lunes, 28 de mayo de 2012

CON PERMISO, de Mario Benedetti


Está prohibido escribir sobre cierta violencia, así que voy a hablar de la violencia permitida.

El violento autorizado asiste comprensivo y curioso a tus cartas de amor,
acaricia contigo los muslos de tu novia,
escucha tus murmullos, tus desfallecimientos.
Duro e infeliz, se introduce doméstico en tu casa
pobre gendarme de repente promovido al horror manoseador
de secretos y mayólicas, a veces ladroncito sin vocación
ni melancolía, recién llegado al crimen rico del miedo,
el violento autorizado ve con preocupación el camello
que pasa por el ojo de la aguja, y ordena un silencio sin fisuras,
para poder vociferarte en el oído,
su higiénico entusiasmo por la libertad
Deja el corazón en el hogar junto a los menos,
o en el apartamento de su hembrita tercera,
a fin de no comprometerlo cuando ultima
a los heridos de ojos abiertos.

El violento autorizado, poro a poro te odia, pero sobre todo
se aborrece a sí mismo, y como todavía no puede reconocerlo
sabe que en el espejo ha de encontrar, puntual,
su arcada indivisible su minifundio de vergüenza.
Tortura así, con la boca seca, malbaratando de ese modo
sus insomnios, y sabiendo, muy en el fondo, que todo
es una gran postergación inútil, porque la historia no es impaciente, pero mantiene sus ficheros al día.
El violento autorizado tiene una descomunal tijera
para cortar las orejas de la verdad, pero después,
no sabe qué hacer con ellas.
No entiende de símbolos, y lo bien que hace,
porque todo, las calles, las ventanas, los ojos, las paredes,
el cielo, los puños, los dientes, son mercados de símbolos,
son ferias donde el futuro se ofrece como pichincha inesperada.

El violento autorizado se mete en sus metales,
en sus fortalezas semovientes, en su noche expugnable,
pero como deja un huequito para respirar,
por ahí se cuela no la bala perdida, sino el guijarro.
Tiene miedo, y lo bien que hace…!!
El violento autorizado posee una formidable
computadora electrónica, capaz de informarle
qué violencia es buena y qué violencia es mala
y por eso prohíbe nombrar la violencia execrable.
La computadora por ejemplo advirtió que este poema
trataba de la violencia buena. 

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