miércoles, 23 de junio de 2021

DIEGO LUCERO: EL CHAMUYO CAFIOLO ES UNA PAPA.

Con el Mundial a la vuelta de la esquina será justicia que se escriban cuatro líneas para revivir el recuerdo del hombre que más ediciones protagonizó.
Y no se trata de Carbajal ni de Matthäus, sino del hombre que dijo presente en todos los Mundiales entre 1930 y 1994.


Vio la luz en Montevideo, con el nombre de Luis Alfredo Sciutto, el 14 de junio de 1901.
Era periodista y firmaba Diego Lucero.
Y para contar los avatares de la pelota eligió el idioma del pueblo: el lunfardo.

En el naciente siglo XX la pelota era el juguete natural de los pobres, porque entretenía a muchos a la vez.
En los campitos se formó el futbolista, y en la biblioteca del Centro Anarquista, el lector.
Fue jugador de primera división en Bella Vista y Nacional y llegó a vestir la gloriosa celeste.
En un partido contra Paraguay sufrió una lesión de menisco que lo sacó de las canchas.
Ahí nació el cronista deportivo.

Además de los Mundiales, cubrió varias ediciones de los Juegos Olímpicos.
Fue corresponsal en la Guerra Civil Española, donde estuvo a punto de ser fusilado.

El estilo de Diego era fruto de su formación literaria y su conocimiento de la calle.
Sus crónicas no eran rigurosamente realistas.
Su narrativa tenía más de épico que de informativo.
Con lenguaje popular, escribió párrafos memorables, llenos de colorido y humor.

Un aparte sobre el lunfardo: se ha dicho muchas veces que es la jerga carcelaria.
Pero eso no es del todo cierto.
El lunfardo, antes que nada, revela familiaridad entre el hablante y la cosa que menciona.
Y es fruto del inagotable espíritu lúdico del hombre, que busca darle un nombre jocoso a lo cotidiano.

Lucero creó una “barra” imaginaria: La Ciriaca (única mujer), el Cero Kilómetro (un vago), Primeroemayo (un teletual*) y el Pat’e Catre (un gil).
También mencionaba a Roncadera.
Con ellos presenciaba los eventos que luego comentaba.

*intelectual


En su trayectoria profesional, Diego Lucero (con su larga lista de pseudónimos) escribió en El Plata de Montevideo, Crítica, Clarín y Mayoría de Buenos Aires, entre otros.

Pero los escritores hablan con sus obras.
Compartamos algunos extractos de sus notas.

Así describía Diego un barrio de Montevideo:

Ahí quedan flotando los recuerdos que salen, en las noches de luna, confundidos con las nieblas del mar.
Aquí fue donde el ñato Villanueva fajó a los tres botones que lo querían portar en la cufa; aquí fue donde cayó el tano Rosendo aujereado a puñaladas; por aquí peloteaban los muchachos del tiempo de oro; aquí ensayaban “Los Congos Humildes” cuando el negro Isabel dirigía los tambores…

Eso es lo que queda del Barrio Sur, que en un tiempo tendía sus dominios frente al mar, por el este hasta la calle Daymán y por el Oeste, clavaba su mojón contra las piedras legendarias del Cubo del Sur, contra las cuales levantaba su cruz el Templo Inglés
.”


Isabelino Gradín, astro y señor de los campos (1937)


Con estas rimas narra un gol de River a Boca:

“Cubilla el oriental se mandó por la derecha, una moña por aquí, una alforza por allá, Orlando queda dos veces pagando, el centro sale ceñido, Artime que aplica el coco, Roma que pega el volido, que la toco y no la toco, el gol queda convertido.”


Y Boca fue campeón por obra del tablón* (1964)

*(Por metonimia, el tablón es la tribuna y, por lo mismo, la hinchada)


Así glosaba el robo de la Copa Jules Rimet, a pocos días del Mundial de 1966:

“Chorros incultos, carentes de todo roce social, rififises de mangas cortas y uñas negras que nunca supieron del laburo de una manicura, escruches que desacreditan el honrado gremio de los que afanan bancos y joyerías con fractura y escalamiento pero sin lastimar jamás los sentimientos del pueblo, se portaron vía la Copa del Mundo toda hecha de oro.
A estas horas, las alas de la victoria que quería representar a la sin igual Victoria de Samotracia, que fue mascarón de proa de las naves negras de Agamenón…ya estarán a estas horas convertidas en lingotes y los tamangueros que en la rubia Albión se darán la leñada a toda escarpa en busca del título de campeones han perdido con la desaparición de la Copa, un cachito de ilusión”



La Ciriaca: “Toy triste por Isabel” (1966)

En sus crónicas incluía pasajes ficcionales de gran humorismo:

“El Pat’e Catre se acuerda de una vez que estábamos jugando un partido, divisiones inferiores de Ascenso.
Éramos locatario, que le dicen, y teníamos que ganar por las buenas, las regulares o las otras.
Teníamos que ganar.
Era la orden.

En el fato estaban todos los complicados en el entrevero, desde el referí hasta el cabo que era el jefe de la fuerza pública destacada allí para evitar cualquier alteración del orden constitucional y para darle respaldo al refle no fuera a ser cosa que los contrarios (casi siempre malos deportistas) quisieran abrirle el balero de un palazo, como quien raja una sandía, en el soca de algún fayuteli de dudosa interpretación reglamentaria y notoria mala fe en perjuicio de nuestros sagrados intereses deportivos.
¡Ah, qué tarde la tarde aquella!
¡Reíte vos de los martes orquídeas!

Los teníamos lo que se dice acorralados a los contrarios y no les podíamos hacer goles.

“Cero Kilómetro”, centrodelantero, estaba a dos metros del arco, solo, y en vez de darle a la globa pega en la tierra, porque allí mismo había una vizcachera, y se recalcó un pie.

El mismo Pat’e Catre se empezó a gambetear a toda la defensa y después de hacerle el último drible al arquero, quedó solo, frente al arco vacío, y resulta que no tenía la pelota.
Se la había olvidado al hacer una gambeta.

Roncadera estuvo 51 vez orsey y el linema - a manera de estímulo - no levantó ni una vez la bandera y lo dejó seguir, pero sin resultado positivo.
Hasta que faltando un minuto…un contrario saca una pelota de cabeza, el refle (bien colocado) pita con singular energía, entra el cabo a la cancha a interpelarlo, mientras se llevaba con notoria y expresiva energía la mano a la empuñadura de la lata, en transparente actitud de desenvaine, y pregunta, enérgico, al juez: 
-¿Qué cobra?

- Penal pa nosotro - dijo el refle con esa seguridad que da el tener la conciencia tranquila. 
- ¡Ah! –dijo el cana.
Y se preparó pa festejar.

Ganamos. Ascendimo.
Los contrarios, malos deportistas, protestaron.
Querían irse de la cancha. ¡Qué vergüenza!
¡Abandonar el terreno de honor! ¡Renunciar a la lucha!
Ignoraban los inorantes lo que es el espíritu deportivo y no manyaban no diome de lo que es el farplay.”


Igualito que Paquito: ya tiene comisario el pueblo (1968)

Así hablaba sobre las modas de los años 60 y 70:

“Un día se prohibieron las gorras y las medias caídas
¡Mirá si ahora se prohibieran las patiyas!
Se quedamo sin jugadore, se quedamo”




Los mil goles de Pelé (1969)

Recordó la carrera espacial, relacionándola con el fútbol:

“Casi con la misma expectativa con que cualquier punto filipino ha esperado que el hombre ponga otra vez su escarpa en la Luna y se dé una paseyata liviana por los jardines de la pálida Selene, el mundo esperó ansioso que el negrito Pelé marcara su pepa número 1000”



Así describió un penal errado:

“Y él, que nunca erra; él, que convierte el tiro penal en un cohete teledirigido, le pegó a la pescadilla de la forma más fulera que podía encajarle el zapatillazo.
Y la roñosa, en vez de ir por piolines, fue por letreros”


“La Araña Negra” deja la telaraña del arco (1971)


Los grandes futbolistas despertaron su admiración:

“Cuando los rusos entraron a competir en el campo internacional, Lev Yashin fue, de entrada, figura dominante. Altísimo, atlético, elástico, elegante, malla negra, lonpa negra, medias negras, tamangos negros, gorra negra, guantes negros y una serena expresión en su rostro

huesudo y serio, que los rusos no están para risas ni aun jugando al fútbol. Aquella figura negra entre los tres palos con fondo de telaraña de red, en seguida tuvo seudónimo. El tablón la llamó: “La Araña Negra”




De cuando una noche, en Mar del Plata, Enzo Ferrero hizo el gol de “mondonguillo” (1974)

“Ya casi no quedan gambeteadores de aquellos que la hacían bailar a la pelota, como Zito “La bordadora” que una vez se durmió haciendo dribles; como Antoñito Sastre que la hacía suspirar de tanto acariciarla y muchos otros”



También cubrió otros deportes.


En una crónica de turf, escribió:

El Gran Premio Nacional del año 62 (1962)

“¡El caballo..!
Escultura viviente, símbolo de la fuerza, estampa de la gracia.
Hubo uno famoso, el de Atila, que donde te chantaba la herradura allí ya nunca brotaba la lechuga.
Otro, el de Troya, que era “mula”*.

*(Genial juego de palabras entre caballo y mula que, en lunfardo, significa trampa o engaño)


De esta forma analizó la visita de los Harlem Globetrotters:

Los morenos geniales del “Globe” desatarán la risa (1970)

"La (humorada) de Chaplin, como la de estos morenos, siempre parecía partir de un trasfondo de humana tristeza, que es donde carbura, germina y se genera la risa.

Envío: diga ñorse, si usté quiere darle el olivo a las preocupaciones por lo carolina que están las cosas, lo durañona que está la vida y olvidarse que anda pato, vaya a ver a los grones del “Globe”.
Se va a reír.”


Una leyenda romántica combinada con el pícaro humor de Diego:


Andanzas por México (1967)

“Y un lugar histórico a donde la gente de Guanajuato siente el orgullo de guiar al visitante es el “Callejón del Beso”, un rincón donde la callecita es tan estrecha que los balcones de las casas casi se juntan.
Parece ser que en uno de los balconcicos vivía doña Ana, hija de un poderoso señor y muchacha bellísima, y en otro don Carlos, un apuesto doncel cuya única riqueza era su juventud, sus dedos ágiles para puntear la vihuela y su voz de frescor de serenata.
Y parece que tenía algunas contras; le tenía repugnancia al laburo y bastante asco a los brolis de estudio.
El papá de doña Ana los sorprendió besándose de balcón a balcón y le clavó a su hija una puñalada en la espalda.

- ¿Y cayó muerta en el ato? -, preguntó la Ciriaca ya en el borde de ese llanto jiposo de novela radial.

- En el ato -, le contestó el Pata.

La Ciriaca, enternecida, quería ir al velorio.
Hubo que convencerla que eso había pasado hace como cuatrociento saño.

Y en Guanajuato, que es ciudad estudiantil, junto a cada árbol había un estudiantito con su estudiantita a los puros besos.
Primeroemayo exclamó: La de puñaladas que tendría que fajarse el gallego de la historia si tuviera que arreglar estos fatos de los besos a golpe de finyingo…”



El 3 de junio de 1995 Diego rajó pa’ las estrellas.
Allá andará mateando y chamuyando de fóbal con la barra.
Desde el tablón, hacemos justicia al que escribió para nosotros, porque era uno de nosotros.
Chau, Diego.




(Textos extraídos de Siento ruido de pelota: crónicas de medio siglo, Buenos Aires, Corregidor, 2006)

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