lunes, 26 de junio de 2017

UNA HISTORIA DE ESPAÑA LXXXVII, de Arturo Pérez Reverte - 26/6/17

Mientras llegamos a la última etapa de la dictadura franquista, se impone una reflexión retrospectiva y útil: unos afirman que Francisco Franco fue providencial para España, y otros afirman que fue lo peor que pudo pasar.
En mi opinión, Franco fue una desgracia; pero también creo que en la España emputecida, violenta e infame de 1936-39 no había ninguna posibilidad de que surgiera una democracia real; y que si hubiera ganado el otro bando – o los más fuertes y disciplinados del otro bando –, probablemente el resultado habría sido también una dictadura, pero comunista o de izquierdas y con idéntica intención de exterminar al adversario y eliminar la democracia liberal, que de hecho estaba contra las cuerdas a tales alturas del desparrame.
Para eso, aparte los testimonios de primera mano – mi padre y mi tío Lorenzo lucharon por la República, este último en varias de las batallas más duras, siendo herido de bala en combate – me acojo menos a un historiador profranquista como Stanley Payne (En la España de 1936 no había ninguna posibilidad de que surgiera una democracia utópica), que a un testigo directo honrado, inteligente y de izquierdas como Chaves Nogales (El futuro dictador de España va a salir de un lado u otro de las trincheras).
Y es que, a la hora de enjuiciar esa parte de nuestro siglo XX, conviene arrimarse a todas las fuentes posibles, libros y testimonios directos; no para ser equidistantes, pues cada uno está donde cree que debe estar, sino para ser ecuánimes a la hora de documentarse y debatir, en lugar de reducirlo todo a etiquetas baratas manejadas por golfos, populistas, simples y analfabetos.
Que no siempre son sinónimos, pero a veces sí.
Y es en ese plano, en mi opinión, donde debe situarse la aproximación intelectual, no visceral, a las tres etapas del franquismo, del que ya hemos referido las dos primeras – represión criminal sistemática y tímidos comienzos de apertura – para entrar hoy en la tercera y última.
Me refiero a la etapa final, caracterizada por un cambio inevitable en el que actuaron muchos y complejos factores. Llegando ya los años 70, el régimen franquista no había podido sustraerse, aunque muy en contra de su voluntad, a una evolución natural hacia formas más civilizadas; y a eso había que añadir algunas leyes y disposiciones importantes. La Ley de Sucesión ya establecía que el futuro de España sería un retorno a la monarquía como forma de gobierno – a Franco y su gente, pero también a otros españoles que eran honrados, la palabra república les daba urticaria –, y para eso se procedió a educar desde niño a Juan Carlos de Borbón, nieto del exiliado Alfonso XIII, a fin de que bajo la cobertura monárquica diera continuidad y normalidad internacional homologable al régimen franquista.
Aparte los esfuerzos de desarrollo industrial, logrados a medias y no en todas partes, hubo otras dos leyes cuya importancia debe ser subrayada, pues tendrían un peso notable en el nivel cultural y la calidad de vida de los españoles: la Ley General de Educación de 1970, que – aunque imperfecta, sesgada y miserablemente tardía – amplió la escolarización obligatoria hasta los 14 años, y la Ley de Bases de la Seguridad Social de 1963, que no nos puso por completo donde lo exigía una sociedad moderna, pero garantizó asistencia médica, hospitales y pensiones de jubilación a los españoles, dando pie a una cobertura social, estupenda con el tiempo, de la que todavía nos beneficiamos en 2017 (y que los irresponsables y trincones gobiernos de las últimas décadas, sin distinción de color, hacen todo lo posible por cargarse).
Por lo demás, el crecimiento económico y los avatares de esta etapa final – turismo, industria, vivienda, televisión, Seat 600, corrupción, emigración – se vieron muy alterados por la crisis del petróleo de 1973, fecha en la que el aparato franquista estaba ya dividido en dos: de una parte los continuistas duros (el Bunker) y de la otra los partidarios de democratizar algo el régimen y salvar los muebles.
Con un mundo agitado por vientos de libertad, cuando las colonias extranjeras ganaban su independencia y caían las dictaduras de Portugal y Grecia, España no podía quedar al margen.
La oposición política tomó fuerza, tanto dentro como en el exilio; en el interior se intensificaron las huelgas obreras y estudiantiles, los nacionalismos volvieron a levantar la cabeza, y el Régimen – en manos todavía del Búnker – aumentó la represión, creó el Tribunal de Orden Público y la Brigada Político - Social, y se esforzó en machacar a quienes exigían democracia y libertad.
Y así, aunque dando aún bestiales coletazos, la España de Franco se acercaba a su fin.
[Continuará]

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.

FORMULARIO DE CONTACTO

Nombre

Correo electrónico *

Mensaje *

BUSCAR EN ESTE BLOG

SEGUIDORES

TIROS EN LOS PIES, de Horacio Verbitzky - 21/4/2024

Diseño, Alejando Ros. Animación, Silvia Canosa El gobernador Axel Kicillof sería la principal víctima de la andanada antikirchnerista que se...