jueves, 14 de mayo de 2020

APUNTES SOBRE LA MALA SUERTE, de Ariel Scher

El Gordo lo decía cada vez que en el Bar de los Sábados una taza se caía y se quebraba: eso no era mala suerte.
No lo era y tampoco eran malas suertes el amor sin respuestas o un examen reprobado de inglés.

Mala suerte es otra cosa, repitió esa tarde el Gordo, con una café en los labios y una certidumbre en la lengua.
Mala suerte, de verdad mala suerte, es tener campito y jugadores, y arcos y árbitro, y aire para respirar y voluntad para correr y que falte, justo falte, una pelota.

Analista profundo de lo cotidiano, el Gordo poseía una larga teoría sobre la mala suerte.
En síntesis, para él, la mala suerte no consistía en soportar azares adversos, sino en que a la realidad se le acabe el sentido.

Por supuesto, su espacio de verificación de esa teoría era el fútbol.
"Mala suerte - expuso en el Bar de los Sábados - no es que te den un penal en contra. Eso es el juego.
Mala suerte es tener un penal a favor y que al tipo que debe patear le resulte aburrido pararse a once metros de un arco y se vaya a la casa
".

Sobre otros temas, el Gordo se permitía la duda.
Sobre este, no.
"Mala suerte no es perder -añadió- porque esa es una posibilidad llena de lógica, inclusive cuando uno no merece perder. Mala suerte es ganar para ganar, ganar sólo por no perder.
Esa es una de las peores malas suertes de la vida: hacer algo sin saber para qué
".

Con las muelas boyando en otro café, el Gordo lanzó otra afirmación avalada por la reflexión y la existencia.
"Mala suerte no es tirar corners imperfectos.
Mala suerte es que nos toque un compañero que esquive poner la cabeza en vez de jugársela por los demás
", comentó.
Y, cerró con otra referencia que incluía y excedía al fútbol: "Mala suerte, terrible mala suerte, no es no poder hacer lo que se nos da la gana.
Mala suerte es no tener ganas
".

Alguien en el Bar de los Sábados empezaba a evaluar la próxima fecha cuando el estruendo de una taza contra el piso copó el campo del sonido.
El Gordo ni registró el hecho y dio dos pasos hasta la puerta. Afuera había nubes, pero no se perturbó.

"Mala suerte no es que no haya sol. Mala suerte es no querer que salga", pensó.

Después, caminó sobre los restos de la taza rota y se pidió un poco más de café.

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