jueves, 24 de febrero de 2022

PAROLE, de Santiago Varela - 2022

Las palabras son importantes.
Dicen cosas.

Una de esas palabras es “deuda”, que hoy se escucha en todos lados y en todo momento.

Si uno dice deuda está diciendo también que se trata de algo que se debe pagar, porque las deudas conllevan su pago.
Si una deuda se pudiera no pagar, y esto fuera aceptado, nadie prestaría y el sistema financiero mundial implosionaria estrepitosamente.

Por lo tanto debe pagarse, y para asegurarse esa conducta el país u organismo prestador usará todos los medios de coacción posible para que el deudor pague.
En otras épocas incluso se llegó a usar la fuerza militar para cobrar una deuda.
Hoy aprietan de otra manera, pero aprietan.

El tema es que si pagas, como se trata de un préstamo que incluye objetivos políticos y geopolíticos beneficiosos para el prestador, también aprietan.
Y aprietan y exigen tanto que no queda claro - por lo menos para mi - si los padecimientos del que no acuerda son mayores o menores que del que acuerda.
La experiencia histórica parecería decir que no, por las altas y notorias desdichas de los que aceptaron acordar.
Incluso esto se puede verificar en nuestra propia historia.

Pero retornemos al principio: las palabras.

Dijimos que decir deuda equivale a decir pago, apriete, ajuste.
Muy bien.
Pero en el caso de la deuda con el FMI firmada por el gobierno de Macri, ésta tuvo tantas irregularidades, tantas omisiones, tantas anormalidades, tantas violaciones a los reglamentos que rigen la actividad del Fondo como a nuestras propias leyes - la fuga es un ejemplo claro - que ese préstamo en realidad se convirtió en una verdadera estafa.
Un préstamo sobredimensionado donde el dinero nunca se supo donde estaba, donde el país jamás lo utilizó en sus presupuestos, ni tampoco quedó un centavo en su Banco Central, y el prestador sabía de esta situación, es un delito, una estafa.

Esa es la palabra.
Estafa.

Así como decir deuda es decir pago, decir estafa es decir fraude, pelea, intervención de la justicia.
Nadie en su sano juicio pagaría mansamente por una estafa al mismísimo estafador.
¡¡Incluso con punitorios..!!
No tiene sentido, es demasiado absurdo.

Por eso la palabra que se debe usar en los medios y en las redes no es deuda, sino estafa.
Decir estafa llama a la resistencia por algo que es absolutamente justo, convoca a la firmeza, invoca al desafío, apela a la defensa, aleja la entrega, obliga a señalar penalmente a los responsables, llama a buscar aliados y herramientas originales.

Creo que es importante usar las palabras adecuadas, porque las palabras, a veces, dicen cosas.

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