lunes, 7 de marzo de 2022

MI VIEJO, de Julián Centeya

Quisiera amasijarme en la infinita
ternura de mi barrio de purrete,
con un cielo cachuzo de bolita
y el milagro coleao de un barrilete.

Verlo a mi viejo, un tano laburante
que la cinchó parejo, limpio y claro;
y minga como yo, un atorrante
que la va de verso y se hace el raro.

Mi viejo carpintero era grandote,
y tenía un cuore chiquilín siempre en la vía.
Su vida no fue más que un despelote
y un poco, claro está, por culpa mía.

Vino en el Comte Rosso, fue un espiro.
Tres hijos, la mujer, a más un perro.
Como un tungo tenaz la fue de tiro.
Todo se la aguantó: hasta el destierro.

Y aquí palmó... aquí está adormecido
mi viejo el pobre tano laburante.
Se la tomó una cheno de descuido
y me dejó un recuerdo lacerante.

¿Qué mundo habrá encontrado en su apoliyo?
Si es que hay un mundo pa' los que se piantan.
Sin duda el cuore suyo se hizo grillo
y su mano cordial es una planta.

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