lunes, 2 de agosto de 2021

HISTORIAS DE GUERRA

HÉROE ARGENTINO QUE LUCHÓ POR FRANCIA EN LA PRIMERA GUERRA MUNDIAL Y ES RECONOCIDO MUNDIALMENTE

La Argentina conoce nada de la historia de sus verdaderos héroes

¿Habrá una calle en Bs As que lleve su nombre?
Otro de los grandes hombres olvidados, que no se recuerdan en este país.
En este caso, el Capitán Vicente Almandos Almonacid, nacido en Anguinán, La Rioja, Argentina, el 24 de diciembre de 1882.
Fue ingeniero, diplomático y aviador.

Como esto último, participó en la Primera Guerra Mundial como piloto de la Fuerza Aérea Francesa.
Fue fundador y gerente técnico de la compañía aérea Aeroposta Argentina, precursora de Aerolíneas Argentinas.
En reconocimiento a sus logros, en Francia le fueron otorgadas múltiples distinciones, entre las que se destaca la "Legión de Honor y la Medalla Militar".
En Argentina, el Aeropuerto de La Rioja fue bautizado con su nombre.
En el año 1951, debido a que necesitaba incrementar su jubilación argentina y como había trabajado algún tiempo para Francia, los empleados le habían exigido un certificado firmado y sellado por el Departamento de Seguridad Social francés.
Solicitó el turno vía carta aérea, y se lo confirmaron de la misma manera, para el 4 de febrero de 1952.

Don Vicente compró un pasaje en su mutual, en 48 cuotas fijas, crédito brindado a todo antiguo personal que hubiera trabajado en la Fuerza Aérea Argentina, durante 10 años.
Él cumplía esos requisitos.
Llegó a París el 3 de febrero, un día antes de la fecha acordada. Eran las 5 de la tarde de un frío y congelante día de invierno, y todavía le faltaban varias horas para la cena.

Sólo para recordar viejos tiempos, se dirigió hacia el lugar donde había prestado servicios, la Base Aérea de 
Vélizy – Villacoublay , a 8 kilómetros de París.
Llegó a la base y los dos alférez de guardia sonrieron cuando el abuelo Vicente, en perfecto francés, les solicitó ingresar y les aclaró que su intención era solo tomar algo "fuerte" en el Casino de Oficiales, sin molestar.
Los mismos dos alférez que habían sonreído socarronamente, no disimularon su cara de sorpresa cuando del otro lado del teléfono le permitieron el ingreso al anciano.

Caminó el piso de macadam y subió lentamente por la empinada escalera de cemento del Casino de Oficiales del Aire.
La antigua puerta de madera había sido reemplazada por una giratoria.
Más de un minuto le costó ingresar, ante las sonrisitas malvadas de los jóvenes oficiales que se encontraban adentro, disfrutando sus tiempos de descanso.

El abuelo Vicente se dirigió al bar de oficiales, una antigua institución aún más antigua que el mismo Casino.
Llena de Ícaros de madera, oxidados sextantes de metal y viejas máscaras de oxígeno.
Colmado de pedantes pilotos de caza, admirados por ser la "élite" de Francia, jóvenes y musculosos, éstos se rieron de la situación apenas Don Vicente se sentó a una mesa y pidió un "liqueur de pomme".

Ese viejito cojo, jorobado, muy pequeño, con una mirada dulce y bonachona, encorvado hacia adelante y bajo un enorme y muy grueso tapado de lana pesada, se limitaba a sonreír cuando las cargadas se dirigieron a él desde esa mesa de aguerridos pilotos, que pese a ser el "orgullo de los cielos de Francia", pertenecían a una generación cuyos galones habían sido obtenidos bajo horas de entrenamiento y de estudio, pero no en combate real.

El cantinero se disculpó y le sugirió pasarse a una mesa más alejada de los inadaptados a los cuales nada se les podía objetar por ser el orgullo de Francia.
Don Vicente le respondió:
"No, no, no, mi buen amigo, no importa, si me lo permite desearía quedarme aquí, es que en esta mesa conocí por primera vez a mi amor, la madre de mis hijos.
No me queda mucho tiempo y sentarme aquí me permite recordarla. Si no se enoja, me quedo.
Los muchachos son jóvenes y tienen mucho por volar todavía.
Yo estoy bien, déjelos aletear"

Siguió bebiendo su añorado licor de manzanas.
Y ante cada burla, cruel y más cruel que la anterior, el viejito asentía y por respuesta solo sonreía.
Eso enfurecía más a esos jóvenes oficiales del aire franceses.
Ya querían que se fuera.
Se lo exigieron ostentosamente al cantinero, el cuál sabiendo ahora el motivo de la estancia del anciano se negó.
Y prosiguieron las burlas y los sarcasmos hirientes, ahora relacionados con la edad del pobre viejo.

No sabían (seguramente) que cuando sus abuelos ni siquiera habían pensado en engendrar a sus padres, a los 18 años él ya había armado su primer cajón volante: el "aeromóvil", un peligroso y pesado mamotreto de madera con alas al que le había adosado un pequeño motor y que levantaba vuelo..!.

Tal vez nunca supieran que por la época que llegó a Francia se presentó en la escuela de pilotos para conseguir el deseado brevet y que aunque no hablaba una palabra de francés, su porte importante hizo que sus instructores creyeran que era un avezado piloto profesional, al que pese a las impotentes gesticulaciones de Vicente, igual lo sentaron frente al tablero de mandos de un avión supertecnológico, que él no sabía ni como encender.

Es casi seguro que jamás se enteraron que una vez en el aire hizo arriesgados loops, admirables tirabuzones, temibles vuelos rasantes, pasadas invertidas, oblícuos, giros, contragiros, picadas y demás, al cabo de las cuales sus instructores desde tierra emitían gritos de admiración y aplausos descontrolados pensando que los estaba maravillando con sus innatas habilidades de acrobacia aérea, cuando Vicente en realidad, estaba aterrorizado y a las puteadas y solo atinaba a pegarle golpes y patadas al timón con el único fin de no matarse.
Ni sabía lo que hacía.

Nunca les dijeron, claro, que cuando bajó del avión, los legendarios instructores de la Francia Libre lo vivaron, lo llevaron en andas y le otorgaron el brevet "con distinción de honores".
Firmado y sellado por todos.
Sólo dos aviadores tuvieron ese brevet en la historia: Vicente Almandos Almonacid y Roland Garros.
Hoy un estadio de tenis lleva su nombre.

Se hubieran sorprendido de que igual, para acompañar sus conocimientos adquiridos, siguió capacitándose como piloto en la Escuela de Vuelo francesa y que dos años después fue reconocido formalmente como piloto honorario del Gobierno de Francia.

Tal vez podrían haber leído en los libros de historia que cierta vez ese anciano recibió la orden de bombardear una fábrica de gases asfixiantes a unos ciento cincuenta kilómetros de la frontera y que salió a las cuatro de la mañana y que cuando salió el sol empezó a bombardear el objetivo que le habían asignado y que cuando su séptima bomba dio en el blanco, varios aeroplanos enemigos tomaron vuelo dispuestos a lanzarse en su persecución.
O que perseguido por ocho naves y sin perder un minuto empezó a tomar altura mediante vuelo en espiral, porque ya lo estaban ametrallando.
O que a los 1.500 metros estabilizó su vuelo y empezó a escapar hacia las líneas francesas y que cuando ya casi se encontraba sobre territorio amigo sus enemigos lo habían alcanzado y estaban pegados a su cola, a punto de abrir fuego.

O que un segundo antes de la muerte, puso flaps arriba y apagó el motor desapareciendo como un fantasma de la mira de sus enemigos, los cuales quedaron en la propia mira de Vicente, que encendió motores nuevamente y a merced de la artillería francesa, los alemanes, quedando sin una respuesta lógica ante semejante maniobra, fueron despedazados.

O pudieron enterarse que esa acción le valió que lo citasen en el Orden del Día y que pocos días después recibiera la "Medalla Militar de la Revolución de Francia", o sea la más alta recompensa.

Claro, tampoco nunca les habrán informado que ese abuelo fue catalogado oficialmente como el "Primer As" de la aviación militar mundial, al haber sido el primero en la Historia que derribó seis aviones enemigos (aviatiks alemanes) en una sola salida, ganándose la admiración de casi toda Europa.
El segundo "As" fue un jovencito alemán llamado Manfred Von Richthofen (el "Barón Rojo"), aquél que le tenía terror a nuestro otro piloto argentino: Ángel Zuloaga.

Tal vez a esos pilotos jamás les comentaron que cuando Vicente (ya retirado del servicio activo) le solicitó al gobierno argentino la compra a Francia de un avión Saulnier para cruzar de noche las peligrosas cimas de Los Andes y así inaugurar el primer servicio postal internacional las 24 horas (objetivo cumplido ante la admiración mundial y que Francia festejó como propio), el gobierno francés envió el avión sin trámites burocráticos y acompañó la entrega con un comunicado firmado y sellado por el Presidente francés en el que se leía lo siguiente:
"cualquier avión solicitado a Francia para ser entregado al Capitán Vicente Almandos Almonacid no se le vende, se le regala y se le agradece oficial y orgullosamente la deferencia de haber pensado en Francia y en sus ciudadanos libres, que por siempre lo admiran".

En un momento dado, el abuelo Vicente se levantó de su mesa y mientras iba caminando hacia el perchero, se quitó de encima el pesado tapado que traía puesto, dejando a la vista su antigua casaca, con todas las 16 medallas otorgadas oportunamente por Francia, Bélgica y Holanda al héroe argentino.
Muchas de ellas inalcanzables para ellos: la “Medaille Militaire” en platino, la “Croix de Guerre”, la "Légion d’Honneur" en oro y plata y la soñada insignia de la "Ligue Aéronautique" francesa en acero y plumas de Concorde, sólo entregada a héroes nacionales.
Medallas estas que solo vieron en fotos o revistas y ahora apreciaban con las mandíbulas desencajadas, sobre el pecho de ese viejo.

Cuando el anciano colgó el tapado, todos los orgullosos pilotos de Francia se atragantaron, sus rostros se pusieron colorados como tomates y todos bajaron la vista, empezaron a sudar y se llamaron a silencio.

Cuando al día siguiente el Capitán Vicente Almandos Almonacid se presentó a solicitar el certificado para incrementar en unos pocos pesos su pensión argentina, el gobierno francés le gestionó en tiempo récord la "Pensión de Honor para los Altos Mandos Franceses", sin dudarlo ni un instante.
Esos pilotos franceses supieron, aprendieron y entendieron todo, cuando al día siguiente tuvieron que escoltar (en formación de honor y con sus mejores aviones caza) al avión de Aerolíneas Argentinas que transportaba de regreso a la Argentina al abuelo Vicente, hasta el límite del espacio aéreo francés, en señal de eterno agradecimiento, respeto y adoración.

Poco más de un año después, el Capitan Vicente Almandos Almonacid falleció en Buenos Aires el 16 de diciembre de 1953.

Este héroe argentino, reconocido en el mundo entero, se encuentra sepultado en el Panteón de los héroes franceses, en el Cementerio de San Isidro, a pedido de Francia.
El nombre del Capitán Vicente Almonacid está grabado en el ala derecha del Arco del triunfo en París
"

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