viernes, 27 de julio de 2018

DESPUÉS, de Homero Manzi

Después, la luna en sangre y tu emoción,
y el anticipo del final
en un oscuro nubarrón.
Luego, irremediablemente, 
tus ojos tan ausentes
llorando sin dolor.

Y después, la noche enorme en el cristal,
y tu fatiga de vivir
y mi deseo de luchar.
Luego, tu piel como de nieve,
y en una ausencia leve
tu pálido final.

Todo retorna del recuerdo:
tu pena y tu silencio,
tu angustia y tu misterio.
Todo se abisma en el pasado:
tu nombre repetido ...
tu duda y tu cansancio.

Sombra más fuerte que la muerte,
grito perdido en el olvido,
paso que vuelve del fracaso
canción hecha pedazos
que aún es canción.

Después,vendrá el olvido o no vendrá
y mentiré para reír, y mentiré para llorar.
Torpe, fantasma del pasado
bailando en el tinglado
tal vez para olvidar.

Y después, en el silencio de tu voz,
se hará un dolor de soledad
y gritaré para vivir...
como si huyera del recuerdo
en arrepentimiento
para poder morir.

SUR, de Homero Manzi

San Juan y Boedo antigua, y todo el cielo,
Pompeya y más allá la inundación.
Tu melena de novia en el recuerdo,
y tu nombre florando en el adiós.

La esquina del herrero, barro y pampa,
tu casa, tu vereda y el zanjón,
y un perfume de yuyos y de alfalfa
que me llena de nuevo el corazón

Sur, paredón y después.
Sur, una luz de almacén.
Ya nunca me verás como me vieras,
recostado en la vidriera, y esperándote.

Ya nunca alumbraré con las estrellas
nuestra marcha sin querellas,
por las noches de Pompeya.
Las calles y las lunas suburbanas,
y mi amor y tu ventana,
todo ha muerto, ya lo sé.

San Juan y Boedo antiguo, cielo perdido,
Pompeya y al llegar al terraplén.
Tus veinte años temblando de cariño
bajo el beso que entonces te robé.

Nostalgias de las cosas que han pasado,
arena que la vida se llevó.
Pesadumbre de barrio que ha cambiado,
y amargura del sueño que murió.

BARRIO DE TANGO, de Homero Manzi

Un pedazo de barrio, allá en Pompeya,
durmiéndose al costado del terraplén.
Un farol balanceando en la barrera,
y el misterio de adiós que siembra el tren.
Un ladrido de perros a la luna.
El amor escondido en un portón.
Y los sapos redoblando en la laguna,
y a lo lejos la voz del bandoneón.

Barrio de tango, luna y misterio,
calles lejanas, ¡cómo estarán!
Viejos amigos que hoy ni recuerdo,
¡qué se habrán hecho, dónde estarán!
Barrio de tango, qué fue de aquella,
Juana, la rubia, que tanto amé.
¡Sabrá que sufro, pensando en ella,
desde la tarde que la dejé!

Barrio de tango, luna y misterio,
¡desde el recuerdo te vuelvo a ver!

Un coro de silbidos allá en la esquina.
El codillo llenando el almacén.
Y el dramón de la pálida vecina
que ya nunca salió a mirar el tren.
Así evoco tus noches, barrio 'e tango,
con las chatas entrando al corralón,
y la luna chapaleando sobre el fango,
y a lo lejos la voz del bandoneón.

DISCEPOLÍN, de Homero Manzi

Sobre el mármol helado, migas de medialuna,
y una mujer absurda que come en un rincón...
Tu musa está sangrando y ella se desayuna...
El alba no perdona ni tiene corazón.

Al fin, quién es culpable de la vida grotesca,
y del alma manchada con sangre de carmín..?
Mejor es que salgamos antes de que amanezca,
antes de que lloremos, viejo Discepolín.

Conozco de tu largo aburrimiento
y comprendo lo que cuesta ser feliz.
Y al son de cada tango te presiento
con tu talento enorme y tu nariz;
con tu lágrima amarga y escondida,
con tu careta pálida de clown,
Y con esa sonrisa entristecida
que florece en verso y en canción.

La gente se te arrima con su montón de penas,
y tú las acaricias casi con un temblor...
Te duele como propia la cicatriz ajena:
aquél no tuvo suerte, y ésta no tuvo amor.
La pista se ha poblado al ruido de la orquesta.
Se abrazan bajo el foco muñecos de aserrín...

No ves que están bailando..?
No ves que están de fiesta..?

Vamos, que todo duele, viejo Discepolín...

jueves, 26 de julio de 2018

PICHUCO, de Julián Centeya

Tu fueye,
nada se parece tanto a vos, como tu fueye.

Tu fueye.

Algo más: tu palabra,
tu cuore malandra,
tu sangre, tus ganas de nada,
tus curdas,
y la cheno blanca
y la copa volteada.

En tu jaula canta llorando
el pájaro de la tarde ciego,
y yo, desde el hueso bato que sos
el Bandoneón Mayor de Buenos Aires.

LA CANA, de Julián Centeya

A la final, ya ves, saltó la bronca.
El gil, que se avivó, la fue de esparo,
de cruzada un botón lo chapó al monga,
y me sirven a mí, si no me paro.

Yo siento que ese fato mishio y raro
de vos me aleja, y es lo que más siento.
La parlo poco, lo sabés, y claro,
y amás te es rejunao mi sentimiento.

Tu breón te cayó en cana, negra amada,
la tasuer me empaqueta de zarpada,
y espero una aliviada en la sentencia.

Batile al bepi, que me fui de viaje,
portame entre otras cosas algún traje.
Yo me la aguanto. Vos tené paciencia.

ATORRO, de Julián Centeya

"Encanutado en la última pilcha,
negao a todo, piantado de mí.

En la pinchada que da el atorro,
como de nada, puesto en el forro
de un jonca e' pino me iré de aquí


Linda sbrufata la de mi vida,
me puso chanta "mamá" miseria.
Si todo ha sido una piojería:
no se dio una, siempre en la vía,
pa mi cincharla fue cosa seria

Sobre mi llaga pasé la lengua
cuando la chanta se tomó el piro,
y en la mentira de otra salvada
me jugué el todo, quedé sin nada.
Si es de milagro creé, que respiro.

"No tuve un llanto que me llorara
y no habrá un llanto cuando finisca
"solari y rosi", voy de zarpada,
y cuando se haga, no habrá mancada
que otro baraje para esa brisca

Algún gomía de esos que quedan
rante y polenta como Barquina,
batirá el justo de la pulpeta,
y acaso cuente que fuí un poeta
dueño del mundo que da la esquina.

Y que no tuve más berretines
que los comunes, que fuí sencillo,
hecho a ternura, solo en la yeca,
con horizontes que me dio el feca
sin otra cosa que un cuore e' grillo.

No quiero nada, no se escapelen
paz de lamentos, si me voy piola.
En el finirla está la salvada.
Se va conmigo mi alma cansada
que hace diez siglos no quiere lolas."

lunes, 23 de julio de 2018

LA SOMBRA DEL NARCO - 22/7/18

 El gobierno no puede eludir la rendición de cuentas sobre quien pagó su campaña 


 Luego de un mes de silencio el presidente Maurizio Macrì y la gobernadora de Buenos Aires María Eugenia Vidal debieron responder sobre el lavado de dinero en el financiamiento de sus campañas en las dos últimas elecciones generales de 2015 y 2017.
 Lo hicieron al comprobar que no bastaba con señalar la denuncia como obra del kirchnerismo y cuando el malestar se extendía al interior de la alianza gobernante y comenzaban los desmarques en serie de quienes fueron implicados sin consulta previa.
 La investigación periodística fue realizada con mínimos recursos: en un portal noticioso y en un ciclo audiovisual que se transmite en streaming porque las amenazas oficiales lo radiaron de un canal de cable, cuyos propietarios fueron detenidos.
 En contraste, la demorada respuesta oficial se organizó durante una semana con todos los medios técnicos y humanos a disposición del Poder Ejecutivo, y aun así resultó débil e inconvincente.
 Esto refleja tanto la gravedad de la crisis económica cuanto la profunda preocupación oficial por la sombra del narco que se proyecta sobre el financiamiento de las campañas electorales.

 25 abriles

 La investigación sobre el lavado de dinero en la campaña bonaerense de 2015 fue iniciada en El Destape, el portal de texto y videos que dirige Roberto Navarro, por Juan Amorín, un periodista que tenía 10 años cuando asumió la presidencia Néstor Kirchner.
 A partir de una primera denuncia, Amorín detectó otras personas que recibían planes sociales de subsistencia y que figuraban como aportantes de la campaña por la cual Graciela Ocaña y Esteban Bullrich fueron electos a la Legislatura bonaerense. Cada entrevistado respondía que no había hecho ningún aporte e invitaba a conocer sus condiciones de vida, que tornaban evidente la superchería.
 Amorín comenzó a chequear entonces listados de aportantes registrados por la Cámara Nacional Electoral, con padrones de beneficiarios de planes sociales y encontró una coincidencia perfecta.

A partir de allí avanzó en dos direcciones:
- Constató que ese esquema no se circunscribía al par de partidos del conurbano bonaerense en el que aparecieron los primeros casos, sino que se repetía en numerosos distritos de toda la provincia.
- Descubrió que, para simular una contribución partidaria, las víctimas figuraban como afiliadas al PRO, cosa que también era falsa.
- Con ayuda de periodistas de otros medios (como el platense Diagonales y el porteño Página/12) pudo establecer que también se había sustraído la identidad de los candidatos del partido del gobierno en casi todos los municipios de la provincia, perfeccionando en 2017 un método aplicado en la elección anterior.
- El esquema estaba tan regulado, que partido por partido se repitió la misma pauta: los candidatos a intendente figuraban con un aporte de 50.000 pesos, los aspirantes a concejales de 30.000 y a consejeros escolares de 12.000.

 Estos son valores a diciembre de 2015, equivalentes a 150.000, 90.000 y 36.000 pesos actuales, con una cotización del dólar que triplica la de entonces. Por cada lista los aportes ascendieron al medio millón de pesos de 2015.
 Con 81 municipios ya comprobados y varios en los que hubo más de una lista, esto supera los 40 millones de pesos sucios que fueron lavados en la campaña, que superan los 120 millones actuales.
 Ahora Amorín está cruzando la nómina de dos millones de monotributistas sociales y receptores de planes sociales con la de aportantes.

 Maquillaje

 La patética conferencia de prensa del presidente Maurizio Macrì fue anunciada con cinco días de antelación.
 Durante toda esa semana, el gobierno estuvo planificando como responder a la escandalosa situación.
 Llamó la atención el espeso maquillaje con que Macrì intentó tapar las llamativas ojeras que contradicen su impostado optimismo, que lo llevó a decir: “No nos está yendo mal”.
 Su puesta en escena fue precedida en cinco horas por otra de Vidal, cuyo mea culpa fue una exigencia del Poder Ejecutivo para que la responsabilidad que legalmente corresponde a quienes ocupen la presidencia y la tesorería del partido en la provincia de Buenos Aires no recayera en el Presidente.
 Muy a su disgusto, Vidal tuvo que decapitar a su principal colaboradora en esta operación, María Fernanda Inza, a quien apenas un día antes había puesto en funciones como contadora general de la provincia.
 Su mención a lagunas en la ley electoral que trataría de llenar con una reforma legislativa no atenuó el impacto, pero reforzó la idea de que no tenía respuestas congruentes que ofrecer.
 Nada en la ley vigente impide la bancarización de los aportes, y de hecho Unidad Ciudadana recibió 98 de cada 100 aportes por esa vía (menos de 400.000 pesos), exactamente al revés que Cambiemos.
 También son inversos los respectivos proyectos de ley.
 El del Poder Ejecutivo enviado de urgencia al Congreso admite los aportes de personas jurídicas, prohibido desde la reforma de 2009 (para lo que importa, empresas privadas) sin control previo o simultáneo, mientras Máximo Kirchner propuso prohibir también los aportes de personas físicas, restringir el financiamiento al Estado y reforzar los controles, incluyendo al Congreso.
 Tarde, pero preciso, el diario La Nación informó que PRO recibió en 2017 aportes por 155 millones de pesos, en su mayor parte proveniente de empresas y de sus directivos, lo cual supone una minuciosa ingeniería recaudatoria.
Las donaciones de compañías están permitidas para el desarrollo institucional de los partidos, pero están prohibidas en campañas electorales, aunque la línea suele ser difusa. La Justicia determinó el año pasado que los aportes registrados por el Pro durante 2015 habían sido utilizados para la campaña presidencial de Mauricio Macri, uno de los motivos de la jueza María Servini para no aprobar las cuentas electorales de Cambiemos” escribieron en ese diario Maia Jastreblansky e Iván Ruiz.
 Vidal también dijo que había ordenado una auditoría (tarea que no le corresponde al Poder Ejecutivo y menos que menos al funcionario responsable del delito, sino a la Justicia) pero hasta hoy se ignora a quién se la encomendó y cómo la realizaría.
 
 Inza integra el círculo íntimo del poder macrista.
 Cuando el ahora Presidente era alcalde porteño, ella fue jefa de gabinete de la secretaría legal y técnica, que es el organismo que controla la legalidad de las decisiones que firma el jefe de gobierno.
 Con Vidal ocupó la Secretaría Legal y Técnica de la provincia y al mismo tiempo fue tesorera de la campaña de PRO en 2017, una acumulación de tareas a la cual tampoco obligaba la ley vigente.
 La diputada Graciela Ocaña también hizo su modesto aporte a la operación de maquillaje, invocando su compromiso con la transparencia.
 La mediática saltimbanqui aún no ha terminado de entender que esa imagen del pasado ha perdido toda credibilidad.

 El peligro de las metáforas

 En 24 horas, Macrì sumó la conferencia de prensa, una alocución ante la Bolsa de Comercio y un contacto en vivo por Instagram, donde se atuvo al manual Durán Barba: contó qué dibujitos veía con su hija menor, qué galletitas comía, si le gustaba más como bailaba Britney Spears o Shakira, cómo tomaba que lo llamaran Gato, si era feliz, si le gustaba ser Presidente y otros temas de igual relevancia para su futuro y el de la Nación.
 Marcos Peña Braun había dicho pocos días antes que estaban pensando cómo ganar las elecciones de 2019.
 Esta es una notable polarización con la realidad.
 El economista Horacio Rovelli comparó la situación con la de 2001, se preguntó por la intensidad de la resistencia social y dijo que, si se mantenía en los niveles recientes o se incrementaba, la única duda es si le permitiría al Presidente llegar hasta el helicóptero.
 Esta percepción generalizada es la que indujo a Macrì a exponerse ante las preguntas de la prensa, aunque sólo atinó a responder generalidades que a esta altura refuerzan la irritación.
 Ante la primera pregunta sobre el lavado de dinero oscuro en el financiamiento de la campaña dijo, lo mismo que Vidal, que promoverían la bancarización.
 Cuando otro periodista le señaló que la responsabilidad por los aportes en efectivo no era de la ley sino de Cambiemos, habló sobre la transparencia.
 Pero dejó sin contestación la curiosidad de un tercer periodista acerca del origen del dinero que no provino de quienes figuran como aportantes al PRO.
 Su estilo para surfear los temas no es muy sutil.

Por ejemplo:

P: ¿Cómo piensa bajar la inflación, que en seis meses alcanzó el total de lo previsto para el año?
R: La inflación es lo que más daño le causa al salario. Por eso estamos abocados a bajarla. El año próximo bajará más de 10 puntos.
P: ¿Cuál será el porcentaje del aumento de tarifas en el resto del año?
R: Esta no es una pregunta para mí sino para el ministro de Economía. Cuidamos el valor del salario, no podemos seguir endeudándonos para que lo paguen nuestros hijos y nietos. Hemos vuelto a producir energía en la Argentina.
P: ¿Se mantendrá el cronograma de disminución de las retenciones?
R: Necesitamos aumentar las exportaciones, porque esa es la manera de generar trabajo.

 También dijo que se crearon 700,000 nuevos puestos de trabajo, lo cual motivó una contundente respuesta del economista Mariano Kestelboim.
 Por el contrario, se perdieron 74.000 empleos industriales de calidad.
 El Presidente también atribuyó la corrida cambiaria a “cosas que no dominamos que pueden pasar en el mundo”, pero pretendió que las enfrenta “cada día con mayor fortaleza”.
 Igual que Vidal, recurrió a imágenes hídricas.
 Macrì habló una y otra vez de tormenta, como si los problemas que enfrenta la economía fueran un azar meteorológico y no la consecuencia directa de las opciones asumidas por su gobierno.
 Nadie dejó de advertir su colosal acto fallido, cuando comenzó a decir que ante la intensidad del fenómeno había arriado las banderas y a mitad de la palabra corrigió por velas.
 Esta oportuna enmienda no lo salvó del ridículo.
 Como escribe un lector navegante, “en una tormenta tratás de no bajar todas las velas. Necesitás una vela de capa para conservar el control y gobernar el barco, porque de otro modo quedás al garete y podés terminar en África, salvo que estés en una tempestad extrema y siempre que puedas navegar a palo seco. Y lo que hagas tenés que hacerlo antes de la tormenta, para no romper las velas y el barco”.

 El peligro de las metáforas elegidas a la ligera es que pueden ser más expresivas de lo pensado.

 Consuelo de Tontos


 Más allá de las tonterías que planteó en la conferencia de prensa, Macrì debe rendir cuentas acerca de quiénes pagaron su campaña.

 La investigación de Amorín comenzó por unos pocos lugares de la provincia de Buenos Aires, el padrón electoral y los beneficiarios de planes sociales, pero luego se extendió a toda la provincia y a los candidatos del oficialismo.
 El próximo paso podrían ser las demás provincias y la detección de otros patrones de comportamiento, desarmando el ovillo de los big data, de los que el gobierno se apropió con el pretexto de llegar con precisión a los sectores sociales alcanzados por las distintas políticas públicas.
 A esto se suman el procesamiento del intendente de Paraná y la imputación a un concejal de PRO que ha acompañado al Presidente en encuentros nacionales de juventud.
 Tampoco en este caso la investigación fue llevada a cabo por un medio nacional de los más importantes, sino por una revista provincial: Análisis, que dirige Daniel Enz.
 
También por lavado de dinero está procesada una diputada nacional oficialista que antes fue intendenta de Resistencia e integrante del gabinete de Macrì, Aída Ayala, cuyo desafuero fue pedido por una jueza especializada en el narcotráfico y que fue una de las visitantes del Papa Bergoglio en Roma, Zunilda Niremperger.
 El defensor de Ayala es Ricardo Gil Lavedra.

 No es el periodismo el que está en crisis, sino los medios de comunicación, tanto los más grandes, que son utilizados como instrumentos para obtener ventajas del Estado en negocios más lucrativos, como en los menores, alimentados por la pauta oficial, que se distribuye a cambio de simpatía en la cobertura.
 El episodio de Paraná, cuyo intendente Sergio Varisco ha sido indagado por la justicia federal como financiador del transporte y comercialización de drogas, proyecta la sombra del narco.
 Enz investiga desde hace años el vínculo entre Varisco y el narco detenido en 2016 Daniel Tavi Celis, quien creó un Movimiento Vecinalista del Oeste, MVO.
 En un libro de 2015, Los hijos del narco, sostiene que la relación de Varisco y Celis se remonta a 2010, cuando Varisco fue derrotado por la intendenta kirchnerista Blanca Osuna.
 De acuerdo con Enz, Celis aportó unos cinco millones de pesos a la campaña de Varisco, quien designó en cargos municipales a no menos de 150 personas señaladas por su benefactor, para que distribuyeran drogas en camiones de la intendencia.
 Siguiendo el hilo expuesto por Enz, en 2017 la Policía Federal secuestró centenares de kilos de marihuana cuando eran estibados de un avión a una camioneta y practicó dos decenas de detenciones, entre ellas la del chofer de campaña de Varisco, Cristian Silva.
 Sintiéndose traicionado, Celis implicó al intendente y a los funcionarios de seguridad del municipio, Ricardo Franks y Griselda Bordeira.
 En una grabación cuya reproducción en las redes sociales fue prohibida por la Justicia, uno de los abogados de Tavi amenaza a un alto funcionario de la intendencia y le dice que va a correr sangre, porque Celis puso mucho dinero en la campaña de Varisco. Incluso hay fotos en las que Varisco encabeza una caravana de campaña en una camioneta de Celis.
 Lo acompaña en la caja del vehículo Maurizio Macri.

Macri y Varisco en la camioneta del narco.

 Otro imputado es el concejal Emanuel Gainza, de Cambiemos, quien pidió licencia por tiempo indefinido, cuya concesión o rechazo será decidida por el cuerpo el lunes 23 de julio.
 Gainza no es un mero concejal, sino la gran figura del neoliberalismo y el emprendedurismo entrerriano, presidente provincial y vicepresidente nacional de la Juventud de PRO y con acceso fluido al intendente Varisco, al presidente Macrì, a María Eugenia Vidal desde sus tiempos de vicejefa de gobierno de la Capital.
 Gainza también se codeó con un alto número de ministros del gabinete nacional: Mario Quintana, Hernán Lombardi, Andrés Ibarra, Rogelio Frigerio, Guillermo Dietrich, Jorge Triaca, Carolina Stanley, según abundantes testimonios fotográficos.
 Una vez detenido Celis, el negocio quedó a cargo de su pareja, Luciana Lemos.
 Una libreta que le secuestraron en un allanamiento detalla los pagos realizados por Varisco, Gainza, Bordeira y otros funcionarios, por la cocaína que luego comercializaban.
 La UCR desafilió a Varisco, pero hasta ahora el PRO no se ha pronunciado sobre la situación de Gainza, como si la penetración del narco en el financiamiento de la política fuera una cuestión menor, o un mal de muchos.

Pugna salvaje.

 En otra nota de esta edición, Mónica Peralta Ramos señala que la pugna salvaje entre fracciones del capital por apropiarse del excedente producido por toda la sociedad pone al país al borde de la hiperinflación y de un nuevo default, como consta en el informe del equipo técnico del FMI, que ubica ese riesgo en lo que queda del año. Esto explica la premura con que llegó el viernes a Buenos Aires Christine Lagarde, quien debe rendir cuentas ante las naciones más poderosas que conducen la institución.
 Uno de sus propósitos es presionar a gobernadores, sindicalistas y legisladores para que consientan las pautas de ajuste impuestas al gobierno, ya que es evidente que Macri ha perdido toda capacidad de persuasión.
 Varios actos muy concurridos le dieron un primer acercamiento a las dificultades que deberá enfrentar.
 El propio viernes hubo dos concentraciones de repudio y el sábado una tercera.
 A mediodía del viernes, las dos CTA, la CNCT, Izquierda Latinoamericana, el Frente Milagro Sala por el Trabajo y la Dignidad se movilizaron sobre el Ministerio de Desarrollo Social. Entre los oradores estuvieron Hugo Yasky, Roberto Baradel, Walter Correa, Daniel Catalano y Coco Garfagnini.
 Allí plantearon que no tienen sentido las mesas de amigos para administrar el conflicto social y que se impone una paritaria social con representación de todas las organizaciones para discutir la distribución de la riqueza y no como hasta ahora la distribución de la pobreza.
 Por la tarde, numerosos dirigentes entre los que estaban el mismo Yasky, el vocero pontificio Juan Grabois, el Cuervo Larroque y Horacio Pietragala, de La Cámpora, Martín Sabbatella, Itai Hagman, el metrodelegado Beto Pianelli, el Movimiento Carolina, la CCC, Barrios de Pie, la CTEP y grupos de Camioneros, entre otros, no pudieron llegar a la vallada sede del Banco Central pero leyeron frente a la vecina Iglesia de la Merced (donde suelen reunirse) la carta a Madame Lagarde difundida hace unos días en la que se comprometen a desconocer la legitimidad del acuerdo y de la deuda contraída.
 El sábado a mediodía se movilizó la izquierda del FIT sobre la sede en la que Lagarde se reunió con los ministros de Finanzas del G20.
 
 La palabra justa.

 En los últimos días abundaron las reuniones políticas con vistas a 2019.
 Fue el senador opoficialista Miguel Pichetto quien eligió la Tribuna de Doctrina del diario La Nación para anunciar la candidatura presidencial de CFK, no como promoción sino a modo de advertencia. Pichetto pertenece a un sector que preferiría la reelección de Macrì antes que el regreso de Cristina, pero el desinfle del gobierno aleja esa posibilidad y atiza sus miedos. Principal operador legislativo de Cambiemos, llegó a fantasear con su propia candidatura, lo cual muestra que el pánico es el peor consejero.
 El presidente del justicialismo bonaerense, Gustavo Menéndez, admitió haberle sugerido a Vidal que aún estaba a tiempo para desmarcarse de Macrì y probar suerte el año que viene. Pero negó haberle dicho que los intendentes del FpV podrían acompañarla, como ella hizo decir en Clarín.
 El diálogo tuvo lugar a bordo de un auto en movimiento por las calles de Morón, que es la forma en que Vidal sostiene sus encuentros más reservados, a prueba de intercepciones, o al menos es lo que ella cree.
 Todas las combinaciones ideadas en el vasto universo panperonista chocan con el hecho de que nadie se acerca ni de lejos al atractivo electoral de la ex presidente.
 Todos los aspirantes a jubilarla se hundieron en 2017. Randazzo apenas pasó del 5%; Massa perdió en su bastión de Tigre; Juan Schiaretti cayó en Córdoba aunque esta vez fiscalizó la elección; Urtubey salió tercero en la provincia que gobierna desde hace seis años.
 La última ilusión de ese sector es el ex candidato radical a la presidencia Roberto Lavagna, quien ha hecho saber desde su cabaña en el oeste bonaerense que estaría dispuesto a desconectarse de Netflix para completar el mandato de Macrì y postularse para un solo periodo en 2019.
 En cambio el gobierno imagina que polarizar con Cristina es su mejor opción, pero la estrategia kirchnerista lo desconcierta.
 La idea de que Cristina no habla, que por eso ha recuperado simpatías y que a Cambiemos le convendría forzarla a romper el silencio es un mito confortante para el oficialismo.
 El 25 de mayo CFK cuestionó el regreso al FMI, con un documento muy elaborado en el que cotejó el estado de la economía, la política y la sociedad, bajo el gobierno de Néstor Kirchner y el actual.
 El 29 reclamó que se quitara del memorándum de entendimiento con el FMI que los recursos del sistema previsional hayan sido “incautados” y presentó un proyecto de ley para que se suprimiera esa afirmación tan falsa como peligrosa; el 30 impugnó desde el Senado el último tarifazo, de acuerdo con un proyecto de ley propio, que aprobaron ambas cámaras y Macrì vetó.
 Cuando el Presidente aconsejó a los peronistas de PRO que no siguieran las locuras de Cristina, lo fulminó en pocas y precisas líneas que recorrieron el mundo: “Llamar loca a una mujer. Típico de machirulo”.
 El 14 de junio anunció que ella y todo el bloque de Senadores que integra apoyaría la derogación del aborto clandestino, oneroso y de riesgo.
 También denunció que Juan Martín Monge, el titular del Fondo de Garantía de Sustentabilidad de la ANSES, que el gobierno se propone liquidar, fue CEO de Metlife, empresa que demandó a la Argentina ante el CIADI por la recuperación del sistema jubilatorio (lo que el gobierno llama incautación).
 El 5 de julio dijo que a la detención de Lula en Brasil se suma el pedido de detención de Rafael Correa, como parte de un plan en ejecución, denominado Lawfare o guerra judicial, para “perseguir y proscribir a los líderes populares” en América Latina.
 Es decir, se pronunció sobre los temas de fondo que padece el país.
 Lo que no hizo es sumarse al pelotudeo de declaraciones insustanciales sobre combinaciones electorales, candidaturas y otros asuntos menores que entretienen al gobierno y al opoficialismo de los Pichetto, los Bossio y los Urtubey.
 
 En cambio dedicó ese tiempo a reuniones con representantes de Lula, cuya libertad reclama; de los sindicatos que rechazan las medidas de ajuste y del Papa Bergoglio.
 Uno de los obispos que integran la comisión ejecutiva de la Iglesia Católica argentina se reunió dos veces con ella y le transmitió sin ambages el deseo del pope romano de que vuelva a postularse para la presidencia en las elecciones que hasta ahora están previstas para octubre de 2019.


 Parecería que no piensa defraudarlo.

sábado, 21 de julio de 2018

UNA FOTO ANALGÉSICA, de Arturo Pérez Reverte - 19/7/18

 Hay una fotografía que me gusta mucho.
 La tengo delante mientras le pego a la tecla.
 Fue tomada en París el 26 de agosto de 1944, al día siguiente de la liberación de la ciudad por la 2ª División Blindada del general Leclerc, donde figuraban antiguos combatientes republicanos españoles.
 El día anterior, la división había entrado en la ciudad llevando en cabeza a la 9ª Compañía, tan llena de compatriotas nuestros que varios de sus vehículos tenían pintados los nombres de Brunete, Ebro, Belchite, Teruel, Guernica, Don Quijote y Guadalajara; y en los partes de combate con las órdenes que el capitán de la 9ª, Raymond Dronne, dio ese día a sus unidades de vanguardia, figuran los nombres de los jefes de algunas de éstas: Montoya, Moreno, Granell, Bernal, Campos y Elías.

 "Con esa foto suelo bromear, poniéndosela delante a los amigos: «Ejercicio de agudeza visual. Adivina quién es el español»"

 La foto a la que me refiero es típica de la Liberación: arco de Triunfo, vehículos con soldados y la multitud entusiasmada.
 El semioruga que se ve en el centro de la imagen se llama Guernica y lleva a bordo a siete soldados: cinco de pie, el conductor y otro que va a su lado, también de pie.
 De los siete, este último es el único que no lleva puesto el casco.
 Es bajito - les llega a los otros, altos y apuestos, casi por los hombros -, lleva la camisa arremangada, y en vez de mirar al frente impasible y marcial como sus compañeros, mira a la gente con una gran sonrisa y un pitillo en la boca.
 Con esa foto suelo bromear, poniéndosela delante a los amigos: «Ejercicio de agudeza visual. Adivina quién es el español».

 "Hay fotos que queman la sangre y fotos analgésicas. Ésta es de las últimas..."
 
 Cuando el telediario, el titular de periódico, la mirada que diriges alrededor o el espejo mismo te recuerdan con demasiada precisión en qué infame sitio vives, de qué peña formas parte y qué pocas esperanzas hay de que este patio de Monipodio llegue a ser algún día un lugar solidario, culto, limpio y libre, esa foto y algunas otras cosas por el estilo, que uno guarda en esa imaginaria lata de galletas parecida a la que usaba de niño para guardar tesoros - canicas, cromos, un tirachinas, una navaja de hoja rota, un soldadito de metal -, ayudan a soportar las ganas de echar la pota.
 Permiten mirar en torno buscando, más allá del primer y desolador vistazo, al fulano bajito y sonriente que, ajeno al protocolo solemne, mira a la gente, orgulloso, feliz de protagonizar tan espléndida revancha, cinco años después de haber pasado los Pirineos con el puño en alto, y en ellos quizá, apretado, un puñado de tierra española.
 
 "Sólo sé que fue uno de los que cantaron ¡Ay Carmela!por las calles de París tras llegar hasta allí desde Argelia y el Chad, y luego siguieron peleando en Francia, Alsacia y Alemania hasta Berchtesgaden, la residencia alpina de Hitler..."

 Él y los otros, que se echaron al monte al invadir Francia los alemanes o se alistaron en la Legión Extranjera, combatiendo en Narvik, Bir Hakeim, Montecassino, Normandía y la Selva Negra, llenando Francia de lápidas donde todavía hoy se lee Aux espagnols morts pour la liberté, consuelan la memoria cuando uno piensa en el modo miserable en que la Segunda República se fue al diablo; no sólo por la sublevación del ejército rebelde, sino también - qué mala información tenemos en este país idiota e irresponsable - por la vileza de una clase política mezquina, sin escrúpulos, capaz de convertir una oportunidad espléndida en un espectáculo siniestro.
 En una sangrienta cochinera.

 "Por eso consuela tanto recordar, gracias a esa foto de París, que pese a todo, entre tanta basura y tanta chusma, siempre es posible dar con alguien que no se resigna"

 Por eso me gusta tanto esa foto.
 Como digo, todos necesitamos analgésicos para ir tirando.
 Cada uno para lo suyo.
 Algunos, para hilar fino sin que el malestar, la náusea, te hagan meter a todo cristo en el mismo cazo.

 Es cierto que, en los últimos tiempos, en España ha tomado el relevo una nueva casta política irresponsable, infame sin distinción de ideologías, pegada a la ubre de los aparatos de sus partidos.
 Gente sin contacto con la vida real, que ni ha trabajado nunca de verdad ni tiene intención de hacerlo en su puta vida.
 Parásitos de la vida pública, profesionales del camelo y el cuento chino.
 Los que, amos de un tinglado nacional rehecho a su medida, ya nunca irán al paro.
 Y es cierto, también, que esa gentuza medra con la complicidad de una sociedad indiferente, acrítica, apoltronada y voluntariamente analfabeta, que sólo se acuerda de Santa Bárbara cuando le afecta a cada cual. Cuando truena.
 
Esto es así, y el impulso, la tentación de mandarlo todo al diablo, ametrallando a mansalva, resulta lógico.
 Casi inevitable.

 Por eso consuela tanto recordar, gracias a esa foto de París, que pese a todo, entre tanta basura y tanta chusma, siempre es posible dar con alguien que no se resigna.
 Que ni se rinde, ni traga.
 Tipos como el anónimo español de la División Leclerc: bajito, valeroso, descarado, sonriente. Con su pitillo.
 Capaz de recordarnos a todos, sesenta y cuatro años después, que siempre son posibles la dignidad y la vergüenza.

UN PERFECTO CABALLERO, de Arturo Pérez reverte - 16/7/18

 He escrito alguna vez que los tiempos pasados, los que se fueron, liquidaron oportunamente muchas cosas injustas o perniciosas; pero también arrastraron consigo, en la natural demolición que el tiempo aplica a todo, algunas, y no pocas, cosas buenas.
 También - y eso es lo que más lamento - determinadas actitudes, maneras de situarse ante la vida y los semejantes que, aunque trasnochadas, imposibles y hasta seguramente ridículas hoy en día, elevaban al ser humano por encima de su condición material y grosera, facilitaban la convivencia y lo convertían en respetable.
 Le daban dignidad y grandeza.
 No hablo de gestos espectaculares, de épica o heroísmo.
 Tampoco hablo de actitudes relacionadas con una u otra clase social.
 Al contrario: con frecuencia era más fácil encontrar esa dignidad y esa grandeza en gente socialmente humilde que en otra más afortunada.
 Aquel magnífico y muy español «en mi hambre mando yo» me parece, quizá, la más exacta exposición de esto último.
 Y a menudo había, por irnos a un pasado no demasiado lejano, más dignidad en el padre analfabeto que liaba para su hijo el primer cigarrillo que éste fumaba, en el andén del tren que iba a llevarlo al barco en el que viajaría para morir en Cuba, que en el adinerado individuo que había dado unos duros de plata al Estado para que ese pobre muchacho fuese a la guerra en lugar de su hijo.
 
Las maneras.
 Con frecuencia insisto en ellas en esta página.
 En mi opinión, como buen reflejo exterior de lo que somos o no somos, ellas nos salvan o nos condenan.
 Siempre lo he creído así, y no es casual que la segunda novela que escribí tratara en buena parte de eso: la estética asumida como ética cuando las grandes palabras se desvanecen.
 La actitud elegante, digna, heroica a fuerza de orgullo –la soberbia es defecto, pero el orgullo puede ser una virtud–, de un viejo maestro de esgrima durante la caída de Isabel II: la historia del último hombre honrado en un mundo de conspiraciones políticas, mercachifles y canallas.
 Hay un diálogo en ese relato que es mi momento favorito, cuando el marqués de los Alumbres le comenta al maestro Astarloa: «Se olvida usted de Dios»,
- y éste responde: «Dios no me interesa. Tolera lo intolerable. Es irresponsable e inconsecuente. No es un caballero».

 Tuve la suerte - aunque quizá hoy sea una desgracia - de que me educaran para admirar esa clase de cosas.
 Para respetar ciertos ejemplos.
 Después la vida que llevé me condujo a otros lugares; pero mantuve intacta, o así lo creo, la facultad de admirar la dignidad y la elegancia moral en hombres y mujeres, sea cual sea su estado o condición.
 Al hilo de eso, recuerdo lo ocurrido a una de mis abuelas en los años 30 del pasado siglo.
 Estaba embarazada de seis meses y viajaba en tren de Cartagena a Madrid. El viaje duraba toda la noche; pero, al no quedar plazas libres en los coches cama, se vio obligada a viajar en un vagón convencional.
 En el compartimento sólo iban ella y un hombre de mediana edad, de aspecto modesto pero muy educado, a quien después de aquello mi abuela no olvidaría jamás.
 El avanzado embarazo la tenía molesta, y eso era evidente. Tras interesarse por ella con extrema corrección, el señor le aconsejó que se tumbara en los asientos.
 Hay que entender que corrían otros tiempos, y una señora no se tumbaba por las buenas en un tren delante de un desconocido; así que la gestante viajera se mostró reacia a ponerse cómoda.
 Entonces, el caballero demostró que era exactamente eso.
 Cogió su petaca de cigarrillos, el encendedor y un libro, se puso el gabán, salió al pasillo, corrió las cortinillas, cerró la puerta, y se pasó toda la noche de guardia ante ella, fumando y leyendo, para impedir que nadie entrase en el compartimento e incomodase a mi abuela.
 Y por la mañana, al llegar a Madrid, la ayudó a bajar la maleta de la redecilla del equipaje y la acompañó hasta el andén, hasta dejarla en manos de los familiares que la esperaban.
 Ni siquiera dijo su nombre, escuchó las palabras de agradecimiento de mi abuela con una sonrisa amable y casi distraída, saludó por última vez tocándose el ala del sombrero, y se marchó.
 Mi abuela me contó muchas veces esa historia, que cuando era niño me gustaba escuchar.
 Y ella siempre llegaba al final con un brillo en los ojos y una expresión dulce y conmovida.
 «Aún me parece verlo alejarse aquella mañana entre la gente - decía medio siglo después -.
 Ni siquiera era guapo.
 Tenía el cuello de la camisa rozado, el traje lleno de arrugas y las uñas tal vez demasiado largas.
 Pero nunca en mi vida vi tan perfecto caballero».

LA TARDE QUE SE APAGÓ LA ÚLTIMA LUZ, de Arturo Pérez Reverte - 12/7/18

 La tarde en la que acabó el mundo se besaron en la ventana, enlazados el uno con el otro.
 La luz declinaba afuera, apagándose poco a poco: todavía era rojiza y dorada en la distancia, tras los edificios que se recortaban en ella, mientras las primeras sombras oscurecían los ángulos de calles y edificios.
 Abajo no había pánico, ni carreras, ni gritos de desesperación.

 Una multitud serena caminaba despacio por la ciudad: parejas abrazadas, niños que iban de la mano de sus padres, ancianos parados un momento en las aceras, que miraban alrededor como quien busca identificar un rostro o un recuerdo.
 En los semáforos destellaban intermitentes las luces color ámbar, los coches se dejaban en la calle con las puertas abiertas, y algunos de sus propietarios ni siquiera apagaban el motor antes de alejarse lentamente, sin mirar atrás.
 "Por toda la ciudad la gente se decía adiós igual que si fuera Navidad"

 Las últimas tiendas se vaciaban, aunque nadie encendía los rótulos luminosos ni los escaparates.
 No había saqueos, ni disturbios; los policías caminaban en calma, despojándose indiferentes de sus armas y sus insignias.
 Los bomberos no tenían nada que hacer: estaban sentados en las escaleras de sus parques y en la puerta de los garajes, ociosos junto a sus camiones cromados y rojos, sonriendo a quienes los saludaban despidiéndose.
 Por toda la ciudad la gente se decía adiós igual que si fuera Navidad, estrechándose amable la mano o besándose en la cara.
 Casi todos sonreían serenos y melancólicos, como después de una cena o una fiesta agradable.
 En las aceras, inmóviles pese a no llevar correa ni estar atados, algunos perros aguardaban pacientes a sus amos, lamiendo las manos de los niños que, al pasar por su lado, los acariciaban.
 
"Todo se oscurecía lentamente, y él propuso encender una luz; pero ella movió con infinita dulzura la cabeza y le puso dos dedos en los labios, como para rogarle que no pronunciase más palabras"

 El edificio estaba sin gente, desiertas las escaleras y vacíos los pisos.
 No había otro sonido que una música antigua, como de viejo gramófono, que sonaba en algún lugar cercano y llegaba a través de la ventana.
 En la habitación, el televisor estaba apagado.
 La luz decreciente oscurecía los lomos de los libros en sus estantes hasta hacer ilegibles las letras doradas de los títulos, y apagaba el rojo intenso del vino en las grandes copas de cristal que estaban sobre la mesa.
 Había un cuadro en la pared: un lienzo antiguo hecho de claroscuros, del que ya no podía verse otra cosa que trazos de sombras.
 Todo se oscurecía lentamente, y él propuso encender una luz; pero ella movió con infinita dulzura la cabeza y le puso dos dedos en los labios, como para rogarle que no pronunciase más palabras.
 De manera que permanecieron callados junto a la ventana, el uno junto al otro, haciéndose compañía en la última claridad del último día.

"Cuando bajaron de nuevo los ojos, la calle estaba casi vacía"

 Se estaba bien allí, pensaron.
 Aguardando inmóviles y tranquilos mientras veían desvanecerse mansamente todo.
 Jamás, hasta esa tarde, imaginaron que pudiera ser así, en aquella inusitada paz desprovista de miedo o remordimientos.
 Alzaron la vista al mismo tiempo para mirar arriba, sobre la ciudad.
 En el cielo sin nubes ni viento, cuyo color cambiaba del rojizo nacarado a un azul cada vez más oscuro, más allá de la línea de edificios y tejados que se recortaba en el horizonte de la ciudad, se deshacía la estela de condensación del último avión que había cruzado el cielo del mundo.
 Cuando bajaron de nuevo los ojos, la calle estaba casi vacía.
 Entre la última gente que se decía adiós en las aceras vieron rostros que se parecían a los de seres queridos muertos mucho tiempo atrás.
 Y cuando la luz decreció más y la ciudad empezó a velarse definitivamente de sombras, todavía les fue posible distinguir al extremo de la calle, a lo lejos, la rueda del kiosco de feria que seguía dando vueltas silenciosas en el parque vacío, con un niño solitario subido a uno de los caballitos.

"Entonces él movió la cabeza, resignado, mientras sonreía a las sombras que ya lo anegaban todo"

 Él abrió la boca para decir una última palabra que lo resumiese todo, pero ella volvió a ponerle los dedos sobre los labios.
 Luego, estrechándose contra él, lo besó por última vez.
 Después se apartó un poco y volvió a mirar la calle casi desierta, los últimos transeúntes alejándose despacio por las aceras.
 Sonaba todavía, a través de la ventana, la música apagada del viejo gramófono.
 A lo lejos, en el parque, los caballitos de feria seguían dando vueltas en la penumbra, aunque el niño había desaparecido.
 Eso fue lo único que hizo que él sintiera, por un instante, un estremecimiento de melancolía, o de incertidumbre.
 Ella pareció advertirlo y se enlazó de nuevo a su cintura. Entonces él movió la cabeza, resignado, mientras sonreía a las sombras que ya lo anegaban todo.
 Luego le pasó a ella un brazo por los hombros, estrechándola contra sí.
 Y de ese modo, abrazados, muy quietos y serenos, vieron extinguirse la última luz.

LA TUMBA DEL TEMPLARIO, de Arturo Pérez Reverte - 9/7/18

 Hace mucho tiempo me refugié en una iglesia, en el sur del Líbano, y gracias a eso vi algo que no olvidé jamás.
 Ocurrió el 12 de junio de 1974, en Tiro, cerca de la frontera con Israel.
 Tenía veintidós años y había cruzado el río Litani para contactar con la guerrilla palestina.
 El problema era que, como el mando de la OLP tardaba en darme la autorización, decidí ir a mi aire, sin permiso.
 Llegué a Tiro en autobús, y me bajé mochila al hombro en el puerto, del que recuerdo los viejos muros y las barcas de pescadores junto al mar azul, bajo un cielo luminoso y cegador.
 Al rato empecé a tener problemas.
 Hacía mucho que allí no se veían tipos con apariencia occidental, y los Mirage israelíes bombardeaban casi a diario los campos de refugiados cercanos.
 Mi aspecto - joven en edad militar, pelo corto - despertó sospechas, y al poco rato tuve a dos individuos tocados con kufiya y con muy mala catadura siguiéndome por las callejas medievales de la ciudad vieja.
 Y cuando, al pararme a beber un refresco, oí a un muchacho decirle a otro «Yahud» –judío– mientras me miraba de reojo, comprendí que aquello no iba a terminar bien.
 Había cerca del puerto un cuartelillo de policía, y me metí dentro.
 El jefe, un grasiento bigotudo, miró con indiferencia mi pasaporte, encogió los hombros y dijo que el próximo autobús hacia Sidón y Beirut salía a media tarde, y que me aconsejaba subir en él, si es que para entonces aún podía hacerlo. Que nada iba a hacer por mí.
 Después me ofreció un cigarrillo y señaló la puerta.

 Volví a la calle, y a los pocos pasos vi que los dos fulanos seguían detrás.
 Me detuve en un puesto callejero a comprar un cuchillo, más que nada por chulería, para que me vieran hacerlo, pues ni siquiera estaba afilado - todavía lo conservo, y sigue sin estarlo -, y con él en la mochila seguí camino, bastante acojonado, sin saber a dónde diablos ir.
 
Y entonces vi la iglesia.
 Era de la misma piedra dorada que el resto de las construcciones locales, con pórtico medieval y cruz en lo alto.
 Así que sin pensarlo, por simple instinto de alguien perteneciente a una civilización donde las iglesias fueron refugio, me acogí a sagrado.
 Quiero decir que me metí dentro y me senté en un banco, reflexionando en cómo salir de aquel lío.
 Estaba en eso cuando apareció una monja, que se sorprendió al verme, y a la que conté mi situación.
 Entonces ella avisó al párroco, un sacerdote libanés anciano, de pelo blanco y rostro amable. Se llamaba padre Isard, tenía una voz dulce y hablaba un francés impecable que parecía sacado de un texto de Bossuet.
 Cuando lo puse al corriente, censuró con mucho tacto mi imprudencia y luego salió a explicar la cosa a los dos fulanos.
 Cuando volvió, me dijo que eran palestinos, que en efecto me habían tomado por un espía israelí, y que mejor me quedaba con él un rato mientras se aclaraban las cosas.
 Siguieron cuatro horas inolvidables.

 El sacerdote me invitó a comer - vivía en una dependencia de la misma iglesia - y me estuvo contando la historia del lugar, de cuando la ciudad bizantina fue ocupada por los árabes y luego conquistada por los cruzados, siendo una de las más importantes del reino latino de Jerusalén.
 Tiro, me dijo, había caído en manos de los mamelucos en 1291, al mismo tiempo que San Juan de Acre, situada una treintena de kilómetros al sur.
 Los caballeros templarios y hospitalarios se habían batido allí hasta el fin, terminando así el siglo y medio de presencia cristiana de la primera Cruzada.
 Y entonces - estábamos ya en el café -, como si recordara algo, el padre Isard alzó un dedo, sonrió y dijo: «Acompáñeme».

 Lo seguí por una escalera hasta una cripta pequeña, circular, apenas iluminada por cuatro estrechas saeteras.
 Y allí, en el centro, en una penumbra dorada y casi mágica, había un antiguo sarcófago: la estatua yacente de un cruzado, desfigurada a martillazos hasta hacerla irreconocible, reducida la cabeza a piedra machacada, pero en cuyo torso aún era posible advertir la armadura, y también los brazos y los guanteletes que en otro tiempo reposaron sobre el mango de una espada.
 «Un caballero templario», dijo el padre Isard.

 Entonces, sobrecogido, toqué lo que había sido un rostro mientras pensaba que el azar tenía interesantes ángulos.
 Y ahora sé con certeza que fue ese mismo azar - hecho de reglas perfectas - el que guió mis irresponsables pasos hasta allí para que, cuarenta y cuatro años después, yo pudiera contarles a ustedes que una vez vi a un templario durmiendo el sueño de los siglos entre la luz polvorienta de una cripta medieval, en la ciudad de Tiro.

LOS ESPAÑOLES DEL LAGO ILMEN, de Arturo Pérez Reverte - 2/7/18

 Hay cosas de las que no se habla mucho. Historias incómodas que, sin embargo, están ahí y forman parte de nuestra memoria.
 Comentaba eso el otro día con un amigo cuyo abuelo, ex soldado republicano, se alistó en la División Azul para ayudar a su padre encarcelado tras la Guerra Civil.
 Ése fue el caso de muchos de los voluntarios para Rusia, en cuyas filas, junto a falangistas y anticomunistas, hubo otros que fueron por necesidad, hambre o deseo de aventura.
 El caso es que, sin distinción de motivos, y aunque su causa fuese una causa equivocada, todos ellos, compatriotas nuestros, combatieron allí con mucho valor y mucho sufrimiento.
 Por eso, para recordarlos, voy a contar hoy la historia de los españoles del lago Ilmen.
 10 de enero de 1942.
 Imaginen el paisaje: nieve hasta la cintura, un lago helado, grietas y bloques que cortan el paso, temperatura nocturna de 53º bajo cero.
 En una orilla, medio millar de soldados alemanes cercados y a punto de aniquilación por una gigantesca ofensiva rusa.
 En la orilla opuesta, a 30 kilómetros, la compañía de esquiadores del capitán José Ordás: 206 extremeños, catalanes, andaluces, gallegos, vascos…
 La orden, cruzar el lago y socorrer a los alemanes cercados en un lugar llamado Vsvad.
 La respuesta, muy nuestra: «Se hará lo que se pueda y más de lo que se pueda».
 El historiador Stanley Payne definió aquella acción en tres escuetas palabras: «Una misión suicida».
 Y lo fue.
 «Nosotros, los españoles, sabemos morir», escribe un joven teniente a su familia en vísperas de la partida. Apenas se internan en el lago empiezan a cumplirse esas palabras.
 Arrastrando entre la ventisca los trineos con las ametralladoras - que pronto se llenan de bajas -, la columna de hombres vestidos de blanco avanza por el infierno helado.
 Veinticuatro horas después, la mitad está fuera de combate: 102 muertos o afectados por congelación. El resto, tras superar seis grandes barreras de hielo y grietas con el agua hasta la cintura, con casi todas las radios y brújulas averiadas, alcanza la otra orilla.
 Allí, uniéndose a 40 letones de la Wehrmacht, los 104 españoles bordean el Ilmen hacia la guarnición cercada, peleando.
 El 12 de enero, los españoles toman la aldea de Sadneje y la defienden de los contraataques soviéticos. A esas alturas sólo quedan 76 hombres en condiciones de luchar.
 El 17 de enero, 37 de ellos toman varias aldeas necesarias para proteger su avance: Maloye Utschino, Bolchoye Utschino y, atacando a la bayoneta, Shiloy.
 El contraataque ruso es feroz, y de los 37 sólo sobreviven 14.
 Dos días más tarde, en Maloye Utschino, otra sección de 23 españoles y 19 letones encaja el contraataque de una masa de blindados, artillería, aviación e infantes soviéticos, y sólo logran replegarse, tras defender tenazmente sus posiciones, cinco españoles y un letón (mensaje del capitán Ordás al cuartel general: «La guarnición no capituló. Murieron con las armas en la mano»).
 Veinticuatro horas después, otro violento avance de blindados rusos es detenido con cócteles molotov (mensaje de Ordás: «Punta de penetración enemiga frenada. Los rusos se retiran. Dios existe»).
 Amaneciendo el 21 de enero, los divisionarios siguen avanzando hacia Vsvad y se encuentran con una tropa que al principio creen enemiga, pero que a la luz de bengalas reconocen como la guarnición alemana a la que han ido a socorrer.
 Abrazos y lágrimas que se hielan en la cara (mensaje al mando: «En la madrugada de hoy, restos de la compañía española y la guarnición alemana de Vsvad se han abrazado»). Misión cumplida.
 O, al menos, ésa.
 El 24 de enero, retirándose ya todos hacia el lago para regresar a sus líneas, los rusos les cortan el paso en Maloye Utschino.
 Quedan 34 españoles vivos, la mitad heridos.
 Los que pueden combatir se presentan voluntarios para recuperar la aldea y los cadáveres de sus compañeros muertos cinco días atrás. Apoyados por un blindado alemán, 16 españoles atacan y la toman de nuevo.
 El termómetro marca 58º bajo cero y el frío hiela los cerrojos de los fusiles.
 Por fin, tras desandar camino por el lago acompañando a los alemanes rescatados, los españoles regresan a su punto de partida.
 De los 206 hombres que salieron dos semanas atrás, sólo hay 32 supervivientes entre ilesos y heridos.
 Todos recibirán la Cruz de Hierro alemana, la Medalla Militar colectiva, y el capitán Ordás, la individual.
 El más exacto resumen de su epopeya lo hace el último intercambio de comunicaciones entre Ordás y el cuartel general: «Dime cuántos valientes quedáis en pie»… «Quedamos doce»

sábado, 14 de julio de 2018

ÉL OS DIRÁ CANTANDO, de Hamlet Lima Quintana

Dadle al Poeta la cuchara del albañil.
Dadle la cal y los cantos de las cunas.
Dadle las palabras que crecen entre surcos.
Dadle todas las lágrimas que contiene una hora de vida.

Dadle la música de los silencios ciudadanos.
Y dadle un poco de viento
para que pueda fabricar los sueños.

Dadle al Poeta la sal ardida del mar.
Dadle el primer impulso de las vírgenes,
y la primera mentira que nuestros hijos encienden.

Y un poquito de Luz,
un poquito de Luz como una rosa.
Dadle los rostros y las cosas
sin términos gastados.

Y la mirada recta de los simples.
Me diréis: ¿Para qué, si los Poetas
tienen la luna y los espejos?

Es que el canto se ha deshecho
y nos quedan hilachas
como el humo de los trenes.

Entonces, dadle al Poeta
la cuchara del albañil.
El os dirá cantando
cómo se construyen los hombres puros.

DESPEDIDA Y NO, de Jorge Enrique Adoum

Como un muerto, amor, yo me incorporo,
echo puñados de olvido y grava, tablas
que mordí, piedras, lo que queda de mí
y de las flores que un día me pusieron,
y todo lo que echaron sobre ti para enterrarme:
las embriagueces de la equivocación, toda
la complicidad por amor, todo el amor
que confundí con el silencio, los clavos
que no me dejaban ir hasta tu frente.

Le devuelvo a tu ayer la herencia injusta
que me dejó en los ojos, mi desesperación
hecha de tierra, el llanto que sacaba
su alcohol a las primeras cuerdas del pasillo,
mi angustia que presentía tu preñez, mis raíces
atadas a tu verdad enorme, tu alarido
en la espalda. Ahí quedan mi camastro
con sus sábanas de soledad y de melancolía,
mi empleo, mi patrón, mi desempleo,
mis deudas de aguardiente y aspirina, mis zapatos
llenos de no hay vacantes y costuras,
los almuerzos en que me ponían un libro
abierto sobre el plato, mi espera de la gran
ocasión, de la gran cosa, del gran día.

Aquí comienzo, salgo del rencor como de madre,
me pongo todos los huesos. Yo me voy
de este hotel de pesadumbre a hoy día,
yo me voy a aprender la esperanza como una
lengua antigua que olvidé entre los escombros
de tanto ser caído en el fracaso, pero tengo
con quién hablar, con los que han muerto
por carta y no lo creo y llegan a enseñarme
su boleto, tu recibo hecho pedazos
por la crueldad del día y las ráfagas
del año.

Henos aquí, botín de tus edades,
hasta la altura a que has crecido, hasta
la línea del posterior rescate, prisionera
de ti. Almas amontonadas junto al muro,
caras contra la pared para verte por dentro
ese rostro de hermosa que estaba en las medallas,
y agarradas las manos a lápices, fusiles,
herramientas, cucharas: la batalla
es contigo y el regreso es contigo,
porque has de ser feliz aunque no quieras.

viernes, 13 de julio de 2018

A LA ORILLA DE LA CHIMENEA, de Joaquín Sabina

Puedo ponerme cursi 
y decir que tus labios
me saben igual que los labios
que beso en mis sueños,

Puedo ponerme triste
y decir que me basta
con ser tu enemigo, tu todo,
tu esclavo, tu fiebre tu dueño

Y si quieres también puedo ser
tu estación y tu tren, tu mal y tu bien,
tu pan y tu vino, tu pecado,
tu dios, tu asesino,

O tal vez esa sombra que se tumba
a tu lado en la alfombra,
a la orilla de la chimenea,
a esperar que suba la marea.

Puedo ponerme humilde
y decir que no soy el mejor.
Que me falta algo
para atarte a mi cama.

Puedo ponerme digno
y decir: toma mi dirección,
cuando te hartes de amores baratos,
de un rato me llamas.

Y si quieres también
puedo ser tu trapecio y tu red,
tu adiós y tu ven, tu manta y tu frío,
tu resaca, tu lunes, tu hastío,

O tal vez ese viento
que te arranca del aburrimiento,
y te deja abrazada a una duda,
en mitad de la calle y desnuda.

Y si quieres también,
puedo ser tu abogado y tu juez,
tu miedo y tu fe, tu noche y tu día
tu rencor, tu porqué, tu agonía...

O tal vez esa sombra que se tumba
a tu lado en la alfombra,
a la orilla de la chimenea
a esperar que suba la marea.

O tal vez ese viento
que te arranca del aburrimiento,
y te deja abrazada a una duda,
en mitad de la calle y desnuda.

jueves, 12 de julio de 2018

TODO HIJO ES PADRE DE LA MUERTE DE SU PADRE, de Fabricio Carpinejar

Hay una ruptura en la historia de la familia, donde las edades se acumulan y se superponen y el orden natural no tiene sentido: es cuando el hijo se convierte en el padre de su padre.
Es cuando el padre se hace mayor y comienza a trotar como si estuviera dentro de la niebla.
Lento, lento e impreciso.
Es cuando uno de los padres, que te tomó con fuerza de la mano cuando eras pequeño, ya no quiere estar solo.

Es cuando el padre, una vez firme e insuperable, se debilita, y toma aliento dos veces antes de levantarse de su lugar.
Es cuando el padre, que en otro tiempo había mandado y ordenado, hoy solo suspira, solo gime, y busca dónde está la puerta y la ventana - todo corredor ahora está lejos -.
Es cuando uno de los padres, antes dispuesto y trabajador, fracasa en ponerse su propia ropa y no recuerda sus medicamentos.
Y nosotros, como hijos, no haremos otra cosa sino aceptar que somos responsables de esa vida.

Aquella vida que nos engendró depende de nuestra vida para morir en paz.

Todo hijo es el padre de la muerte de su padre.

Tal vez la vejez del padre y de la madre es curiosamente el último embarazo. Nuestra última enseñanza.
Una oportunidad para devolver los cuidados y el amor que nos han dado por décadas.
Y así como adaptamos nuestra casa para cuidar de nuestros bebés, bloqueando tomas de luz y poniendo corralitos, ahora vamos a cambiar la distribución de los muebles para nuestros padres.

La primera transformación ocurre en el cuarto de baño.
Seremos los padres de nuestros padres los que ahora pondremos una barra en la regadera.
La barra es emblemática. La barra es simbólica.
La barra es inaugurar el “destemplamiento de las aguas”.
Porque la ducha, simple y refrescante, ahora es una tempestad para los viejos pies de nuestros protectores.

No podemos dejarlos ningún momento.
La casa de quien cuida de sus padres tendrá abrazaderas por las paredes. Y nuestros brazos se extenderán en forma de barandillas.
Envejecer es caminar sosteniéndose de los objetos.
Envejecer es incluso subir escaleras sin escalones.
Seremos extraños en nuestra propia casa.
Observaremos cada detalle con miedo y desconocimiento, con duda y preocupación.
Seremos arquitectos, diseñadores, ingenieros frustrados. ¿Cómo no previmos que nuestros padres se enfermarían y necesitarían de nosotros?
Nos lamentaremos de los sofás, las estatuas y la escalera de caracol.
Lamentaremos todos los obstáculos y la alfombra.

FELIZ EL HIJO QUE ES EL PADRE DE SU PADRE ANTES DE SU MUERTE, Y POBRE DEL HIJO QUE APARECE SÓLO EN EL FUNERAL Y NO SE DESPIDE UN POCO CADA DÍA.

Mi amigo Joseph Klein acompañó a su padre hasta sus últimos minutos.
En el hospital, la enfermera hacía la maniobra para moverlo de la cama a la camilla, tratando de cambiar las sábanas cuando Joe gritó desde su asiento:

- Deja que te ayude -.

Reunió fuerzas y tomó por primera a su padre en su regazo.
Colocó la cara de su padre contra su pecho.
Acomodó en sus hombros a su padre consumido por el cáncer: pequeño, arrugado, frágil , tembloroso.
Se quedó abrazándolo por un buen tiempo, el tiempo equivalente a su infancia, el tiempo equivalente a su adolescencia, un buen tiempo, un tiempo interminable.
Meciendo a su padre de un lado al otro.
Acariciando a su padre.
Calmado el su padre.Y decía en voz baja :

- Estoy aquí, estoy aquí, papá..! -

Lo que un padre quiere oír al final de su vida es que su hijo está ahí.

(Fabrício Carpinejar "Todo filho é pai da morte de seu pai" versión al español Zorelly Pedroza)

martes, 10 de julio de 2018

FUE MI PAPÁ, de Horacio Verbitzky

Una verdad fabricada de apuro a medida de un juez amistoso

 El 22 de diciembre de 2016, el hermano presidencial Gianfranco Macrì, blanqueó 63,5 millones de pesos ante la AFIP, a raíz de la denuncia de la fiscalía de Hamburgo por movimientos sospechosos de la BF Corporation en un banco alemán.
 Esto dio lugar a una denuncia de la PROCELAC, que comenzaron a investigar el fiscal Federico Delgado y el juez Sebastián Casanello.
 Esa suma, equivalente a unos cuatro millones de dólares de aquel momento, es una décima parte del blanqueo total realizado por el segundón de la familia, cuya revelación derivó en el lanzamiento de El Cohete a la Luna.
 Lo sugestivo no es la suma, sino el modus operandi típico de los lavadores de dinero sucio, que llamó la atención de la justicia de Alemania.
 Más interesante aún es otra de las revelaciones de los Panama Papers sobre Macrì y sus negocios en las sombras.
 La primera filtración, en abril de 2016, indicó que Macrì era director de las compañías offshore Fleg Trading y Kagemusha.
 El descargo presidencial fue que las compañías eran de su padre y que él sólo figuró como director un breve lapso para luego renunciar y designar un reemplazante.
 En cuanto la filtración se hizo pública, el 3 de abril de 2016, Macrì trató de conseguir que su padre asumiera esa versión.
Como el Presidente había solicitado que la justicia lo declarara insano y junto con Gianfranco lo desalojó del manejo de las empresas familiares, el constructor calabrés remoloneó todo lo que pudo la respuesta.
 Los abogados de Macrì, Fabián Rodríguez Simón y Felipe Llerena, iniciaron una insólita acción civil de declaración de certeza ante el juez Andrés Guillermo Fraga, quien requirió a la justicia de Bahamas que informara todos los datos de su cliente.
 Las nuevas filtraciones muestran que Fleg Trading nunca suministró al estudio panameño Mossack Fonseca los datos sobre sus accionistas y beneficiario final y si eran personas políticamente expuestas, pese a la insistencia del estudio por solicitárselos.
 Al constatar que no tenía esa información en sus registros, Mossack Fonseca le pidió a su intermediario en Uruguay, Santiago Lussich Torrondel, que firmara una carta manuscrita antedatada en 1998. Debía decir que ese año Franco Macrì le encomendó la adquisición a los pañamenos de la offshore Fleg Trading.
 Lussich estaba despavorido porque ya había declarado ante el fiscal penal Delgado. Sostuvo que Maurizio Macrì dejó el directorio pocos meses después pero que ese cambio nunca se informó al registro de sociedades de Bahamas.
 Temía terminar procesado si un peritaje caligráfico detectaba que la nota había sido escrita ahora y no hace dos décadas.
 Los panameños lo urgieron porque a su vez los acosaban los abogados de Maurizio Macrì a través de la justicia de Bahamas.
 Al ser el hijo Presidente estamos metidos en un lío, escribió su corresponsal en Uruguay que trataba de ablandar a Lussich.
 Si el contador uruguayo no identificaba de puño y letra al beneficiario final, Mossack Fonseca declararía que eran los directores, es decir Maurizio y Mariano Macrì, exactamente lo que el Presidente quería evitar.
 La presión surtió efecto y el 4 de octubre de 2016, Lussich Torrendel firmó una nota dirigida a Mossack Fonseca según la cual “la sociedad Fleg Trading Ltd, sociedad de Bahamas, adquirida a vuestro estudio en el 1998 lo fue a pedido del señor Francisco Macri”.
 La foto es de entonces.
 Casi un año después, el 20 de septiembre de 2017, el juez Fraga firmó un insólito fallo en el seudo juicio “Macrì Maurizio contra Macrì Franco sobre acción declarativa”.  Es una de las últimas cosas que alcancé a escribir en el diario Página/12.
 Fraga certifica que el Presidente no es, ni fue, socio ni accionista de las sociedades offshore reveladas en los Panama Papers (Fleg Trading y Kagemusha), que no recibió dividendos ni ganancia de ellas, y que solo aceptó el cargo de director para renunciar y designar un reemplazante.

 Obtener una copia de la sentencia es una proeza ya que el expediente fue reservado en Secretaría y eliminado de los registros informáticos, pese a que no existen medidas cautelares ni se debaten cuestiones personalísimas que lo justifiquen.
 Pude consultarlo gracias al ex Inspector General de Justicia Ricardo Nissen, quien afirma que es una sentencia sin precedentes en el derecho societario.
 Estas son algunas de sus observaciones:

* Se inició ante los tribunales civiles cuando correspondía a un juzgado en materia mercantil.
* Fraga le otorgó trámite sumarísimo, que el Código Procesal restringe a otros casos.
* Sólo procede una acción declarativa cuando no hay otro medio legal de poner término al estado de incertidumbre.
* Lo que correspondía era dirigir la demanda contra Fleg Trading y Kagemusha para que exhibieran su documentación.
*Para ello debería haberlas citado mediante exhortos diplomáticos en un proceso contradictorio, lo cual le hubiera insumido no menos de cinco años, como les ocurre a los comunes mortales, y no el récord absoluto del trámite VIP.
* Mediante esta presentación irregular, incompleta y defectuosa, Fraga dio por reconocidos los hechos expuestos por el Presidente, declaró la cuestión de puro derecho y así se salteó el periodo de prueba, que no sólo es el más interesante sino también el más largo, para llegar sin demora a la sentencia. Es inocultable que sólo se requería un título que desvirtuara la denuncia.
* De la causa penal sólo se citan los testimonios de abogados, contadores, dependientes o apoderados de la famiglia y sus empresas y ninguna prueba. La jurisprudencia no acepta la prueba testimonial para acreditar el carácter de integrante de una sociedad comercial y mucho menos el carácter de “no integrante”.
* Todos ellos dijeron que el actual Presidente había abandonado su actividad empresarial al dedicarse exclusivamente a Boca Juniors, a partir de 1994. Sin embargo Fleg Trading SA se constituyó recién en 1998 y la empleada del Grupo Macri Concepción Lioi reconoció que había sido designada directora de Fleg Trading en un acta firmada por Franco, Maurizio y Mariano Macrì.
* Por supuesto, el demandado Franco Macrì no apeló.


Nissen concluye que la aparición posterior de más de cuarenta sociedades con la participación de Maurizio Macri constituidas en guaridas fiscales “tornó abstracto este pronunciamiento judicial, que con toda seguridad no honra a la jurisprudencia nacional y demuestra, una vez más, la íntima vinculación que existe entre el gobierno y parte del aparato judicial”.

lunes, 9 de julio de 2018

EL PUEBLO QUE DIBUJABA PERROS, de Marcelo Figueras - 9/7/18

Hay talentos que parecen no tener norte, hasta que al final esplenden.

 Cuando llegué a la marcha por el Día de la Independencia sabía que iba a cruzarme con conocidos, pero nunca imaginé que iba a terminar pensando en Lafcadio Hearn. Hijo de un cirujano irlandés y de una griega de noble linaje, Hearn tuvo una vida azarosa y no exenta de dolores que lo llevó de adulto a Japón, donde encontró un hogar e inspiración.

 A él le debemos la difusión mundial de leyendas locales a través de libros llamados - por ejemplo - Cuentos de hadas japoneses (1898).
 El cuento del que me acordé se llama El niño que dibujaba gatos.
 Soy consciente de que el perfume a paty y chori no conjura imágenes del Japón folklórico; pero si tienen paciencia, verán que la asociación no fue caprichosa.

 Un par de horas antes me había encaminado al Centro vía subte D. (El verde, diría mi compañera, que como es optimista identifica las líneas por colores.)
 Todo estaba como suele estar en un feriado-con-marcha: tren lleno, gente ansiosa.
 En el otro extremo de mi vagón, un hombre acompañado por una nenita explicaba su circunstancia en voz alta.
 No entendí lo que contaba, pero saqué la billetera igual.
 Aceptó mi dinero con un gesto seco, pero cuando el señor que venía a continuación convirtió la entrega en un apretón de manos, el hombre le pidió disculpas.
 No me queda otra, dijo, aunque nadie le había reclamado explicación. La nenita, que iba de su mano, siguió tironeando. Me pregunté qué callo obtendría de la experiencia de circular por la calle con un padre que se disculpa ante extraños, porque no le queda otra que pedir ayuda. No tuve tiempo de respondérmelo.
 Enseguida apareció una mujer con su niña a cuestas, pidiendo también.
 Esta historia la registré, pero no importa aquí.
 Me quedé con que la nena se llamaba Naiara. Dormía con la cabecita sobre el hombro de su madre, Naiara. El único cachete que exponía a la vista era gordito y rosado, como una nube de algodón de azúcar.
 Mientras caminaba por la 9 de Julio hacia Avenida de Mayo empecé a cruzarme con gente conocida. El bancario Sergio Palazzo, Cynthia García tomando un café en una mesa sobre la vereda, el periodista Juan Amorín - uno de los Jóvenes Maravilla, que por suerte son muchos, del Nuevo Periodismo Argentino - y su compañera.
 El recuerdo de la marcha del 25 de Mayo me angustiaba, porque aquella vez todo se ordenó en torno al Obelisco y ahora sus inmediaciones estaban raleadas. Hombre de poca fe, pensé al aproximarme al monumento al Quijote.
 Del otro lado de la Avenida de Mayo la muchedumbre era compacta.

 Tardé una eternidad en cruzar de Irigoyen a Lima.
 Remonté la corriente hasta Chile, donde decidí poner fin a mi expedición. Desde allí era sensato inferir que las columnas llegaban bastante más allá de la avenida Independencia.
 Estaba a punto de desandar mis pasos cuando vi un profusión de banderas propia de una peli de Kurosawa. Eran las columnas de La Cámpora, que avanzaban hacia el escenario. Divisé a Máximo Kirchner, que se desplazaba a duras penas entre un enjambre de gente que le robaba besos y selfies.
 Me aparté para verlos pasar y, al retroceder, me choqué con un señor que llevaba una pancarta casera. Había recortado y aplicado los rostros de personajes de la administración Macri, sobre una escena de dibujito animado.
 Lo identifiqué al vuelo, porque era de los populares en mi infancia.
 Pero el señor le había facilitado la tarea a las generaciones jóvenes, pintando con marcador negro: Don Gato y su Pandilla.

Don Gato y su Pandilla en la cuna de la Independencia.
 

 No fue ese gato el que me llevó a Lafcadio Hearn.
 Al menos, no de inmediato.
 El cuento al que me refiero habla de un crío que forma parte de una familia de campesinos, que no saben bien qué hacer con él. En vez de cumplir con las tareas que le encargan, el niño se encierra a dibujar gatos.
 Lo hace con gracia, pero esa gracia no tiene lugar en su circunstancia: sus padres no tienen dinero ni para enviarlo a la escuela, en su mundo el arte es un absurdo.
 Frustrado porque lo considera un inútil, su padre lo entrega a un templo para que lo empleen como aprendiz y potencial acólito. Pero allí tampoco encaja.
 Es un niño dado a las ensoñaciones y por ende distraído, que sólo parece feliz cuando dibuja gatos. Por eso terminan echándolo y librándolo a su suerte.
 A modo de despedida, el abad le da algo de comida y un único consejo: evita los lugares espaciosos, limítate a los pequeños.

 La marea de gente que había sobre la 9 de Julio la convertía en un lugar asfixiante.
 Oí la lectura del documento que clausuró el encuentro a varias cuadras del escenario, donde de todos modos no cabía nadie más; durante un instante fantaseé con dejarme caer, para probar si era cierto que - como presumía - los cuerpos que me rodeaban evitarían que me desplomase.

 El documento arrancó con la misma frase que me había impactado como si nunca antes la hubiese oído, durante la celebración del Día de la Bandera.
 Oíd el ruido de rotas cadenas dice el Himno y retomó la proclama, llamando a producir un crack: a romper con el Fondo, con el endeudamiento, con el ajuste, con el olvido, con el patriarcado, con el pensamiento único y con la mentira sistemática, esos monstruos a los que abrimos las puertas del templo donde vivíamos, y del que ahora pretenden expulsarnos.

 Durante la desconcentración volvió a deslumbrarme la amplitud de la muchedumbre congregada.
 Siempre me impresiona que haya gente de toda laya, pero esta vez vi tanto veterano - a los que no me costaba nada imaginar militando en los ’70 - y tantxs jóvenes con críos que me pregunté si la propensión a resistir en la calle formará ya parte de nuestro ADN.

 Ya de regreso en el subte, me crucé con un twitt de J. K. Rowling - la autora de la saga de Harry Potter - que me desconcertó, porque parecía estar hablando de la realidad argentina.
 “Esto es lo que pasa - decía - cuando te gobiernan hombres que han sido criados desde la cuna para creer que los desastres que producen a su paso deben limpiarlos siempre otros. Cuando finalmente producen un desastre de esos que no se pueden arreglar, sólo atinan a armar un escándalo”.
 Pero no, estaba hablando del Brexit, al igual que el editorial del diario inglés The Independent que se me cruzó a continuación.
 Tuve que releer el texto para cerciorarme de que había visto bien: un medio serio, elegante, claramente pro - mercado, hablando del renunciante ministro Boris Johnson en términos de inequívoca indignación.
 “Ese punching-ball humano… El equivalente de aquel viejo juguete llamado Weeble, que se bamboleaba pero no caía nunca”, decía.
 Aun a sabiendas de que un editorial expresa la línea central del diario todo, el texto no escatimaba rabia: “(Boris Johnson) No tiene idea de lo que hizo — se las arregló para pulir el turd que es la administración de Theresa May”.
 La palabra turd define, en inglés, la unidad mínima de evacuación fecal.

 Entonces se me mezclaron la crisis de los ingleses con Lula el prisionero político y el inevitable ninguneo que sobrevendrá a la demostración cívica de hoy (su ausencia de la tapa de los diarios conservadores, los comentarios maliciosos que dirán que no sirvió de nada) y me pregunté si no será hora de ir pensando en propuestas que excedan la fragmentación nacional y privilegien un prisma más amplio. 
 ¿O no estamos todos siendo víctimas de la misma clase de turds, más allá de sus pasaportes?
 Al menos - pensé - tenemos la ventaja comparativa de saber que la batalla esencial se juega en la calle.
 Aunque parezca que, por más que nuestras manifestaciones crezcan mes tras mes, nada cambie al día siguiente.

 Y ahí sí que me acordé de Lafcadio Hearn.


 Lafcadio Hearn (1850-1904), escritor y periodista que entendió el valor de considerarse ciudadano del mundo.
 El cuento sigue con el pobre niño vagando sin norte, hasta que da con otro templo - este vacío, visiblemente abandonado - en el que decide pasar la noche.
 Lo que el niño no sabe es que el templo está así porque se lo considera embrujado. Durante años los monjes han orado y practicado ritos para purificarlo pero sin suerte, optando al fin por exiliarse.
 Asustado por la perspectiva de la noche a solas en el sitio extraño, el niño apela a lo único que lo tranquiliza: dibujar gatos, cosa que procede a hacer sobre las paredes de papel de arroz, las vigas de madera y los delgados colchones que recubren los suelos.
Cuando el sueño lo vence, recuerda el consejo del abad 
- evita los lugares espaciosos, limítate a los pequeños - y se mete a dormir dentro de un armario.

 En plena madrugada lo despierta un ruido horrendo, mezcla de alarido, desgarro y lamento. El niño no se mueve.
 El estrépito crece, enriqueciéndose del modo más escalofriante: ahora suena también a huesos que estallan.
 El pequeño permanece oculto hasta que el silencio adviene.
 Se toma su tiempo hasta sentirse seguro y al fin sale. Para encontrar en medio del templo a un duende gigantesco, con forma de rata, destrozado y muerto.
 Pero eso no es lo único que ve.
 Cuando observa sus propios dibujos, advierte que las bocas de sus gatos están húmedas y rojas.
 Los vecinos llegan a tiempo para comprender que el templo ha sido exorcizado y que el niño es el responsable.
 Lo adoptan como propio, consagrándolo héroe; con el tiempo deviene artista famoso.

 A veces pienso que nos parecemos un poco al chico del cuento. Nosotros no dibujamos gatos, no. (Y menos en este caso, cuando al líder de la pandilla que nos acosa se lo considera felino en la acepción tumbera del término.)
 Pero tenemos otro extraño talento, el de no dudar en salir a las calles y ocuparlas y reclamar desde allí cada vez que intuímos que algo delicado está en juego.
 Los poderosos dicen que es un talento inútil, en tanto no conduce a nada: el 10 de julio no exhibirá cambio alguno y el 11 habrá quedado en el pasado.
 Pero un día volveremos a hacer lo de siempre y nos quedaremos en las calles - a las que empequeñecemos siempre, de tantos que somos - durante todo el tiempo que haga falta y esa vez, aunque no entendamos bien por qué, algo cambiará; y así los perros que dibujábamos sin saber para qué servían cumplirán la misión para la que se perfeccionaban, desde que agarramos el lápiz por vez primera.

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