jueves, 21 de mayo de 2020

SE MURIÓ PERIQUITO (Tristezas de Barrio, de S.F.L.

Periquito no era un ave, no.
Periquito nació por los años '30; un chico vivaracho, hijo único de un matrimonio de inmigrantes como tantos otros que buscaban prosperar el ese barrio de casas bajas, baldíos y chacritas que era por entonces Villa Luro en el oeste de la capital.
Periquito era un niño jovial, muy sociable, servicial y locuaz; inquieto hablaba con cuanto vecino se cruzaba y fue así, que una abuela portuguesa le bautizó de por vida: "Periquito".

Periquito era en realidad Cacho, o Armando, o Roberto... ya nadie se acuerda bien; pero hizo la escuela primaria, en el colegio de la otra cuadra de su casa, claro, dónde más; y pronto intentó sus primeros oficios en un taller de hojalata de un vecino del otro lado de la plaza y más tarde en una carpintería de la avenida Rivadavia.
Finalmente, Periquito hizo un par de años de escuela - fábrica y como aprendiz de oficial tornero, lo conchabó don Atilio que tenía una fábrica de bulones a tres cuadras de la casa de nuestro muchacho.

Periquito frecuentó el cine del barrio, paraba con la barra en la esquina del carnicero del barrio; era habitué del Club Laureles Porteños y no faltaba a los bailes de carnaval; Periquito repartía los domingos para el panadero del barrio y, como no podía ser de otra manera, Periquito se casó con Elisa, una piba del barrio hermana de un gran amigo.

Periquito y Elisa construyeron al fondo de la casa de los padres de éste. 
Elisa, que pudo estudiar algo más, daba clases de piano y de francés.
La pareja prosperó en el Buenos Aires generoso de los '60 y tuvo dos hijos un varón y una mujer.

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Periquito era muy conocido y querido; su jovialidad y su facilidad para exteriorizar su afecto lo hicieron un tipo entrañable. No hubo gesta ni empresa que el barrio acometiese, donde Periquito no tuviera parte.
Con el tiempo, fue habitual que se interesase por los mayores y visitara vecinos en necesidad, amigos en desgracia o arrimara su charla a las almas solitarias del barrio.
El barrio de Periquito, o de cualquier porteño de la época, se ceñía a una decena de manzanas en derredor a su morada: allí se desarrollaba su vida.

Periquito se aparecía con facturas a los muchachos del taller; le acercaba un matecito al policía de parada en la esquina o perdía media hora antes de regresar a casa ayudando con la taquilla de clavos y remaches a José el ferretero.
Periquito celebró nacimientos propios y ajenos; acompañó el duelo de los deudos del barrio y tuvo compañía a la hora de despedir a sus padres; Periquito concurrió a decenas de bautizos, casamientos y cumpleaños de quince, claro, en la parroquia del barrio,el querido Club y el salón de fiestas de la avenida Lope de Vega.

Con el tiempo, Periquito vio partir amigos, casarse a otros, migrar a familias enteras y afincarse nuevos vecinos, los cambios en el barrio eran lentos y moderados, pero la vida desparramó a sus gentes y moradores y trajo nuevos parroquianos al estaño de sus bares y nuevas clientas a la peluquería de la Nelly...

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Periquito vio partir a sus hijos, el mayor a vivir a España, la menor al lejano barrio de Olivos, de la mano de su flamante marido.
Fallecido Don Atilio, Periquito y dos oficiales más, quedaron habilitados por aquel gran Patrón, para tomar las riendas de la tornería y en los setenta, formaron una sociedad que prometía con nuevas máquinas y muchos pedidos.

Elisa falleció joven. Un mal diagnosticado cáncer de colon se la llevó en pocos meses a mediados de los noventa... Periquito se sobrepuso a su pena y, siempre locuaz y optimista, se acostumbró a su nueva vida, muy callejera y andariega por el barrio para mitigar la soledad de las cenas frente a la tele o los silencios acechantes en cada rincón, ahora que se había jubilado y el tiempo le quedaba holgado.

Periquito entonces fue más popular aún, con nietos lejanos y de visitas infrecuentes, fue el abuelo de todos los chicos del barrio y ese viejo amigo o vecino al que se le podía arrimar una confesión, o sacar un consejo.

La gustaba ir a la estación y dibujar con carbonillas los paisajes del barrio; le gustaba galantear con las señoras de su edad y enredarse en largas partidas de dominó en su mesa de amigos del club, hasta que el vermouth escaseaba y la noche le ganaba la pulseada a los amigos.

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Periquito envejeció lúcido. Melancólico pero sin nostalgias. No precisó grandes cuidados ni atenciones; él se cocinó y se abasteció, hasta su último día; no forzando jamás esas visitas de apurones de su hija o de algún familiar lejano.

Los comerciantes con cariño, le acercaban su pedido al cerrar, cuando ya no podía deambular tanto y pasaba largas horas en el sillón frente a la ventana, viendo transcurrir la vida de su barrio... él dejó de girar y el barrio giró frente a él.

Ayer, en el almacén del chino alguien dijo: "Se murió Periquito..."
A sus ochenta y largos se apagó sin grandes bamboyas.
Un par de viejos afectos se acercaron a la sala de a unas cuadras y luego lo acompañaron hasta su descanso en la Chacarita...

Se murió Periquito; y en su barrio de poco empedrado y mucha calle de tierra, ya no queda una cuadra sin asfaltar. 

Se murió Periquito; y la gran fábrica de colchones es ahora un complejo de monoambientes.

Se murió Periquito; y en las noches que reinaban los grillos y en los amaneceres que trinaban gorriones y zorzales, señorea la sordina estridente del tránsito, que ya no cesa.

Se murió Periquito; y en el barrio de cambios lentos y letargo edilicio; casi no hay fachadas reconocibles de tantos edificios.

Se murió Periquito, en el anonimato de las gentes de barrio. 

Se murió Periquito y ya no hay a quien pedirle una indicación, las señas de un lugar o una historia del vecindario.
Se murió Periquito, como se habrá muerto un Lucho, un Tito o un Flaco; una Marta, una Ester o una Maruja.... se murió una generación de gentes anónimas y hermosas; se extinguió una especie arraigada y anclada a su lugar y sus historias.

Se murió Periquito, como se ha muerto un poco tu barrio, mi barrio, los barrios; en silencio, con dignidad, con impronta de recuerdos en medio de este nuevo siglo de lo inmediato, lo que no se detiene, lo que no pertenece ni se conoce o reconoce, lo efímero...

Se murió Periquito, a lo mejor, vos también lo conociste...

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