domingo, 6 de febrero de 2022

HISTORIAS MÍNIMAS DE AMOR, de Flavio Rodríguez - 6/2/2022

Estela Vignoli, toda su vida quiso ser Doctora.
Tenía 19 años en 1968, y su familia habitaba una portería sobre la Av. Callao, en el paquete barrio de la Recoleta.
De clase media trabajadora, era prácticamente un deseo impensable el afrontar la carrera de medicina si no se disponía de un muy buen pasar económico.
No digo que hubiera que ser millonario, pero las cuentas para la época mucho no cerraban...

Estela ahorraba: cuidaba niños, le hacía las compras diarias a Daisy Chopitea del 8vo. (que las más de las veces ni una propina le daba) o le cocinaba casi diariamente un churrasquito con ensalada a la ya muy anciana madre de Susana Lafont de Blaquier del 10º (Susanita "bolsillos cosidos" como la llamábamos, ya que consideraba que Estela ya tenía suficiente pago moral con atender a su maravillosa madre. Pero de una moneda ni hablemos).

Párrafo aparte merecen los niños que cuidaba en el paquete edificio de Callao al 1800: eran los Saubidet.
Cinco pibitos de entre 7 y 12 años (a quienes el mismo Satán no se hubiera atrevido a cuidar), que quedaban al cuidado de Estela generalmente los viernes y los sábados por la noche, mientras los papis Santiago y Carola Lafinur cumplían con sus "obligaciones" sociales de fiestas, vernissages y mucho champagne y ostras hasta altas horas de la madrugada.
Los Saubidet Lafinur, un gran matrimonio, joven, de grandes apellidos y respaldo de estancias de a docenas....pero que a Estela le pagaban el "servicio" como si fuese por un solo pibe y nunca (pero nunca) por cinco.
Y las más de las veces el pago del viernes incluía (decidido solo por ellos, claro) el "servicio" del sábado.

Eso sí, cada vez que se cruzaban con Aníbal (el portero, su papá) le hablaban maravillas de su hija:
"Aníbal, que bien Elenita, la verdad que su hija es divina", a lo que Aníbal se sonreía, sin aclarar nunca que su hija era Estelita, y no "Elenita".

Decidió hablar poco Aníbal, ya que sabía (porque los había escuchado en un cruce de ascensores) que en realidad se referían a su hija como "la morochita hija del portero"...
Pero bueno, Carola era la presidente del Consorcio...y había que cuidar el trabajo, que escaseaba.

Y no tenía encima Estela una gran personalidad, era más bien tímida y vergonzosa, por lo que pese a que esas actividades le consumían casi todo el tiempo y le redituaban más que poco, igual las hacía, por la responsabilidad contraída y para no dejar mal a su padre, que la había recomendado.

Dinero para sus estudios, poco. Y desesperanza, mucha.
Solo tenía a una amiga para contarle todas estas cosas que le pasaban.

Era "Moma".
Una dulce e indigente señora, cuya única posesión era un carrito de supermercado (changuito?).
"Moma" tenía unos 60 a 65 años (en aquellas épocas, las mujeres parecían casi abuelas a esa edad), tenía un rostro regordete y una mirada siempre entre dulce y divertida, que nunca la abandonaba pese a las evidentes adversidades de la vida.
Vestía en verano una especie de túnica colorida, base blanca con grandes flores naranjas, a la que le había abierto un agujero para pasar la cabeza y otros dos a los costados para pasar los brazos: era en realidad un mantel de hule.
En invierno, se emponchaba con una especie de edredón de lana pesada, el cual si se mojaba por unos días desprendía un intenso olor a humedad: era en realidad una frazada a la que también le había realizado el trabajito ese de los agujeros.
La buena noticia (si es que había una) era que también poseía una frazada de algodón, para noches no tan extremas.

Tres diarios La Razón enrollados y atados con piolines, oficiaban de forzosamente ecológica almohada.
Esta "almohada" la renovaba una vez al mes, o al día posterior a una lluvia.
Nunca supimos lo que vestía por debajo, ya que ni mantel ni frazada se quitaba de sobre sus hombros.
También, tal vez para reforzar la imagen del personaje, les servirá que les cuente que siempre utilizaba sobre su cabeza una cofia de baño (o de ducha).
Se sabe de su cabello negro, porque siempre se lo cepillaba a las medias tardes.
Siempre unos zapatos canadienses, de esos de cordones de cuero, que habían conocido mejores épocas.
Unas medias celestes, siempre impecables y limpias.

A las mañanas aparecía con su carrito (changuito?) ascendiendo lentamente por la cuesta de Av. Callao desde Libertador, hasta Av. Quintana, donde estaba (creo que todavía está) un conocido supermercado cuyo nombre recuerda un negro círculo de vinilo, con agujero al centro.
El supermercado sacaba las sobras tipo 5 de la mañana, a esa hora pasaban los "basureros".
"Moma" aprovechaba para seleccionar rápidamente lo que todavía podía consumirse:
Panes y bizcochos un poco duros, bandejitas de fiambre cortado, algún salamín medio pasado, lechuga, tomates y peras o manzanas con algún moretón, casi siempre algún botellón de leche, quesos con algún incipiente hongo y membrillos medio aguados eran las apetitosas elecciones de "Moma".

Aunque nobleza obliga, hay que decir que el exigente gerente del súper (el eterno, calvo y anteojudo Sr. Gandolfo, de quien nunca se supo su nombre de pila) siempre como "al pasar" junto a los diarios deshechos comestibles, adjuntaba un paquete perfectamente cerrado que contenía latas de sardinas al aceite, polenta, harina y yerba, frascos de guindas y aceitunas y eventualmente algún vinito, que para nada (para nada) estaban vencidos...
"Moma" identificaba ese paquete, y acompañada de una agradecida y dedicada sonrisa, lo acomodaba en su carrito (changuito?).

En aquel Buenos Aires del '68, los vecinos te daban una mano solidaria. 
Difícil que un indigente (hoy lo llamaríamos "homeless") no pudiera subsistir en la diaria.
Siempre alguien les brindaba comida, o dinero.
Lo que no se podía hacer en aquellas épocas de Onganía, era dormir en la calle.
Los indigentes por las noches debían estar convenientemente ocultos a la vista de la sociedad, para no denotar algunas miserias.

"Moma" vivía de noche en uno de los mugrientos galpones de Puerto Madero.
Para ser precisos en el que hoy se ubica en las exclusivas Alica Moreau de Justo y Macacha Güemes, frente al Dique 4, a unos pocos metros del hoy Puente de la Mujer...
No era lo que es hoy, claro. "Moma" llegaba casi de noche, todas las noches. Y se acomodaba en un rincón que ella había limpiado de cucarachas y ordenado un poco.
Una pobre simulación de hogar.

Prendía generalmente una vela: más allá de la débil y sibilante luz, la realidad es que en el resto de esa oscuridad las palomas muertas, la suciedad y las ratas, eran ya un poco sus amigas.
De día, después de las 3 de la tarde, caminaba con su carrito (changuito?) hasta el hueco que dejaba el ingreso al Banco Supervielle, sobre Callao y Libertador, y allí se acomodaba.
Ella y sus pertenencias.
Una o dos veces en la semana, recibía la visita de Estelita, la hija de Anibal, el portero de Callao y Quintana.
Estelita caía con la pava ya caliente y no tenía rispideces en compartir con ella sus bizcochos semiduros (aunque a veces unas facturas) mientras tomaban mate.
Y Estelita le contaba a "Moma" sus desventuras: que los Saubidet Lafinur, que los Chopitea, que los Lafont Blaquier, y sus tristes esperanzas de juntar unos dineros para aunque sea pagar sus primeros libros de medicina, tan caros ellos y alejados de sus posibilidades...

Pero Estelita no es que se quejaba, solo había tomado a "Moma" un poco como a una tía a quien contarle sus desventuras.
Como un cable a tierra con quien dialogar un poco y pasarla bien, dentro de una realidad que pintaba bastante amarga...
"Moma" la escuchaba siempre atentamente, y preocupada por su situación siempre le preguntaba cosas, que iba a hacer, cuáles eran sus expectativas, etc.
Y Estelita le contaba que su sueño no era tener una caja de ahorros explotada de dinero y solo preocuparse por sus vacaciones en Mar del Plata, sino más bien vestir un delantal blanco, atender a los niños de la Casa Cuna y empezar a devolver un poco de lo que todavía nunca había tenido (y a lo mejor nunca iba a tener).
Servir a los demás, no imaginaba una mejor definición de la felicidad...

Luego Estelita le consultaba a "Moma" sobre las cosas que andaba necesitando, que le dijera así ella se las compraba.
Algún papel "toilé", algún perfumito para la ropa, algún pañuelito tal vez bordado.
Estelita todo anotaba y, pese a sus más que magros ingresos, para la próxima tomada de mate, le llevaba amable y felizmente el humilde pedido....y así seguía esa hermosa unión, casi una relación familiar.

No era para menos, Estelita conocía a su indigente amiga desde los 10 años.
La niña iba a la primaria ahí a unas dos cuadras de su casa, y a la salida siempre se había cruzado con "Moma", quien un día comenzó a regalarle, casi todos los días que se cruzaban, un chupetín.
Una relación de ya unos nueve años.
Más durable que muchas.

Una tarde, extraña y misteriosa, "Moma" le preguntó a su joven amiga que cuando iban a verse nuevamente...
- "Momita, esta semana ya no puedo.
Esperame el jueves que viene, dale?"

- "Bueno, dale!", le respondió Moma.
- "Te espero a las 3 con facturas..! Para festejar..!"

- "Jajajaa para festejar..?
Bueno, vengo con más ganas entonces..!
Mirá que traigo la pava!!", le respondió Estelita divertida....
Y ahí se fue Estelita, con sus preocupaciones varias sobre su vida, y sus escasas probabilidades futuras como doctora.
Otra vez una semana de trabajar el doble, o el triple de la semana anterior. Y nada.
Poco le reconocían su esfuerzo o su dedicación.

Lo que nunca, había sumado el planchar día por medio toda la ropa de los Olaguer Feliú, que le ofrecieron 250 pesos a la semana, y le habían liquidado escasos $40 por falta de efectivo ya que (decían, literalmente) "disculpas, pero las vaquitas esta semana estuvieron comiendo un poquito de más.."...
Había sumado más trabajos, y había ganado menos dinero que el pensado.

Mas desesperanzada que con bronca, decidió allí mismo ir a buscar trabajo a Grafa o a la Compañía Envasadora, y dejar de lado sus deseos más deseosos.
Y así ayudar a sus padres: estaban viejos y ya sabía que la jubilación no les iba a alcanzar para nada...
Era jueves, y había quedado en verse con "Moma", pero ya eran las 6 de la tarde.
Tardísimo.

Corriendo alocadamente, bajó casi tropezando el declive de Callao hasta casi Libertador.
Cuando llegó al hueco de la entrada al Banco Supervielle, se asustó:
había un patrullero.
El carrito (changuito?) con las pertenencias de "Moma" estaba custodiado por tres policías uniformados.
Y dos empleados del banco se encontraban en la puerta, con rostros serios y adustos.
"Moma", por ningún lado.

Estelita esperaba lo peor.
Le corrió un frío por la espalda cuando, temerosa, le preguntó a los dos empleados por su amiga:

- " Perdón señores...a la señora dueña de este carrito le pasó algo..? Se encuentra bien..?"

- " Ud. es la señorita Estela Vignoli, amiga de la señora?"

- "Si..!!! Por favor que sucedió con mi amiga..???"

- "Sígame, por favor. Disculpe el apuro, pero es que ya nos quisiéramos ir..."

Ingresaron.
El largo pasillo del Supervielle pareció más largo aún.
Interminable.
Una vez atravesada una pesada mampara de grueso vidrio, el empleado le hizo señas de que se sentara:
De un lado y presidiendo el escritorio, el gerente del banco.
Del otro y haciendo divertidas señas para que se sentara a su lado, su amiga "Moma".

- "Vení nena, sentáte acá.
Estaba hablando con el señor, y le contaba que decidí regalarte algo, porque sos muy buena y querés ser Doctora.
Al señor le pareció bien.
Que pecado que viniste tan tarde, estas gentes ya deben querer estar con sus familias...vení, vamos a hacerlo rápido".
- "Bueno Joaquín, puede proceder entonces.." le dijo Moma, esta vez ella misma con una mirada de hielo y un rostro sorprendente serio.

El gerente del Supervielle desapareció sin preguntas.
Y cuando aún Estelita seguía confusa y sorprendida, volvió a sentarse con ellas, esta vez munido de un grueso maletín de cuero con una enorme hebilla automática de bronce, del tipo que utilizaban los antiguos e importantes médicos en sus visitas domiciliarias.

- "Esto es para vos", le dijo Moma.
"Solo te pido que lo disfrutes, y lo uses para bien"

- El.........maletín..??", preguntó Estelita, mientras miraba alternadamente a Moma, al gerente y al empleado que la había acompañado.
Si ese señor no estuviera interpuesto en ese instante en su camino, estaría corriendo hacia la salida, sin dudas...

- "No tonta..!! Lo que está adentro..!!!"
Gritó Moma riéndose con ganas, mientras volcaba el maletín sobre el escritorio:

Una copiosa lluvia de cientos de billetes de distintos colores y denominaciones se derramó sobre el escritorio, el piso y el regazo de la atónita Estelita, que no entendía nada....

- "Vos sos como la hija que nunca tuve, y estás en una necesidad.
Cómo no voy a ayudarte a que cumplas tus sueños, si también son los míos..?.
Sé que le vas a dar buen destino...guardá todo...!!!"

Estelita, con la humeante pava todavía sostenida en su mano izquierda, miraba azorada los 2 millones de pesos moneda nacional en efectivo, desparramados por todas partes.
Monique Marie "Moma" Von Holstein-Ledreborg, viuda de Bertouch Lehn, viuda de Vissau Morra Basualdo, viuda de Ballester Molina le había hecho a su "hija" Estelita un regalo equivalente en 1968 a unas treinta carreras de medicina juntas.
O a doce autos cero kilómetro.
O a cuatro departamentos de cuatro ambientes totalmente equipados.

- "Señora, podemos cerrar la sucursal y por favor, retirarnos..?", casi rogó el gerente del Supervielle...
- "Claro Joaquín, proceda. Y disculpe la hora.
Pero por estas cosas es que confío mi dinero a su banco y también a Ud....y ahora Estelita....a cebar mate y comer esas facturas, mocosa..!!"

ALGUNAS POSTDATAS

Estelita Vignoli durante cuarenta años salvó a miles de niños siendo una de las pediatras más recordadas en toda la historia de la Casa Cuna primero, y en el Hospital de Niños Ricardo Gutiérrez después, sin abandonar nunca la atención gratuita a los más desprotegidos.

Lo que "sobró" de su carrera (y sobró mucho) fue oportunamente donado (en contantes y sonantes PESOS ARGENTINOS) al Hospital Ricardo Gutiérrez, afrontando con ello la remodelación y actualización tecnológica más importante que se haya hecho nunca en un centro de salud del país.

Tal vez porque Estelita ya está jubilada pero aún nos sigue viva, ni una plaquita nos recuerda tamaño desprendimiento.
Tal vez, quien nos dice, en 50 años tengamos suerte.

Así que esta es solo una parte de la historia de "Moma", que falleció casi veinte años después de estos hechos que les relato, muy feliz y siempre cariñosamente atendida por la ya prestigiosa Dra. Vignoli.

Ya hablaremos más de esta millonaria que decidió un día vivir en la calle. 
Porque esa también es una historia que (les aseguro), van a desear conocer...

Son estos personajes que están en mi corazón, sabiendo que ningún historiador los irá nunca a rescatar.
Son parte de mis recuerdos, algunas viejas entrevistas que nunca me publicaron, unos recortes de diario, alguna cinta que me recuerda algunas voces, libros de memorias (que vaya a saber porqué) se cayeron durante una noche desde una polvorienta biblioteca.

Me parece injusto que estas historias se las lleve el viento hacia los yermos pantanos del olvido, es todo.
Espero que a alguno le haya interesado: les aseguro que con eso ya gané una pequeña batalla, un montón para mí.



Seguimos colocando el link de Cafecito, para los que deseen estar cerca:
https://cafecito.app/historiasminimas

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.

FORMULARIO DE CONTACTO

Nombre

Correo electrónico *

Mensaje *

BUSCAR EN ESTE BLOG

SEGUIDORES

TIROS EN LOS PIES, de Horacio Verbitzky - 21/4/2024

Diseño, Alejando Ros. Animación, Silvia Canosa El gobernador Axel Kicillof sería la principal víctima de la andanada antikirchnerista que se...