores malignos en la región que sostenían una competencia estratégica con su país.
También señaló a Cuba, Venezuela y Nicaragua, cuyos equipos militares son rusos.
Les pidió que los donaran a Ucrania y que los reemplazaran con sistemas de armas estadounidenses.
Luego habló del triángulo del litio y la posibilidad de "eliminar a nuestros adversarios" e hizo una provocativa referencia al Amazonas que causó irritación en Brasil.

Expresó preocupación por los avances de China, que no es democrática ni respeta los derechos humanos, a la que definió como maligna, y manifestó voluntad de cooperar, al cumplirse 200 años de relación diplomática.
La reunión se extendió por una hora, con los respectivos intérpretes, pese a que Taiana vivió en Washington y habla un inglés perfecto.
No tanto como el de su hijo Francisco, que nació en la capital estadounidense y recién vino a la Argentina a los ocho años, y es un sinólogo de prestigio académico, cuestión que Richardson no mencionó.

Taiana dijo que el gobierno anterior tomó un crédito que superó más de tres veces al máximo de lo que correspondía, que ese dinero se fugó, y no quedó nada más que la deuda.
Esto fue parte del apoyo de Trump para la reelección de Maurizio Macrì.
Además de esa deuda impagable el nuevo gobierno se encontró con la pandemia, donde cumplieron un rol importante las Fuerzas Armadas, luego la sequía y ahora el año electoral.
Richardson escuchó atentamente la descripción de este cuadro complejo y frágil, tomó algunas notas y dijo que no desean que esto termine mal.
Le preguntó cuál consideraba que sería su legado como ministro y ante la respuesta de Taiana reconoció el valor de la política de defensa nacional, expresada en los nuevos decretos y directivas, la puesta en marcha del Fondo para la Defensa, Fondef, también la jerarquización salarial de las Fuerzas Armadas.
Coincidió en que era mucho para un solo mandato.

La desNATización

Cuando Richardson expresó preocupación por la presencia china en el Atlántico Sur, Taiana replicó que el único problema allí, en las islas y en la Antártida, es la presencia de Gran Bretaña en Malvinas.
Mientras tanto el canciller Cafiero participaba en Cabo Verde, en el acuerdo de zona de paz del Atlántico Sur.
Estados Unidos ofrece los cazas F16, de la Lockheed Martin, en poder de Dinamarca.
Pero esas conversaciones no dieron lugar a acuerdos por escrito.

La experiencia de Chile es desalentadora: una hora de vuelo para entrenamiento requiere un gasto de 15.000 dólares.
Es posible que en vez de vendérselos a la Argentina, los envíen a Ucrania.
La transferencia de esas armas letales requiere un acuerdo político con Estados Unidos y la autorización de su Congreso, que antes de dar su aprobación supervisa la desNATización de los aparatos, es decir, el desmontaje de los sistemas tecnológicos más avanzados establecidos por la NATO y su reemplazo por otros de menor alcance o poder.
Además hay partes de producción por empresa de Gran Bretaña, que a cuatro décadas de la guerra aun no ha levantado el embargo.
El jumbo francés retenido en Buenos Aires a solicitud de Estados Unidos fue vendido por Irán a Venezuela sin desNATizarlo.
En la década de 1990, Menem compró un lote de A4 Skyhawk, de la década del '60, modernizados.
Pero en total sólo llegaron dos misiles para 36 aviones.
Una inversión inútil.

China, en cambio, ofrece aviones con la tecnología más avanzada, sin control de Estados Unidos o Gran Bretaña y financiados en su propia moneda.

La mayor amenaza que preocupa a Estados Unidos es la adopción por Brasil y la Argentina de la tecnología 5G, en la que la empresa china Huawei tiene superioridad sobre sus competidores pro-occidentales, la noruega Nokia, la sueca Eriksson y la surcoreana Samsung.
Pero sobre ese punto, vinculado con la adquisición de datos fundamentales para el desarrollo de la Inteligencia Artificial, Richardson sólo dejó un folleto del Departamento de Estado, que advierte sobre los riesgos de la presencia china, lo cual redimensiona el carácter de las presiones que se ejercen sobre un gobierno de salida.

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El folleto del Departamento de Estado contra la tecnología china 5g.

El argumento principal es que por una puerta trasera de la aplicación, China podría tener acceso a información de los usuarios.
Es decir, lo que hacen como hábito Estados Unidos e Israel.

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