viernes, 13 de julio de 2018

A LA ORILLA DE LA CHIMENEA, de Joaquín Sabina

Puedo ponerme cursi 
y decir que tus labios
me saben igual que los labios
que beso en mis sueños,

Puedo ponerme triste
y decir que me basta
con ser tu enemigo, tu todo,
tu esclavo, tu fiebre tu dueño

Y si quieres también puedo ser
tu estación y tu tren, tu mal y tu bien,
tu pan y tu vino, tu pecado,
tu dios, tu asesino,

O tal vez esa sombra que se tumba
a tu lado en la alfombra,
a la orilla de la chimenea,
a esperar que suba la marea.

Puedo ponerme humilde
y decir que no soy el mejor.
Que me falta algo
para atarte a mi cama.

Puedo ponerme digno
y decir: toma mi dirección,
cuando te hartes de amores baratos,
de un rato me llamas.

Y si quieres también
puedo ser tu trapecio y tu red,
tu adiós y tu ven, tu manta y tu frío,
tu resaca, tu lunes, tu hastío,

O tal vez ese viento
que te arranca del aburrimiento,
y te deja abrazada a una duda,
en mitad de la calle y desnuda.

Y si quieres también,
puedo ser tu abogado y tu juez,
tu miedo y tu fe, tu noche y tu día
tu rencor, tu porqué, tu agonía...

O tal vez esa sombra que se tumba
a tu lado en la alfombra,
a la orilla de la chimenea
a esperar que suba la marea.

O tal vez ese viento
que te arranca del aburrimiento,
y te deja abrazada a una duda,
en mitad de la calle y desnuda.

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